A su oficina suelen llegar propuestas desafiantes, como la construcción de una capilla móvil –encargada por un sacerdote–, que recorrería las calles de Medellín para llevar chocolate, pan y un mensaje espiritual a la población vulnerable del centro de la ciudad. En esa ocasión el reto fue creativo y técnico, pues debía ser una estructura liviana, compacta y resistente, pero también fácilmente reconocible como una capilla: ser la síntesis de una iglesia. “Atraemos proyectos atípicos”, reconoce Camilo Ramírez, fanático de los viajes en moto y uno de los cofundadores de A5 Arquitectura. “Nos motivan estos trabajos que permiten romper el molde y aproximarnos a situaciones a las que no estamos acostumbrados en el sector en el que nos movemos”, complementa Tomás Vega, el otro socio fundador.
La firma realiza arquitectura inmobiliaria, casas de campo –que llaman trajes a la medida–, proyectos sociales y arquitectura efímera. El común denominador de cada línea de trabajo es la búsqueda constante del equilibrio entre la eficiencia y el diseño, combinada con la autenticidad. Para lograrla, Camilo Ramírez habla de la elasticidad. “Hay que enamorarse y desenamorarse en el proceso creativo para mutar y migrar de estilo. El balance consiste en buscar las soluciones específicas para cada situación en la que el lugar, el tipo de encargo, el momento y los tiempos programáticos influyen”. Por eso eligieron destacar The Somos Hotel, ubicado en El Poblado, de Medellín, que reúne todo el espíritu de A5 Arquitectura, pues ambos socios participaron desde la concepción hasta la gestión, diseño y construcción del proyecto, en el que su espíritu disruptivo salió a flote. “Teníamos un lote muy pequeño con un problema grande por resolver: sin suficientes habitaciones el hotel no era viable; a raíz de restricciones en términos de terreno, normativas, límites económicos y de la operación hotelera, solo respuestas creativas podían ser contundentes”, narra Vega. Tuvieron que tomar decisiones disruptivas.
“Llevamos la escalera a la fachada e hicimos que ese fuera el elemento más representativo en términos estéticos y funcionales del edificio. Fue el punto de partida para hacer algo diferente y ahí aparecieron cosas como el juego entre llenos y vacíos, el plano retrasado de vidrio y ver que en este caso la fachada principal es la circulación. Por eso es un proyecto distinto”, complementa Vega. Esta pareja de arquitectos, graduados de la Universidad Pontificia Bolivariana, trabaja mano a mano desde 2014 y formalizó su empresa en 2016. Admiran a Obra Negra, Plan B, Camilo Restrepo, Daniel Bonilla, Juan Manuel Peláez, Natura, Lorenzo Castro y Giancarlo Mazzanti. Su objetivo es “encontrar el balance entre el mundo creativo del arte y el técnico de la ingeniería. La buena arquitectura tiene un equilibrio cualitativo, abstracto, y uno cuantitativo y racional; hay una búsqueda estética, una dosis de creatividad, pero siempre es necesario un componente de eficiencia”, resume Ramírez. ■