En un esfuerzo consciente por alejarse de la cultura del referente, en la que clientes suelen bombardear a los arquitectos con imágenes de diversas fuentes, Rodríguez propone hacer una arquitectura más personalizada. Este interés se traduce en una búsqueda hacia la materialización de la memoria, recuerdos y anécdotas sobre espacios visitados y vividos por las personas, que se interpretan y reconstruyen en ambientes que se conectan con la sensibilidad de quienes los habitan.
Este proyecto, ubicado en Anapoima, Cundinamarca, resulta de los esfuerzos de interiorismo a cargo de Virginia Alarcón, diseño de paisaje por Arquitectura Paisajística y construcción por la firma L&M Arquitectos, sumados al diseño arquitectónico de Rodríguez.
La estrategia consiste en generar un paisaje interior aislado del entorno circundante y de los vecinos. Una serie de muros ciegos reciben a quienes entran en esta residencia a través de una puerta diseñada como un tejido de alambre. Adentro, todos los espacios se abren mediante puertas, integrándose en un único habitáculo para una vida compartida bajo la luz y el calor del sol.
Los bordes del predio se definen a partir de vegetación: árboles, palmas y pequeños arbustos giran alrededor de una piscina. La casa construye un mundo interior, se repliega hacia los bordes y mira hacia adentro.
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