Antigua base aérea soviética alberga museo en Estonia
Texto: Rodrigo Orrantia Fotografía: Takuji Shimmura, cortesía DGT Architects / marzo 16 - 2017
La oficina de arquitectura Dorell Ghotmeh Tane (DGT) terminó recientemente este proyecto para el Museo Nacional de Estonia, una estructura de más de 300 metros de largo cuyas fachadas están construidas en vidrio. Su mérito fue acondicionar una antigua base aérea soviética, cerca de Tartu, la segunda ciudad más importante del país después de su capital Tallin, en vez de diseñar un edificio nuevo.
Los arquitectos del estudio DGT ganaron el concurso internacional hace diez años, cuando propusieron que el museo fuera emplazado en la vieja base aérea a las afueras de la ciudad, y no en el predio originalmente propuesto dentro del área metropolitana de Tartu. Bajo un concepto que presentaron con el título de Memory Field, tomaron la pista principal de la base como punto de partida del proyecto, aprovechando los sólidos cimientos de concreto ubicados en el difícil terreno estonio, construidos para soportar el aterrizaje de los pesados aviones militares soviéticos.
La inauguración del museo tuvo lugar en octubre del año pasado, y desde entonces se ha convertido en referencia indispensable de la arquitectura contemporánea en Estonia. El planteamiento del proyecto fue llevar la cultura al corazón del país, celebrando su independencia, pero reconociendo y haciendo referencia a su difícil pasado con la Unión Soviética.
Las fachadas de vidrio tienen triple aislamiento y la superficie completa del ventanal posee impreso un patrón inspirado en el aciano o flor del maíz, una estrella de ocho puntas. La arquitecta libanesa Lina Ghotmeh hace énfasis en el papel del diseño en el edificio, tomando la flor nacional de Estonia como símbolo central de su propuesta. Además, según ella, en invierno pareciera que la estructura se disolviese en la nieve.
El edificio incluye áreas para exhibiciones, una gran sala de conferencias, auditorios y espacios educativos, una biblioteca pública, oficinas y bodegas para la colección del museo, que alcanza más de 120.000 objetos. Quizá su gesto arquitectónico más poético es el techo, que se alza hacia el cielo como si estuviera despegando de la pista. La visión de DGT Architects es que este lugar sea una invitación para adentrarse en el paisaje y así llegar al corazón del museo y de Estonia.