Este apartamento al norte de Bogotá tiene el interiorismo que todos quisiéramos tener en casa
FOTOGRAFÍA: ANDRÉS VALBUENA PRODUCCIÓN: ANA MARÍA ZULUAGA TEXTO: RODRIGO TOLEDO, ARQUITECTO Y PROFESOR ASISTENTE DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA / agosto 18 - 2020
Es habitual que usemos indistintamente las palabras vivienda y casa. Pero son dos asuntos diferentes para la arquitectura y el diseño del hábitat urbano. La primera es serial y la segunda, específica. La vivienda, genérica y estandarizada por naturaleza, es construida por compañías inmobiliarias de manera intensiva y por volumen. En su diseño no caben las singularidades de la personalidad de sus moradores porque quien la encarga no vivirá ahí. Es un bien de consumo asociado a un mercado masivo.
En cambio, la casa es diseñada en contacto directo con sus habitantes. En ella, las costumbres de sus usuarios toman forma y se traducen a ámbitos pensados desde los hábitos. Es la manifestación espacial de la historia de una familia, de sus deseos y sus necesidades. A pesar de todo esto, existe una manera de volver propia una vivienda, de adaptarla a nuestras preferencias: la reforma
y el diseño interior.
Desde hace más de seis años, el estudio bogotano A2 Diseño, en cabeza de María Andrea Vernaza y Andrea Álvarez, ha trabajado en intervenciones de arquitectura interior. Para ellas, el proceso de diseño debe ir de la mano del cliente hasta el punto de convertirse en una actividad colaborativa, de tal forma que cada proyecto refleje lo que hace singulares a sus habitantes.
Para este apartamento, ubicado en Bogotá, la propuesta surge de la necesidad de tener un espacio doméstico para el encuentro familiar y social, un lugar para recibir y darles la bienvenida a los amigos. De la mano de García-Reyes Arquitectos, firma encargada de la remodelación, A2 Diseño enfocó sus esfuerzos en generar una atmósfera sosegada con ambientes para la hospitalidad a través del interiorismo.
Al entrar, un corredor de acceso acoge a los visitantes y en él se dispone una serie de objetos que se comportan como un abrebocas para el resto del apartamento. Sobre un muro de fondo color ocre aparece una consola con un espejo anticado, hecho por el diseñador industrial y artista plástico Alejandro Rauhut. La geometría de las lámparas metálicas colgantes, llevadas a la esquina de este recinto, hace eco con las
vasijas españolas de papel y las materas de cerámica negra rayada, que introducen algo de vegetación a este espacio de llegada. Una
obra de arte termina la composición y logra un contraste cromático.
Uno de los ambientes principales es el comedor. Ahí, una mesa de madera de gran tamaño, diseñada por Álvarez y Vernaza, está situada en un rincón. En uno de sus lados, un sofá tapizado de terciopelo verde con cojines de colores, invita a sentarse en grupo y genera las dinámicas de un salón.
El papel de colgadura sobre la pared de respaldo destaca con un patrón de líneas zigzagueantes. El diseño de este comedor, que trasciende su función tradicional y ofrece la posibilidad de congregarse en torno a una conversación, propicia la reunión. El proyecto define su zona social a partir de dos salas, una con un carácter más formal y otra que hace las veces de estudio. En la primera sobresalen un par de sillas
azules de Poliform, al tiempo que dos sofás retapizados están enfrentados, de tal forma que el mobiliario gira en torno a la chimenea
integrada a un muro divisorio. Por otro lado, una mesa circular multiusos y una lámpara de pie animan este salón en una de sus
esquinas.
La sala estudio se destina para un uso más privado. La presencia de una terraza exterior permite, además de tener vegetación, crear un paisaje cercano que oculta un poco la ciudad y que se puede disfrutar a través de los ventanales de la fachada. El tamaño de los sofás admite la congregación de muchas personas y su disposición está orientada hacia una segunda chimenea y una biblioteca integrada, sobre la cual es posible bajar un blackout para proyectar desde un video beam ubicado en el cielorraso.
Diseñaron con especial cuidado las habitaciones de las dos hijas adolescentes de la familia para generar lugares de descanso. El uso de papeles de colgadura, detalles decorativos y cojines de colores da como resultado, en estas alcobas, un ambiente sereno. En todo el apartamento emplearon tapetes como elementos que definen sutilmente un área de otra, como una manera de separar visualmente. Las
cortinas de la artista textil Catalina Komninos protegen del sol directo el interior y resguardan la privacidad.
Este proyecto de diseño interior toma forma desde los anhelos y preferencias de quienes habitan el espacio, y convierte lo tipificado y estandarizado en propio. El color arena de sus muros establece un telón de fondo sobre el que aparece un sistema de mobiliario pensado desde la interacción y la intimidad. Si la arquitectura hecha en masa condiciona las formas de vida a esquemas repetidos, proyectos como este recuperan lo que nos hace diferentes.