Para qué remodelar un apartamento si puede resaltar su arquitectura original con interiorismo
María Juanita Becerra - fotografía: Mónica Barreneche - producción: Mariana Arango / julio 7 - 2020
Tras la llegada de la COVID-19 nos hemos confinado en nuestras casas. Por ello, hoy más que nunca esta implica la idea de refugio, es el lugar para realizar las actividades de la vida cotidiana y, sobre todo, para estar unidos y seguros. La vivienda se convierte así en hogar, una expresión física de la familia. Para la diseñadora manizaleña Eugenia Robledo, esta vivienda no es solo su casa, sino una vitrina en la que exhibe buena parte del mobiliario y de las piezas decorativas de su empresa. Sofás, sillas, mesas, espejos y cojines, entre otros, forman parte del catálogo y se mantienen incluso a la venta. “Me encanta cambiar –dice–, por eso procuro renovar la decoración de mi hogar con frecuencia. Varias de mis amigas cuando vienen se enamoran de algún mueble u objeto, lo compran y luego lo repongo con algo nuevo”. Esta es la casa Folies, firma que fundó junto a la arquitecta Jimena Londoño.
Sin embargo, más allá del mobiliario y los objetos está su historia. Todos tienen una. En el caso de esta diseñadora, sus vivencias le han ayudado a tener un criterio muy específico para escoger una pieza u otra. Robledo prefiere las antiguas, aquellas con relatos que evocan un pasado. El bifé del comedor, por ejemplo, es una herencia de la abuela de su pareja, por lo que lleva consigo memorias de varias generaciones. “Este mueble es muy especial para mí.
Me recuerda a la familia de mi esposo, me transporta a sus almuerzos los domingos, una tradición familiar”. Tras recibirlo lo restauró por completo y ahora es uno de los elementos más interesantes y bellos del lugar, también uno de los pocos que no están a la venta, pese a que podría ser el más codiciado.
Que Robledo hiciera de este mueble un objeto extraordinario no es casualidad. Folies nació con la idea de renovar mobiliario de las décadas de 1950, 60 y 70. Eugenia y su socia crearon la marca con el fin de trabajar piezas de otras épocas, cuya calidad –en términos materiales y de diseño– les permitiera hacer de ellos elementos tan funcionales como estéticos. “Al poco tiempo de regresar de Barcelona, donde terminé mi pregrado, decidimos emprender junto con Jimena el proyecto de Folies. Comenzamos por restaurar y vender muebles antiguos que conseguíamos en diferentes sitios, como tiendas de antigüedades y mercados de pulgas”. Actualmente, también fabrican sus propios diseños, con referencia en algunos modelos de esos años. Ese es el caso de las poltronas Olivia, ícono de la marca, con un diseño que reinterpreta una de las primeras sillas restauradas por Robledo y Londoño.
Sus brazos los elaboran en una variedad de materiales y formas, y trabajan la tapicería en colores como salmón, amarillo y vino tinto, junto con estampados. Salta a la vista su estilo vintage, que revive el corte clásico de la pieza original a través de múltiples combinaciones. En esta casa podía faltar todo menos ese objeto, parte esencial de la zona social. Dado que el apartamento está ubicado en un edificio construido hace poco –obra del arquitecto Mauricio López–, esta diseñadora decidió no intervenir la distribución ni los acabados. Es más, su espacialidad se ajustaba a sus necesidades. Su estructura está compuesta por dos niveles, el primero acoge la cocina, el comedor, la sala, dos habitaciones –una de ellas adaptada como estudio– y los servicios, mientras el segundo comprende una sala de televisión con terraza. El hecho de organizar las estancias en dos niveles permite que haya una progresión entre las áreas privada y social, ideal a todas luces.
La distribución también genera mayores aperturas de luz natural, lo que hace que los espacios sean iluminados y cálidos. Sus escaleras son particularmente llamativas: la madera se superpone al concreto y ambos se elevan a lo largo del primer tramo sin la ayuda de apoyos intermedios. Gracias a su diseño pareciera desafiar la gravedad con tal sofisticación que es casi imposible no detallarla. Aunque la mezcla vigorosa de colores resulta fascinante para la diseñadora, en su casa optó por hacerla menos intensa.
Aquí es sutil y equilibrada. De ahí que las grandes superficies –paredes y pisos– estén revestidas de una gama de tonos neutros cercanos a los blancos. “Esta vez no me incliné por el color. Todo lo contrario, elegí una paleta sobria”. Los objetos decorativos, no obstante, son bastante llamativos en su tonalidad, vitalidad y energía, al punto de impregnar los espacios.
Es así como el juego de brillos y opacidades crea una atmósfera balanceada en la que cada elemento aporta algo al conjunto.Adicional a la serie de objetos que reflejan la identidad de Eugenia hay otros que destacan por su diseño y lo que representan para ella y su esposo. Este es el caso de las lámparas, uno de los elementos predilectos de Robledo, quien ha adquirido la mayoría durante sus viajes al extranjero.
Por ejemplo, la del comedor –que sobresale por las múltiples formas que se despliegan a lo largo de su estructura– la encontró en la tienda Ikea. “Hay otra a la que le tengo un cariño especial por ser una de las primeras cosas que compré para mí. La conseguí en Berlín, Alemania, y desde ese momento ha estado conmigo”. Como centinelas de su propio tiempo, los muebles y accesorios que habitan esta casa hacen de ella un hogar lleno de memorias e historias por contar. Esa es su esencia. ■