La buena vida se disfruta en la arquitectura de esta casa a las afueras de Medellín
Revista AXXIS / noviembre 16 - 2023
La casa de campo ha sido uno de los modelos residenciales más importantes a lo largo de la historia de la arquitectura. En el Renacimiento se construyeron villas campestres en Italia que aún hoy son objeto de estudio. Así mismo, durante el Siglo XX, los maestros arquitectos de la modernidad pusieron a prueba muchas de sus ideas espaciales y técnicas en sus proyectos de casas campestres.
Esta tipología doméstica ha sido, a lo largo del tiempo, un objeto para la experimentación y una manera de darle cuerpo al deseo de una vida bucólica, que idealiza el mundo rural como escenario del bienestar. La noción colectiva del buen vivir ha estado históricamente entretejida con la casa de campo.
Esta herencia es visible hoy en las residencias que se construyen a las afueras de las ciudades. En nuestro país, los extramuros de las capitales del trópico andino han sido colmados de parcelaciones conformadas por lotes aislados, donde la topografía escarpada conduce a la edificación de una forma particular de casa de campo: la casa de montaña.
Este tipo de casa ocupa las laderas y aprovecha la condición de palco natural sobre el paisaje distante que ofrece la geografía. La búsqueda de la vista suele ser el valor más relevante de esta arquitectura y para lograrlo recurre a una serie de configuraciones espaciales que se repiten. Así, es común encontrar terrazas orientadas hacia la vista predominante, también es recurrente que estas construcciones ocupen por completo las explanaciones hechas a la montaña y que orienten todas sus estancias hacia la perspectiva lejana.
Cuando una pareja con tres hijos pequeños encargó a la firma antioqueña Toledo Estudio de Arquitectura el diseño de su vivienda a las afueras de Medellín, Rodrigo Toledo, arquitecto y director del estudio planteó un proyecto que entiende que las casas de montaña pueden ser mucho más que simples miradores. La familia quería vivir en un solo nivel, oculto entre los árboles y deseaba tener un jardín para el encuentro familiar y el juego de los niños.
Además, la madre requería de un estudio de arte y de un espacio para exponer sus pinturas y obras. Los clientes pedían una vida doméstica introspectiva, pero al mismo tiempo volcada hacia afuera, una casa que además de mirar el paisaje permitiera esconderse en él.
La forma y el emplazamiento del proyecto responden a una lectura del lugar que trasciende la búsqueda de la vista e identifica otras cualidades como la presencia de bosque nativo y la oportunidad de tener un jardín que abra la casa hacia la parte posterior de la parcela.
Su geometría se definió como un volumen con planta en forma de Y, de tal manera que sus espacios se distribuyan en tres ramales, ubicados en las líneas de contacto donde convergerían el futuro jardín, la vista lejana y la arboleda. La arquitectura de esta casa aparece en el espacio invisible que divide e integra al mismo tiempo los atributos del lugar.
“No queríamos que el proyecto fuera una casa compacta, con ventanas hacia el paisaje y nada más. Apostamos por creer que en el lote había más cosas que atender, así que propusimos una forma arquitectónica atípica que hizo posible mezclar los espacios de la casa con el bosque, con el jardín privado que ganamos al correr la casa hacia el borde de la explanación y claro, también hacia la vista más bonita” explica Rodrigo Toledo.
El diseño de la casa
Cada ramal agrupa las diferentes áreas de la casa. El primero, orientado hacia el oriente y el occidente, contiene el salón, el comedor, la cocina, el estacionamiento y el área de servicios. Este ramal está dispuesto para encuadrar el paisaje lejano en uno de sus frentes y abrirse sobre el otro al jardín mediante una terraza.
El segundo, alineado con los árboles, agrupa el taller de arte y las habitaciones de los niños. El tercero se ubica entre el bosque y la vista y alberga la alcoba principal. La vida doméstica aquí se mueve en medio de la sombra de los árboles, el jardín y el paisaje lejano. Los tres ramales confluyen en el salón central.
La idea de esconderse en el paisaje implicó para los arquitectos la tarea de repensar algunas convenciones de la casa de montaña tradicional. Muestra de esto es la ubicación de la terraza sobre el frente de acceso y no hacia la vista predominante. Esta decisión, contraria a lo que suele hacerse, hizo posible que se acceda a través de un jardín habitable resguardado de la mirada de los vecinos, contenido entre la montaña y el quiebre de la fachada.
Acceder implica más que bajarse del automóvil y cruzar una puerta, es un momento de pausa y contemplación en medio de la vegetación. Por otro lado, el hecho de no ocupar totalmente la explanación también es una apuesta consciente que permitió generar el jardín de acceso y lograr que la casa no tuviera una parte trasera cerrada como sucede a menudo.
Mientras los corredores y los espacios de servicio tienen una altura constante de 2.50 metros, en las alcobas y el salón aparecen techos diagonales que suben hasta los 4.00 metros con ventanas altas que introducen la luz del sol para calentar el espacio por la noche.
Con este mismo objetivo, las fachadas y cubierta son de color gris grafito. El tono oscuro contribuye a la captura de radiación solar y hace que la construcción se perciba como un volumen unitario. Además, durante las horas calientes del día, el salón puede abrirse completamente gracias a los ventanales de la fachada, los cuales al cerrase por la noche garantizan que el calor ganado permanezca en el interior. La casa regula su temperatura abriéndose y cerrándose.
Los muros interiores, blancos y grises, sirven de fondo neutro para el colorido de las obras de arte hechas por la madre, mientras las áreas de circulación se incrementaron para que los corredores funcionen como espacios de exhibición. La arquitectura se lleva a un segundo plano que soporta las pinturas e intervenciones que se hacen sobre ella.
Con este proyecto, Toledo Estudio de Arquitectura hace una reflexión sobre la forma en la que se habitan las montañas. Lejos de enfocarse en la vista como la única posibilidad para la arquitectura, esta casa surge a partir de las cualidades del lugar que permiten habitarlo de manera íntima, mientras su geometría busca los diferentes momentos del paisaje para mezclarse con ellos.
Construida en los puntos de convergencia entre un jardín, un bosque y una tribuna natural, esta obra se acerca a la tradición de la casa de campo para promover la buena vida desde la experimentación en lugar de hacerlo desde la insistencia en fórmulas repetidas.
Espectacular
Hermosa casa, de un nivel arquitectonico impactante y resuelto dentro de los espacios disponibles (limitados) que el terreno dió, así como alrededor de las dinámicas familiares.
Lindo proyecto.
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