Arquitectura

Arquitectura de luz y sombra

Fotografía: Sergio Gómez . Texto: Rodrigo Toledo. / 
marzo 7 - 2017
Arquitectura de luz y sombra
Lamas metálicas de color gris oscuro cubren la austera fachada de esta casa, en las afueras de Medellín, para solo dejar ver la puerta de acceso y el vano del garaje, el cual tiene las dimensiones de un arco de fútbol, guiño a la profesión de su propietario.

Desde hace ya algunos decenios se presenta en las afueras de Medellín, hacia el oriente, un crecimiento suburbano en el que la figura de la parcelación, como dispositivo de división de un territorio en lotes para uso residencial, ha colonizado las laderas y planicies de la zona. Esta práctica inmobiliaria consiste en ofrecer terrenos con las vías de acceso y los servicios comunes construidos, de tal manera que los compradores y futuros habitantes edifiquen la casa a su antojo.

Estos lugares, generalmente rodeados por mallas y custodiados por casetas de seguridad, suelen comportarse como pequeñas colecciones de diversidad arquitectónica. En ellos aparecen múltiples expresiones estéticas y estilísticas…, casas “clásicas” que recurren a las maneras y técnicas constructivas tradicionales y que, en ocasiones, adoptan los recursos tipológicos de la morada campesina; también “modernas”: volúmenes blancos con cubiertas planas asentados sobre el verdor de la grama perfectamente podada. No es inusual toparse con experimentos arquitectónicos, obras en las que propietario y arquitecto apuestan por poner en evidencia los aspectos más específicos del habitar particular del cliente en una forma doméstica singular.

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A diferencia de la vivienda que ofrece el mercado inmobiliario en las ciudades de nuestro país, repetitiva y homogénea, el panorama de las construcciones domésticas de las parcelaciones del oriente antioqueño permite visibilizar la subjetividad individual de cada familia, el gusto y el deseo de cada habitante.

El arquitecto antioqueño Alejandro Barreneche fue el encargado del diseño de esta construcción en una parcelación de Llanogrande. Definida como un prisma, yace casi monolítica sobre una topografía relativamente plana. El encuentro con ella nos enfrenta a una fachada austera en la que una serie de lamas metálicas de color gris oscuro se repiten a un ritmo regular e intermitente, dejando ver solamente la puerta de acceso y el vano del garaje, cuyas dimensiones corresponden a las de un arco de fútbol, profesión y pasión del propietario.

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Este revestimiento metálico envuelve el volumen construido de la casa como un cascarón que lo protege de la luz directa del sol mientras almacena la radiación solar incidente durante el día, para luego calentar los espacios interiores en la noche. Dicho efecto se logra mediante el uso de una pintura especial y ocurre de manera pasiva, sin necesidad de consumo de energía.

Así, el proyecto se cubre con un vestido semitransparente que se abre hacia el paisaje en la fachada principal, generando un balcón corrido que articula las habitaciones del segundo nivel. Cuando cae el sol, la luz interior, eléctrica y amarilla, se escapa por las grietas que dejan los barrotes verticales del revestimiento. La casa se torna etérea y luminosa, desdibuja su materialidad revelando la presencia de las ventanas que perforan sus muros como franjas rectangulares que vibran sobre el cielo oscuro.

Espacialmente la casa es clara y sencilla, con dos pisos que distribuyen cada espacio a lo largo de un corredor a manera de galería en una planta rectangular. En el primer nivel se agrupa una zona de servicios que, en torno al garaje abierto en sus frentes hacia el paisaje lejano y orientado directamente a una cancha de fútbol 5, contiene un patio de ropas, alcobas de servicio y un cuarto útil. Por otra parte, una cocina definida como un mueble suelto se relaciona con el salón y el comedor mediante una mampara de vidrio esmerilado que al abrirse y cerrarse la integra o la aísla, permitiendo siempre que la luz pase.

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Como remate de esta planta aparece un gimnasio que se vincula con el ambiente social a través de una chimenea que sirve para ambos lugares y que entabla una relación visual entre estos con una ventana translúcida fija y horizontal. Una piscina interior queda expuesta hacia el exterior al abrir la puerta de vidrio de la fachada, disponiéndola al deck que conecta el área social con el jardín. Desde la cocina hasta el gimnasio, la mirada y la luz se filtran entre el fuego de la chimenea y los reflejos del agua de la piscina sobre las paredes blancas.

Invisible en la volumetría construida, su situación subterránea permite liberar el lote para las zonas verdes exteriores, minimizando el impacto de la masa edificada sobre el terreno. En el segundo piso, cuatro habitaciones y un salón múltiple se reúnen en un balcón con árboles de palma que sobresalen por encima de la cubierta por vacíos que dejan entrar la lluvia. Luego de atravesar el corredor acompañado de franjas de luz embebidas en el cielorraso, se llega al dormitorio principal. Un espacio de grandes dimensiones con un walk-in closet doble y un cuarto de baño en el que un jacuzzi de piedra se asoma al paisaje boscoso de la zona.

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El diseño de la iluminación, a cargo también de Barreneche, define una serie de detalles y escenarios que reciben el mobiliario. Entre superficies blancas, pisos de madera y muebles monocromáticos, la casa genera una atmósfera tranquila y sobria. En el clima frío de Llanogrande se levanta esta residencia que habla con los rayos solares a través de sus pieles para que la penetren y se multipliquen de forma lineal para teñir sus rincones.

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//revistaaxxis.com.co

 

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