Arquitectura googie: un bungalow futurista para sobrevivir al fin del mundo
TEXTO: GRAHAM WOOD FOTOGRAFÍA: ELSA YOUNG/BUREAUX PRODUCCIÓN: SVEN ALBERDING/BUREAUX / mayo 5 - 2020
Dos terrazas gemelas atraviesan el frente de esta casa, que pertenece a los arquitectos sudafricanos Silvio Rech y Lesley Carstens, para aprovechar una vista de 270 grados sobre las copas de los árboles de un enorme bosque en Johannesburgo. El impresionante panorama abarca una línea de tiempo que recorre la historia de la arquitectura de esta ciudad sudafricana.
A la derecha, la narración comienza con las mansiones inglesas de principios del siglo pasado, construidas por los randlords, los primeros magnates mineros de la metrópoli. La vista llega a una progresión de edificios art déco, modernistas y neobrutalistas. Este viaje culmina en las fachadas y torres de vidrio del nuevo Distrito Central de Negocios.
Como socios y pareja –dirigen la destacada firma Silvio Rech + Lesley Carstens Architecture and Interiors (SRLC)– conocían esta propiedad, bastante difícil de vender, estuvo en el mercado durante varios años, porque estaba cubierta de zarzas invasoras que ocultaban su espectacular vista más allá de la pantalla vegetal. Incluso a estos experimentados arquitectos se les dificultó descubrir su potencial, pero cuando lo hicieron –tras dos visitas– quedaron atrapados.
Luego de una ardua limpieza del terreno encontraron un pequeño y descuidado bungaló de mediados del siglo XX, que tuvo gran influencia sobre el resultado final del proyecto. Es importante aclarar que una nota al pie en la narrativa de la historia arquitectónica de Johannesburgo se remite al modernismo inspirado en California. El bungaló, con su techo en zigzag, múltiples volúmenes y paredes encaladas fue claramente influenciado por la arquitectura Googie de Los Ángeles –también conocida como Populuxe o Doo-wop, que se desarrolló entre 1940 y 1960–. Se trata de un estilo atrevido, extravagante y futurista, con raíces en la época dorada de los automóviles y el enamoramiento de la era espacial.
Casualmente, Silvio y Lesley habían terminado dos recientes proyectos que alimentaron su interés en ese estilo. El primero, Keurbooms Cottage, en Plettenberg Bay, parecía sacado de 2001: odisea en el espacio –la reconocida película del director estadounidense Stanley Kubrick–, y el segundo, en Nettleton Road, en Ciudad del Cabo, involucró el diseño interior de una casa de vacaciones inspirada en el arquitecto estadounidense John Lautner (1911-1994). “Despertó un pequeño
monstruo dentro de nosotros”, dice Silvio. Asimismo, habían comenzado a coleccionar muebles de mediados de siglo y estudiado las obras maestras de Lautner, halagadas repetidamente por el mundo del cine, desde James Bond hasta A Single Man, del diseñador de modas y director de cine estadounidense Tom Ford.
La transformación “La primera parte de este proyecto consistió en restaurar la casa original”, explica Silvio, quien admite que no constituía un ejemplo sobresaliente de estilo. Sus materiales eran económicos y su ejecución, se podría decir, torpe. “Pensamos que tenía su encanto. Parte de la distribución interna era desordenada, por lo que derribamos algunas paredes, abrimos las áreas y trabajamos a partir de estos nuevos espacios”.
Los arquitectos conservaron los detalles de época y restauraron los acabados, desde el piso de baldosas de piedra hasta los marcos de ventanas de acero, así como una estufa Aga –de gas– en la cocina y parte de la carpintería original. “Tiene un toque decadente, pero enriquece la propuesta
y forma parte de las diferentes capas del interiorismo”.
Durante la obra demolieron el techo para reconstruirlo de acuerdo con su diseño original. Sin embargo, refinaron algunos detalles y reemplazaron el pino amarillo con roble rubio, que también usaron en los pisos.
A partir de esta pequeña restauración surgió una nueva forma que libera una versión contemporánea de la arquitectura Googie. Las dos cintas de concreto que se extienden a lo largo del frente de la estructura dibujan vistas cinematográficas. Silvio señala que la casa es, en esencia, una
veranda –porche o mirador de un edificio– deconstruida en Highveld. Se refiere a las viviendas de techo de hierro corrugado con terrazas envolventes que se convirtieron en una especie de arquitectura vernácula local a principios del siglo XX. “Es una forma fantástica de vivir en este clima”. Esas cintas no solo crean un porche superior e inferior, sino que vinculan la casa con el estudio de la pareja al otro lado de la propiedad, como “una cinta transportadora”.
Silvio explica que “esto dejó un valle en el medio para todo tipo de posibilidades, como la piscina y la escalera de caracol que une el fondo con la parte superior”. El dormitorio principal, ubicado en el
segundo nivel, “toma el espíritu Googie y continúa” al explorar el lenguaje del techo en zigzag, una evidente escultura angular y prismática, algo así como un cruce entre un bombardero sigiloso y “un tablero de Lamborghini de las primeras épocas”. Lo remata una claraboya cónica facetada. Todas las áreas de esta casa están unidas por la uniformidad de los materiales. Las terrazas y columnas de concreto contrastan con la calidez de los pisos y techos de roble rubio. Los pasamanos de hierro galvanizado, sin adornos, y la escalera de caracol, también celebran su materialidad honesta e insinúan temas náuticos, “festejan el agua, la piscina y el reflejo”.
El interiorismo es un buen ejemplo del uso de detalles y de materialidad, desde la isla de la cocina de granito monolítico hasta los elementos de acrílico moldeado del baño. En este último ambiente la estética se expresa en grifos y accesorios de ducha inspirados en la agricultura industrial, de nuevo en juego con la idea de construir una máquina para vivir.El mobiliario es una colección de piezas modernistas adquiridas por Silvio y Lesley, que incluye artículos como la silla Elda, del diseñador industrial italiano Joe Colombo (1930-1971), una ruptura audaz con la tradición que utiliza materiales nuevos para encontrar formas novedosas; el Grand Repos, del diseñador francés Jean Prouvé (1901-1984), una obra maestra mecánica temprana, y las sillas en forma de S en voladizo que definieron la era del arquitecto y diseñador industrial danés Verner Panton (1926-1998).
Todas desafiaron los límites de la tecnología y la estética de una forma u otra. Resulta evidente que aunque esta notable casa es un ensayo sobre arquitectura y una exuberante expresión contemporánea de un afluente de la historia arquitectónica de Johannesburgo, nunca ha perdido sus principales razones de ser: relacionarse con su entorno para disfrutar la privilegiada vista y articular su base rocosa a través de un contraste inspirador. ■
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