Medellín, una cuidad de urbanismo colectivo
Por: Rodrigo Toledo. / mayo 17 - 2016
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Hoy en Medellín se habla de un urbanismo social. Las administraciones recientes, junto con un cuerpo importante de arquitectos y urbanistas, han hecho esfuerzos significativos por pensar la ciudad ya no solamente como una materia prima, sino como un entorno social, un hábitat digno y un ecosistema.
La arquitectura de calidad se ha convertido en el estándar para la construcción de obras públicas y equipamientos, mientras las apuestas por regenerar el espacio público operan a diversas escalas. Quizá la más significativa de estas apuestas es la del proyecto Parques del Río Medellín, una intervención de espacio público, paisajismo y reestructuración vial que plantea un parque metropolitano en las riberas del río Medellín, redefiniéndolas como espacios para la comunidad y generando conexiones entre el oriente y el occidente de la ciudad.
El proyecto plantea sistemas de tránsito peatonal y ciclorrutas a lo largo del río, mientras se entierran algunos tramos de las autopistas que hoy lo flanquean y separan de su entorno, logrando así la aparición de un espacio colectivo a manera de playa urbana sin la interferencia del flujo vehicular.
Sustituir el corredor vial del río con un parque boscoso, dinamizador de futuros desarrollos de renovación urbana y detonador de conexiones físicas y sociales en el territorio, habla de un urbanismo que no solamente es social, sino que también se ocupa de adaptar la ciudad al presente, de subsanar el pasado. Hoy, por primera vez, Medellín le da la cara a la fuente hidrográfica que la define.
Además de proyectos a escala metropolitana, la ciudad está gestando otros lugares para el encuentro ciudadano. En los barrios de la ciudad están apareciendo centros abiertos a las comunidades para la reunión en torno a actividades recreativas, culturales y de participación comunitaria. Estos equipamientos, llamados Unidades de Vida Articulada o UVA, son una iniciativa que enlaza las voluntades y los recursos de la Alcaldía de Medellín y las Empresas Públicas de Medellín (EPM) con la cooperación de la población beneficiada. Resulta particularmente interesante la manera en la que muchas de estas UVA reutilizan los grandes tanques de agua del sistema de acueducto para adosarles un edificio y recuperar zonas antes cerradas a la comunidad, dando origen a estos proyectos que mezclan la arquitectura, la infraestructura y el espacio público.
El arquitecto chileno Alejandro Aravena, ganador del Premio Pritzker 2016, seleccionó el proyecto de las UVA para ser expuesto en la Bienal de Arquitectura de Venecia, el evento internacional más importante para la disciplina.
Si nos referimos a la visibilidad que Medellín ha tenido a nivel mundial, estamos obligados a recordar los IX Juegos Suramericanos, celebrados en la ciudad en 2010. Este evento impulsó el deporte como un hecho urbano, materializado tanto en parques barriales dotados de espacios para el ejercicio físico como en la transformación de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, sede de los juegos y actual referente para el deporte en la ciudad.
Este proyecto define su arquitectura a partir de una secuencia de cubiertas ondulantes que replican la topografía de la capital antioqueña para albergar nuevos escenarios deportivos dispuestos a la ciudadanía. Los pasajes peatonales que se crean entre los edificios constituyen un espacio público permeable, mientras las fachadas metálicas perforadas que encierran las canchas permiten a los deportistas y transeúntes ser espectadores de los partidos desde el exterior. Aquí la ciudad se convierte en tribuna, en un proyecto con una arquitectura arriesgada y ejemplar.
La educación, movilidad y cultura han encontrado también respuestas en la actual planeación urbana. Jardines infantiles enclavados en las montañas, donde los niños reciben una formación inicial de calidad, hacen parte de una estrategia que reconoce en la educación un eje fundamental para el buen desarrollo de una sociedad. Entre estos, destaca el Jardín Infantil Carpinelo, una construcción que se adapta al relieve escarpado de su emplazamiento con una volumetría fragmentada, conectada a través de patios y rampas. Un edificio-mirador que se concibe más como un jardín topográfico que como un claustro institucional.
De la misma manera en que la ciudad invierte en educación, el transporte masivo en Medellín ha tenido un desarrollo importante desde 1995, año en que se inaugura el metro. Desde entonces se ha logrado ampliar la cobertura de la movilidad con sistemas de transporte público como el metrocable y metroplús, ambos articulados a las líneas del metro. Hoy, veinte años después, se suma el tranvía de Ayacucho a esos esfuerzos, una nueva forma de recorrer la ciudad, impulsada por energía limpia y sostenible.
Además de rendir homenaje al antiguo tranvía, que hace más de medio siglo recorrió estas mismas calles, el tranvía de Ayacucho regala a los ciudadanos más de cien mil metros cuadrados de espacios peatonales y zonas verdes. La movilidad en Medellín trasciende la funcionalidad de su condición para convertirse en un estructurador urbano en función del movimiento.
Por otro lado, la promoción de la cultura como un hecho urbano toma cada vez más fuerza. Ciudad del Río, un sector antes ocupado por industrias, revitalizado recientemente con vivienda, espacio público, equipamientos y edificios como el Museo de Arte Moderno de Medellín, contará con el Centro Cultural Medellín, un lugar para las artes escénicas y la música concebido como un edificio abierto en el que bailarines y músicos podrán ensayar a la vista de los paseantes y habitantes del parque en el que se inserta. Más allá de ser un teatro a la manera tradicional, este proyecto borra sus límites arquitectónicos para visibilizar el arte de manera pública y difundirlo como un acontecimiento de ciudad.
La esfera de lo público en Medellín ha evolucionado para producir una ciudad incluyente y diversa, con parques, movilidad eficiente, centros educativos y escenarios comunitarios. Las iniciativas de los entes políticos han generado un impacto positivo en el tejido social haciendo uso de la arquitectura como herramienta de intervención urbana. Esta ciudad entendió que la gestión del espacio que compartimos como habitantes debe hacerse con el bien común como meta.
Aún quedan tareas por llevar a cabo; quizá sea necesario preguntarse por la vivienda y el impacto que las operaciones inmobiliarias, como fuerzas urbanizadoras, tienen en la habitabilidad de la ciudad. Reflexionar ya no solamente sobre la calidad de la vida pública, sino también sobre nuestra vida doméstica y barrial. En la ciudad de los grandes cambios todo hoy parece posible, toda ilusión encuentra una realidad. En Medellín, los sueños de ciudad resuenan construidos en las montañas.
Información alentadora, teoría hecha realidad.
Ejemplo a seguir.