Un ejemplo de arquitectura pública en este centro infantil de Cali
Rodrigo Toledo / julio 25 - 2023
En Cali o en cualquier parte del mundo, la arquitectura pública siempre ha sido un instrumento político. A través de ella los estados intervienen el territorio y materializan sus planes de desarrollo. A diferencia de la que se hace de manera privada e independiente, no está sujeta a las dinámicas del mercado.
En cambio, se vuelca a la construcción de espacios para la vida en comunidad. Adicionalmente, estas obras les dan un cuerpo físico a las posiciones que los gobiernos e instituciones públicas asumen frente a la idea de bienestar, y aquel cuerpo suele ser una gran caja.
Así, tradicionalmente en Colombia, estos edificios se han definido como estructuras desvinculadas de su entorno inmediato, en el que la idea de seguridad se asocia a la separación con la ciudad.
Así es este colegio en Cali
Para el diseño del Centro de Desarrollo Infantil –CDI Jaime Rentería– Cuna de Campeones, construido recientemente en Cali, se convocó a un concurso que ganó la propuesta del taller Espacio Colectivo, estudio caleño liderado por los arquitectos Aldo Hurtado y Carlos Betancourt.
Los arquitectos concibieron este proyecto de 8000 metros cuadrados con la intención de generar espacio público para la comunidad de Siloé, un barrio con más de cien años de historia, cuyo origen informal ha producido una deuda social que aún hoy se debe subsanar.
Con un índice de espacio público por habitante en el lugar de apenas 13 centímetros cuadrados, en contraste con los 15 metros cuadrados por habitante establecidos como indicador óptimo por la Organización Mundial de la Salud, era claro que el edificio no podía ser simplemente un claustro hermético.
Pero al tratarse de un sitio para niños pequeños debía asegurarse también su protección. Esta contradicción inicial –la necesidad de abrirse al contexto y aportar un área para la colectividad y, al mismo tiempo, permitir el control y la protección de los menores– fue determinante en la arquitectura del proyecto.
Para mediar entre estas dos condiciones, los arquitectos levantaron el edificio del suelo, de tal manera que ubicaron las aulas en un segundo nivel, mientras liberaron el primer piso para ceder parte de su área al barrio. Esto permitió ofrecer una porción del lote como espacio público y crear una transición entre la zona urbana y el interior del CDI.
Retrasaron los paramentos del nivel inferior para que el volumen superior se apoye en una columnata sobre uno de sus frentes, lo que generó una antesala que protege del sol de Cali, tanto a los usuarios como a los habitantes del sector. La expresión pétrea de las fachadas en piezas prefabricadas de concreto, dispuestas a manera de persiana vertical, contrasta con el patio ajardinado interior.
La dureza exterior se compensa con un vacío blando. Además del área cedida en el primer piso, las rejas del cerramiento se pueden abrir para integrar la calle con el jardín y promover el uso comunitario. Si el concreto aparece como el material principal, el color equilibra la imagen del proyecto y remite a los niños que lo habitan.
Una serie de cubiertas enchapadas en baldosas azules corona la construcción, al tiempo que una rampa roja se contorsiona en el patio para salvar la altura entre los dos niveles. Adentro, las aulas se distribuyen de tal forma que miren al barrio a través de balcones protegidos de las balas perdidas, frecuentes en Siloé, gracias a la persiana de hormigón.
¿Cómo crear un límite sin ocasionar una ruptura con el espacio urbano? ¿Cómo entender la arquitectura pública a partir del encuentro ciudadano? ¿Cómo concebir un edificio que a su vez genere áreas para el sector? Esta obra de Espacio Colectivo responde a estas preguntas con una arquitectura que surge desde el lugar físico, social e histórico donde se construye, consciente del clima tropical de Cali y de las necesidades de su contexto inmediato. Si la arquitectura pública es el cuerpo del Estado, aquí se le da la cara a la comunidad y no la espalda.
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