Una casa de campo que se posa sobre una montaña a las afueras de Medellín
Rodrigo Toledo. Arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / septiembre 14 - 2022

Hacer una casa, diseñar el espacio habitable de una familia, constituye un desafío arquitectónico. En este reto se debe actuar desde los hábitos de quienes usan el espacio, las costumbres, las subjetividades y los gustos específicos de aquellos que ahí van a residir.
Pero también es una serie de áreas, lógicas y objetos estandarizados que responden a una manera funcional e industrializada de vivir y construir. Pesea las infinitas diferencias de cada ser, todos necesitamos cocinar en una cocina, dormir en una habitación, bañarnos en un baño.
La arquitectura de lo doméstico opera precisamente en este punto intermedio entre lo singular y lo genérico. Una buena vivienda es aquella que logra una mezcla misteriosa y conmovedora de lo único con lo repetitivo. Tiene que combinar lo que es propio de quienes la residen y lo que es necesario para habitarla.
Esta casa en la montaña en Medellín de 550 metros cuadrados fue diseñada y construida por el arquitecto Camilo Ramírez en colaboración con el arquitecto Tomás Vega. Toda su esencia da cuenta de esto. En ella, la vida íntima y familiar aparece inscrita en una construcción lógica y controlada que se posa en el borde de una montaña boscosa a las afueras de Medellín.
La sobria presencia de la casa configura un acceso exterior salpicado de jardines. Esto obliga a recorrer la pequeña meseta que esta ocupa. Así se hace que la llegada sea un paseo en torno a un árbol que, como un centro, repliega la construcción hacia la periferia.
Entrar se traduce aquí en más que atravesar una simple puerta para convertirse en un evento a cielo abierto. Los volúmenes de concreto, madera, piedra y vidrio que contienen la morada buscan el paisaje a través de una geometría que se contorsiona persiguiendo la geografía.
La fuerza horizontal de su masa hace que el proyecto se comporte como el primer plano de una imagen que fusiona el cielo, la montaña, la vegetación y la arquitectura. El proyecto aparece desde el lugar, lo complementa y lo domestica.
Para entrar es necesario caminar sobre un espejo de agua. Hay que cruzar grandes lajas de concreto que conducen a una puerta transparente. Tras ella, el interior se revela superpuesto a los reflejos que el vidrio captura.
Los materiales de las fachadas de esta casa en la montaña en Medellín entran también a la casa para revestir muros, pisos y cielos en una estrategia que se plantea desde el diseño arquitectónico para que el exterior y el interior queden amalgamados.
Adentro, el ambiente se torna diverso. La componen ventanales, ventanas a ras de piso, cubiertas flotadas sobre muros de vidrio sostenidas por columnas metálicas. También tiene una serie de desniveles definen el área social.
Todo esto construye una sumatoria de zonas que se relacionan sutilmente entre sí, generando pequeños escenarios dentro de un único espacio abierto. La cocina, el comedor y el salón a desnivel se integran con un deck cubierto por una pérgola y atravesado por un jardín.
La zona social de la casa se define como un balcón aéreo que encuadra la vista lejana del oriente antioqueño. Un corredor paralelo a un estudio, concebido como una pequeña sala de cine, conduce a las habitaciones. Aquí la vivienda cambia su escala ajustándose al espacio íntimo que supone la privacidad y se asienta sobre el terreno permitiendo habitar el exterior en un segundo deck que articula las alcobas.
La madera, siempre presente, acompaña cada rincón y propicia un telón de fondo para el mobiliario y la decoración interior. Esta estuvo a cargo del estudio de diseño 5 Sólidos. La composición que resulta de la arquitectura, la disposición de los muebles y la vegetación de los jardines, diseñados por el paisajista Jorge Mesa, recuerda una versión tropical del espacio doméstico de la arquitectura moderna de la década de 1950.
Recorrer esta casa, atravesar sus volúmenes, nos convierte en espectadores y habitantes de un paisaje que entra y sale intermitente por las ventanas. Se escurre en jardines interiores, suena a lo que suena el bosque. Haciendo puente entre lo salvaje del exterior y lo controlado del adentro aparece esta vivienda en la que la vida transcurre bajo el dominio de las montañas.
Vea aquí todas las fotos de esta Casa en la montaña en Medellín:












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