En el diseño de esta casa en el Caribe colombiano se vincula la piscina y el mar
Zandra Quintero / octubre 3 - 2023

Crear un refugio para el descanso familiar, que lograra acentuar el vínculo con la naturaleza desde el confort y el disfrute, fue el propósito que dio origen a esta casa en Barú, una península abrazada por el mar Caribe, ubicada a 47 kilómetros de Cartagena de Indias.

El arquitecto David Restrepo y su equipo, de la firma David Restrepo Arquitectos, diseñaron esta vivienda de 810 metros cuadrados a partir de dos volúmenes unidos por un patio central, que tiene la función de integrar un elemento esencial de su privilegiado entorno: el agua.

El lote limita con el manglar y se abre al mar. “Buscábamos que la piscina y el mar se vincularan con el interior —dice Restrepo—. El mar entra visualmente a través de la grieta —el patio— hasta el mismo ingreso de la casa. La intención era que, al pasar el dintel de acceso, uno se encontrara con la presencia del mar”. Y fue precisamente esta búsqueda por incorporar la naturaleza lo que determinó el diseño y la materialidad del proyecto.
Los materiales empleados en la casa
El uso de los materiales —en especial de sus propiedades y tonalidades— fue esencial dentro de la estrategia del arquitecto para lograr no solo ese vínculo entre la casa y el lugar, sino también el confort necesario para que habitarla resultara una experiencia enriquecedora para los sentidos.

Esta propuesta de David Restrepo Arquitectos está llena de resonancias de la historia de la arquitectura, reflejadas en el ladrillo y el cemento, ya que este último toma la forma de calados —celosías—.

Por su parte, para la piel de la casa se acudió a un ladrillo —material favorito del maestro Rogelio Salmona— alargado y en tono marrón, “no solo por su estética, sino porque la arcilla permite conservar el confort y la inercia térmica en el interior, lo que hace innecesario usar aire acondicionado”, explica Restrepo.

Además, este material se ha empleado desde siglos atrás en climas tan calurosos como el del norte de África, el Medio Oriente o el sur de España —en cuanto a su arquitectura árabe—. “Así que no es de extrañar que hayamos optado por usarlo aquí, tal como Salmona y Gabo lo utilizaron en Cartagena”.

Si la piel envolvente es arcilla —que toma la forma de ladrillo—, el elemento que termina de vestirla es el calado de cemento antepuesto en la fachada. Este lleva de nuevo el antecedente árabe como ese medio que permite tamizar el aire para que circule por los interiores y los refresque, tan recurrentes en la arquitectura vernácula de la costa colombiana.

De hecho, Restrepo partió de la investigación previa que hizo en Barú cuando hace unas dos décadas diseñó el colegio de la localidad, utilizando estos elementos bioclimáticos y ornamentales tan identitarios.

Estos calados, más cerrados en el primer piso y más abiertos en el segundo, le brindan textura, interés y movimiento al proyecto. Por la noche, e iluminadas con distintas temperaturas, las fachadas se convierten en un alhajero, en una atrayente linterna.

Durante el día, los calados proyectan juegos visuales de luces y sombras, de llenos y vacíos que no solamente crean atmósferas visuales, sino también anímicas y estéticas. Esto se aprecia justamente en el patio central, que conforma una especie de claustro con la terraza del segundo piso, a partir del diálogo entre los calados, el ladrillo y la luz.

“Metafóricamente hablando, es como un claustro. Tiene una cualidad contemplativa, hasta conventual, si se quiere; es un punto de reconocimiento, de sombras, de aire, de silencio que termina por abrirse cuando la mirada encuentra el mar”, señala el arquitecto Restrepo.

Aparte del cemento y el ladrillo se destacan otros materiales, como la piedra de Indonesia de la piscina, cuyo color verde oscuro permitió lograr que, en efecto, esta se prolongue visualmente hacia el mar.

En el perímetro de la piscina se eligió un mármol travertino peruano, de tonalidad casi arena, al igual que el adoquín de las zonas de llegada. En el interior se optó por un porcelanato arena claro, que armoniza con la piel marrón y gris de la casa.

Ante la contundencia de la arquitectura, Restrepo decidió que el interiorismo fuera tranquilo y acogedor. En la zona social adyacente a la cocina abierta, de líneas contemporáneas, el mobiliario dialoga entre volúmenes orgánicos y limpios a partir del sofá modular y las mecedoras de Dedon, las lámparas de fibras naturales de Irene Arango o la escultórica luminaria de Basalto Estudio que se descuelga del patio central, la cual se convierte en punto focal junto a la barca de madera que también lo protagoniza.

Esta casa, que contiene un programa de ocho habitaciones y varias zonas para el disfrute en su interior y exterior —además de sistemas de domótica que garantizan su control inteligente— estaría incompleta sin el cuidadoso diseño paisajístico que incluye dos especies de palmeras —Nucifera y Phoenix— y olivos que nuevamente evocan los oasis del desierto.

En esta vivienda, la comunión con los elementos se hace posible desde el estar placentero y ocioso del Caribe colombiano.
Cinco puntos para destacar
1. Un patio central integra esta casa de 810 metros cuadrados con el agua, elemento esencial del entorno.
2. Los calados de cemento permiten la circulación del aire al interior.
3. El ladrillo, alargado y de color marrón, da confort térmico al interior, evitando el uso de aire acondicionado.
4. En el primer piso los calados son más cerrados; en el segundo, más abiertos.
5. El interiorismo es tranquilo y acogedor, pensado para complementar la contundente arquitectura.
Un excelente diseño