La casa mirador, una maravilla arquitectónica sobre la cordillera de Los Andes
Fotografía: James Silverman. Texto: Milly Aki. Traducción: Gabriel Hernández. / junio 18 - 2014
Casa Mirador resulta ser un nombre muy apropiado para este proyecto residencial de Undurraga Devés Arquitectos en un área suburbana hacia el este de Santiago, capital de Chile.
La implantación de la construcción saca el mayor provecho de los 1.200 metros cuadrados del lote inclinado; además de ser un hogar acogedor y confortable ofrece un punto de vista perfecto para apreciar la cordillera continental.
Para evitar competir directamente con el carácter rocoso del paisaje, los arquitectos optaron por crear un volumen único de líneas sencillas a escala con la geografía y orientado hacia la imponente cordillera. Su perfil, definido por una larga cubierta plana, se integra con la topografía y se adapta a la pendiente natural del terreno.
Una escalera externa y una rampa interior que se extiende desde la entrada hacia los espacios habitables y solucionan la comunicación entre los distintos niveles resultantes.
A partir de un voto de confianza otorgado por su cliente, los arquitectos echaron mano de su experiencia y sus investigaciones anteriores, y acudieron al uso de materiales característicos de su práctica como el concreto y el vidrio. “En muchos proyectos nuestra oficina ha tenido que ver con la exploración de las posibilidades de los espacios amplios e inclinados. Esta casa resultó ser una extensión de esas investigaciones”, sostienen.
Los ejemplos de referencia incluyen algunos de los trabajos más conocidos de Undurraga Devés como la Casa de la Colina (1990) –ganadora del premio internacional Andrea Palladio– y la Casa del Río (2001).
Los materiales utilizados fueron pocos y básicos, con el claro predominio del concreto a la vista. Cristián Undurraga trata este último como la versión moderna de la piedra natural, la cual está ausente en este diseño. Presente en toda la casa, el hormigón se usó hasta en las losas del piso del jardín.
La construcción es de tipo artesanal de baja tecnología y se ejecutó sin emplear elementos prefabricados, de manera que el resultado luce hecho a mano y la superficie adquiere el aspecto rudo y texturado que define el acabado de la estructura.
La madera de iroko, también llamada teca africana, se destinó para el revestimiento de los pisos interiores así como para los enchapes exteriores, agregándole vivos tonos ocres al gris rugoso de las fachadas. Un ingenioso uso de este material se nota en la entrada.
La puerta parece abarcar la altura total de la estructura, pero la hoja que se abre, de tamaño normal, está incorporada al enchape de madera, lo que la hace prácticamente imperceptible.
Interiormente la casa se extiende en un área de 360 metros cuadrados de espacios habitables que incluyen: cuatro habitaciones generosas (la alcoba principal en el nivel superior y tres en el inferior para niños y huéspedes), estudio, cocina independiente, comedor y sala integrados, zona de servicios y un garaje discretamente incorporado a la planta arquitectónica, pero desfasado del volumen principal frente a la fachada.
Considerada como un riguroso ejercicio de manejo del concreto, la Casa Mirador es una obra que sugiere un equilibrio especial; su arquitectura obedece a la naturaleza que la rodea y lo hace sin comprometer la comodidad o el diseño. De hecho, es este carácter formal y material el que la hace tan consecuente con sus alrededores y objetivos.