Una casa en la Sabana de Bogotá que lo hará sentir como en el campo
Por: Gabriel Hernández / Fotos : Mateo Perez / Producción: Gabriela Sanchez / mayo 21 - 2014
“Quiero una casa que me haga sentir en el campo”, fue la primera solicitud que le hizo una clienta a Horacio y Francisca Perry Bagés cuando entró en su oficina de arquitectura.
El pedido parecía fácil de cumplir si se tiene en cuenta que el sitio escogido para realizar el diseño estaba ubicado en un club residencial campestre en la sabana de Bogotá. Ya en el terreno, los arquitectos comprendieron que la recomendación tenía su lógica dado que las visuales del lote necesariamente estaban dirigidas a las instalaciones deportivas del club, como la cancha de golf y las residencias vecinas.
Uniendo la sensibilidad y la experiencia, el padre y su hija –arquitectos y socios– se sentaron a desarrollar un concepto de diseño en el que los jardines “se metieran en la casa para generar en el interior una sensación selvática”, según lo explica Horacio.
Para lograrlo idearon un sistema a fin de que los ejes de circulación de la casa remataran siempre en ambientaciones vegetales. Así sucede desde la entrada, donde la puerta se abre a un patio que ilumina el vestíbulo de ingreso que distribuye al salón y al comedor. Una escalera de un tramo entre el patio y el estudio del primer.
Comodidad y amplitud
Criterios funcionales determinaron la distribución de los espacios. Así, la habitación principal se ubicó en el primer piso, con una vista semejante a la de la zona social, pero aislada de esta por medio de un jardín que enmarca la vista de la ventana del estudio. Los dos hijos tienen sus habitaciones a espaldas de la de sus padres y aisladas de esta por otro jardín.
Mano a mano con sus clientes y siguiendo los parámetros de la copropiedad residencial en términos de volumetría y acabados, Horacio y Francisca estructuraron un programa de áreas y actividades que gira en torno a la amplitud y la comodidad, como lo muestra la alcoba principal de 25 m2 servida por dos baños independientes y un vestier de 9,5 m2.
El espacio central de la casa es la zona social de doble altura donde la sala y el comedor comparten la vista hacia el campo de golf del conjunto a través de un imponente pórtico de 7,8 metros de largo por unos 6 metros de alto, con puertas correderas centrales que se abren a una terraza de granito Sinú veta sobre el jardín.
En la esquina del rectángulo social, el comedor se puede extender a una terraza cubierta con una marquesina de vidrio a la que también se abre la cocina mediante una ventana que se despliega sobre un mesón de granito negro. De la misma manera, una partición corrediza corre sobre la mesa enchapada en baldosas de cemento que integra ambos espacios.
Construida y diseñada con criterios de actualidad, la casa tiene detalles que traen a la memoria las vivencias y el pasado de sus habitantes, como sucede con los pisos de madera natural con listones de 6 cm de ancho, como se acostumbraba en las residencias bogotanas de los años cuarenta, y con enchapes de baldosa de cemento verde y blanco, ajedrezada en el piso de la cocina y con motivos ornamentales en la mesa que se comparte con el comedor.
Los días en esta parte de la sabana pueden pasar de ser cálidos y soleados a fríos y brumosos, por lo cual la terraza del comedor cuenta con una cubierta de vidrio ensamblada en un tramado de viguetas y parales de acero al óxido, dando lugar a un ambiente divertido e informal equipado con parrilla de asados, un calentador de gas y las mismas mesas de póker que se usan en las fondas y cafés de Antioquia. Más formal, aunque cálida y confortable, la sala se amobló con piezas en tonos pistacho y chocolate que se escogieron en función del confort y el sosiego visual sin estridencias de estilo.
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