Casa TCJ en Brasil
fotografía: LEONARDO FINOTTI Texto: GUSTAVO HIRIART / diciembre 23 - 2014
La Serra da Mantiqueira es una larga cadena montañosa que se extiende por tres estados de Brasil, con un tercio de la sierra perteneciente a la región de São Paulo. Así, la Casa TCJ disfruta de esta vista al estar ubicada cerca de la ciudad Campos do Jordão, al noreste de la capital paulista.
Comenzar la descripción por el lugar parece adecuado ya que fueron el paisaje de montaña y una fuerte pendiente los que orientaron las decisiones principales. Por otro lado, la existencia de un bosque nativo en la zona baja del lote y la voluntad de mantenerlo intacto restringieron el área edificable.
De esta forma, la casa ocupa el tercio superior del terreno, a través de la creación de una larga plataforma horizontal que corta la ladera a 90 grados. Ahora, ¿cómo abrir la casa al paisaje y al contacto directo con la naturaleza y el clima templado sin perder privacidad? La solución se presenta en blanco y negro: la vivienda mira, vuelca claramente hacia las vistas mientras protege su espalda.
Y este recurso tiene también respuestas materiales bien definidas y contrastadas: el vidrio proyecta, por un lado, y el hormigón visto contiene, por el otro. La impactante presencia del valle ordena las funciones y las formas, y si bien Becker diseña cada espacio, cada elemento, el resultado parece natural, lógico.
El estar se abre en diagonal a las vistas de poniente, se proyecta hacia el exterior acompañado de la losa de hormigón en voladizo, a la vez que otra losa suspendida enmarca la panorámica hacia el bosque en el valle. También los dormitorios buscan la diagonal, en especial el cuarto principal que ocupa la esquina. Las terrazas, tanto en la planta alta como en la baja, convierten la casa en un mirador.
Sin embargo, la parte que enfrenta la calle responde a lógicas internas del proyecto, a una poética propia que habla del peso, de la técnica y de la construcción. El tanque de agua, único elemento vertical, señala el acceso al volar sobre este de forma dramática. La escalera, que también forma parte del bloque de hormigón, se muestra como tallada en la piedra artificial.
Tanque y escalera son elementos funcionales, repensados como motivos plásticos de gran expresividad.
El extremo del terreno fue reservado para ubicar la pequeña capilla, que como la vivienda, fue pensada para relacionarse con el exterior a diferentes escalas. La búsqueda de simplicidad del espacio de meditación es evidente, conformada apenas por un plano horizontal y un elemento vertical descentrado, que sirve de soporte para el altar y un pequeño campanario. Ambos planos fueron construidos en hormigón, no obstante se perciben livianos, sueltos.
El espacio se cierra perimetralmente con vidrios casi imperceptibles ya que no tienen estructura vertical, y el piso de madera de listones anchos, junto con los bancos rústicos, aumenta la sensación de conexión con la naturaleza.
Tanto desde la vivienda como desde la capilla el lugar parece más interesante que antes. Y es esa capacidad de la arquitectura de transformar algo sin tocarlo la que más emociona, porque ocurre dentro de la persona.