Arquitectura

Viajar en el tiempo

fotografía: Iván Ortiz producción: Ana maría zuluaga texto: catalina obregón / 
febrero 16 - 2016
Viajar en el tiempo
Más allá de los conceptos de ciencia ficción y las referencias fílmicas y literarias que inspiraron el diseño de esta casa, lo que más llama la atención es el ejercicio de experimentación con el concreto, donde arquitecto y constructor se atrevieron –y lograron– hacer algo nunca antes visto en Colombia: un acabado de concreto arquitectónico liso y brillante.

Para quienes no tienen gran familiaridad con el trabajo que implica la fundición del concreto estructural y arquitectónico, este “logro” puede parecer sencillo, incluso irrelevante. Sin embargo, aquellos que se han enfrentado al esfuerzo de construir estructuras perfectas en concreto, apreciarán que esta es una hazaña que vale la pena resaltar, así como el empeño y la terquedad de sus protagonistas: el arquitecto bogotano Carlos Granada y el ingeniero civil payanés Francisco de Valdenebro. Se conocieron cuando el segundo fue profesor del primero en la Universidad de los Andes, y se reencontraron tiempo después, cuando el que había sido alumno invitó a su profesor a ser el constructor del proyecto más ambicioso que ha hecho hasta ahora.

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Sentado en su oficina, un estudio en las Torres del Parque, Granada, de 38 años, hace un repaso por los factores que fueron determinantes para llevarlo a cabo. En primera instancia asegura que el punto de partida fue la decisión de que la casa sería de concreto. “Mi filosofía es que sin importar el presupuesto del cliente –que en este caso no era una limitante– quiero buscar la máxima eficiencia en costos y lograr que el diseño gane por encima de los acabados”.

En su decisión influyó también la experiencia adquirida en el manejo de este material al lado de la artista Doris Salcedo, con quien colabora hace más de diez años. “Cuando hicimos la grieta en la Tate de Londres, trabajé muy de cerca con expertos en concreto británicos del grupo Arup –quienes construyen para Rem Koolhaas y Herzog & de Meuron– y aprendí mucho”. Estando en ese proceso, un día, por accidente, “di con un material que al fundirle el concreto producía una calidad de espejo. Forré la formaleta de madera con un lámina de poliestireno y el resultado fue una superficie completamente lisa, suave al tacto”, recuerda Granada, quien se empeñó en que este sería el acabado perfecto para la casa.

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No obstante, una cosa es hacer un ensayo en una superficie pequeña, como muestra, y otra fundir un muro completo, obtener el mismo resultado y cumplir con los requerimientos de resistencia a la compresión. Por eso buscó a De Valdenebro, una de las personas que más conoce de concreto en Colombia, y quien trabajando junto a Rogelio Salmona desarrolló los concretos ocre. “Cuando Carlos me dijo lo que quería, pensé que estaba loco –recuerda el ingeniero–, pero me pareció un desafío interesante, por eso acepté ser el constructor del proyecto”.

Los primeros ensayos los hicieron en el sótano, donde las imperfecciones serían menos visibles. Diseñaron las formaletas revestidas en láminas de poliestireno y fundieron los muros, cambiando la lámina cada vez. “Creo que no se había hecho antes, porque es complicado, y se requiere mano de obra especializada. Es un trabajo artesanal. Lo fácil en el concreto es definir la textura; lo difícil, construir con una textura determinada. Hay que diseñar las formaletas, y retirarlas sin que se dañe la superficie”, explica De Valdenebro, quien quedó muy satisfecho cuando descimbró los primeros muros. Y aunque el experimento fue un éxito, en el camino tuvieron que hacer modificaciones.

Entre ellas perforar con pequeños agujeros el muro, para que la humedad pudiera salir, pues es tan perfecto el acabado, que el concreto queda completamente sellado, haciendo muy difícil que se filtre el agua residual.

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Con este tema definido, Granada tenía la base para consolidar el diseño de la casa, que además debía reunir y materializar una serie de conceptos importantes para sus clientes. “Querían algo diferente y divertido para sus hijos. Y después de ver la película El castillo ambulante, de Hayao Miyazaki, un animé japonés donde hay un castillo en el que entras por una puerta y te vas transportando en el tiempo, quisieron que la casa fuera como una máquina del tiempo”, recuerda el arquitecto, quien durante meses se dedicó a estudiar los escritos de Marcel Proust y las teorías de Stephen Hawking.

“En En busca del tiempo perdido, Proust comienza el texto comiéndose una magdalena y tomando una taza de té, y en ese momento se acuerda de las magdalenas que le daba su tía, y se transporta en el tiempo a la época cuando era niño. Pensé: “Esa es la sensación que hay que lograr acá”. “Y llegamos a la conclusión de que una máquina del tiempo es básicamente algo que estimula tus sentidos y te lleva a otro lugar, a otro tiempo y espacio”, reflexiona Granada, quien centró su propuesta de diseño en este concepto.

Utilizó también referencias a la máquina para habitar de Le Corbusier. “Queríamos que hubiera elementos que hicieran alusión a una máquina, que tuviera lectura como de un barco o una nave que de un momento a otro puede despegar. Con esto en mente elegí el color del concreto. Quería un blanco amarillento, una alusión a las máquinas del tiempo.» Casa para viajar en el tiempo.revista axxis arquitectura 7 Viajar en el tiempo

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