Centro Hospitalario Serena del Mar, un lugar amable e inspirador, diseñado para ayudar a sanar a las personas
Camilo Garavito / marzo 30 - 2022

“Un día recibí una llamada telefónica. Se presentó un caballero llamado Daniel Haime –de la firma Novus Civitas–, y me contó que tenían un terreno muy lindo y grande en las afueras de Cartagena, que querían desarrollar de manera especial y responsable. Me invitó a acompañarlos para elaborar el plan maestro de Serena del Mar”. Así narra su vinculación al proyecto Moshe Safdie, arquitecto israelí-canadiense fundador de Safdie Architects, cuyos más de cincuenta años de trayectoria lo han convertido en una de las principales figuras de la arquitectura en el mundo, siendo autor de obras tan diversas y paradigmáticas como Habitat 67, en Montreal; Marina Bay Sands, en Singapur, y el Museo del Holocausto, en Jerusalén. A pesar de no haber trabajado previamente en Latinoamérica, Colombia no le era un país extraño. “Las hermanas de mi madre viajaron a Colombia en la década de 1930, por lo que tengo tías, muchos primos y familia allá, una conexión muy fuerte”.

El reto consistió en elaborar el plan maestro de la parte interna, pues el frente sobre la costa ya estaba de alguna manera desarrollado. “Generamos la idea del Gran Canal, que conecta el manglar con el cuerpo de agua al otro lado del terreno, y en torno a él se estructuraron los lotes para los distintos proyectos y se definió el lugar para el hospital, el cual fue una petición expresa del cliente, sobre la laguna que creamos en la parte alta del canal”.

Luego de establecer el plan maestro, Novus Civitas inició la búsqueda de quien se encargaría de diseñar los edificios del complejo, entre ellos el centro hospitalario. “Le dije a Daniel: nunca he hecho un hospital, y es mi sueño hacer uno. He hecho de todo, aeropuertos, juzgados, museos, bibliotecas, pero nunca un hospital. Me encantaría poder desarrollar este”. A pesar de no tener experiencia previa en este tipo de edificios, Safdie recibió el encargo. “A veces los clientes preguntan: ¿cuántas bibliotecas has hecho?, ¿cuántos museos?, pensando que con esto garantizan un buen resultado, en lugar de enfocarse en lo importante, en qué tan buen arquitecto eres”. Para enfrentar el reto contó con la asesoría del Hospital Johns Hopkins, de Estados Unidos, y de una empresa dedicada específicamente al desarrollo programático de estos proyectos, con lo cual suplió cualquier vacío técnico que pudiera existir.


“Un hospital debe ser un sitio que eleve el espíritu, que te permita sanar, que reciba amablemente a los familiares que acompañan al enfermo, que ofrezca un lugar inspirador para quienes pasan toda su vida trabajando allí. Sin embargo, suelen ser edificios oscuros, demasiado grandes y difíciles de navegar –como algunos aeropuertos, llenos de líneas de colores y letreros en el suelo–. Por eso establecimos como puntos claves el acceso a la luz natural, la facilidad de orientarse y una organización clara del programa”.

El edificio tiene cinco pisos. En los dos primeros ubican los servicios ambulatorios, oncología, imágenes diagnósticas, obstetricia, urgencias y el auditorio, mientras que los dos superiores albergan las áreas de cuidados intensivos, hospitalización, laboratorio y cafetería. El tercero se reservó exclusivamente para las técnicas. “La tecnología cambia rápidamente. Tener un nivel dedicado a zonas técnicas permite reemplazar equipos obsoletos o hacer reparaciones sin tener que desmontar cielorrasos ni interferir en el funcionamiento del hospital”.

La clave para resolver el proyecto fue hacer de él un hospital-jardín. Para ello “establecimos una espina dorsal que es un jardín de bambú que atraviesa todo el edificio, desde la entrada hasta la parte trasera. Cuando circulas siempre estás en este jardín, incluso cuando utilizas los ascensores, que se ubicaron allí mismo. De esta forma obtienes siempre una orientación clara en el espacio. Cuando estas plantas crezcan estarás inmerso en un bosque en el corazón del centro hospitalario”.


Perpendicular a esta espina dorsal aparecen unos dedos: las alas que albergan el programa, articuladas por patios internos que llegan hasta el primer piso, los cuales sirven como áreas para estar y, a la vez, “traen luz natural al interior, no solo a las habitaciones, sino también a las salas de cirugía, a la zona de urgencias y a las demás dependencias. Todos esos espacios, que suelen ser oscuros e introvertidos, tendrán acceso a iluminación natural y a vistas sobre el jardín”.Con el fin de mantener un estricto control sobre la calidad del aire en el interior, el hospital funciona ciento por ciento con aire acondicionado. Sin embargo, la presencia del jardín de bambú, que genera sombra sobre el edificio, complementada con la incorporación de un sistema de persianas móviles exteriores que regulan la entrada del sol mientras permiten el acceso de la luz natural de manera tamizada, hace que sus consumos de energía sean lo más eficientes posible.

Los materiales usados apelan a la memoria y al espíritu de su entorno. La piedra de las fachadas es clara, con un tono que emula el de la coralina, mientras que las persianas exteriores, construidas en aluminio, son rojo granate que hace un guiño a la pintura que protege las maderas de ventanas y balcones en la ciudad de Cartagena.Construirlo en medio de la pandemia fue un reto, lleno de incertidumbres, pausas y reinicios. Sin embargo, uno de los miembros del equipo se quedó a vivir en Cartagena, más motivado por temas personales que laborales, lo cual les permitió tener un adecuado control del progreso de la obra. “El proyecto se pensó por fases, de tal manera que aunque no esté ciento por ciento terminado, su imagen siempre será la de un edificio finalizado y abierto a su uso”. Ahora que se avizora el fin de las restricciones e incertidumbres que trajo consigo la pandemia, Safdie está en proceso de confirmar su visita a su primer trabajo en América Latina. ■
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