¿Una casa de tierra caliente en medio de Bogotá? Conozca esta vivienda que lo sorprenderá
Fotografía: Iván Ortiz Producción: Diana Tovar Texto: Gabriel Hernández / abril 3 - 2017
El deseo de vivir una experiencia de “tierra caliente” a la altura de Bogotá llevó a una familia a remodelar una casa en los cerros de Usaquén, en uno de los pocos sectores de la ciudad donde aún predominan las residencias unifamiliares. Para la tarea escogieron a los arquitectos José María Rodríguez e Ivonne Valencia, reconocidos desde los años noventa precisamente por sus diseños abiertos e integrados con la naturaleza, construidos en condominios campestres y propiedades rurales de clima cálido, especialmente en la región de Anapoima.
La idea de establecer un ambiente cálido en el frío bogotano se hizo realidad hace casi 15 años y desde entonces ha probado su acierto funcional y estético. Ventanas de piso a techo en los espacios principales y una jardinería exuberante, a cargo de Germán Carvajal y Luis Javier Franco –arquitectos paisajistas–, fueron la base de una arquitectura que vincula el interior con el aire y la vegetación para hacer del verde natural el tema principal del diseño.
Así, una pasarela de pizarra sobre un espejo de agua, que corre paralela al muro que separa el garaje del jardín, conduce a la entrada principal, donde un vestíbulo permite seguir a la zona social con sala, a la derecha, o al comedor, a la izquierda. En la sala, un conjunto de sofás marrón y pufs plateados, del diseñador industrial Freddy Rincón, se ubican alrededor de una mesa de centro de cedro tintillado sobre un tapete hecho en rafia. “No me entusiasma la decoración minimalista…”, una declaración de principios de la interiorista bogotana Genoveva Quintero, que explica la presencia de apliques de metal oxidado, creados por el arquitecto Guillermo Arias, en armonía con un arcón tallado.
El comedor, que se abre a un patio interior, tiene una sobriedad modernista con una mesa alargada de ocho puestos. De la sala se pasa al estar familiar, de doble altura, donde un puf capitoneado hace de mesa de centro entre la pantalla de video y un sofá en “L”. El estar comparte una pequeña terraza con la alcoba principal que, al igual que todos los espacios de la casa, tiene una gran ventana que permite comunicar el interior con el jardín.
A lo largo del tiempo, la vivienda de dos pisos y cerca de 375 metros cuadrados ha evolucionado con nuevos espacios como la piscina, en el jardín posterior, que surgió de la existencia de un antiguo tanque de reserva de agua que se aprovechó para darle un novedoso uso, con diseño del arquitecto Julio Andrés Hernández, que mantiene elementos del lenguaje arquitectónico en cuanto a proporciones, materiales y acabados.
A su vez, la cocina fue ampliada para incorporar un patio interior que adecuaron como un nuevo espacio social y de actividad familiar, en el que se destaca la combinación de arte y color. Aquí, Genoveva Quintero propuso incrustar un Renault 4 en la pared, instalación ejecutada por el diseñador Freddy Castillo, complementada con señalización vial y una estantería de estructura de acero cromado y paneles amarillos y rojos.
En sus ambientes sociales y privados la casa conserva los valores originales de la arquitectura de Rodríguez y Valencia, dominada por la serenidad de los muros blancos, los pisos de madera y los grandes ventanales hacia los jardines, y ha evolucionado con las intervenciones de Quintero y los diseños e instalaciones de Freddy Castillo, quienes han logrado que la vivienda se mantenga fiel a su identidad sin renunciar a la renovación de sus espacios.