Estos tres proyectos, ubicados en Cali, Barranquilla y Medellín, presentan una mirada disruptiva y optimista frente a la ciudad, el uso racional del dinero, la austeridad en los materiales y la necesidad de utilizar de manera eficiente cada metro cuadrado. Estas son características comunes y valoradas de forma independiente por cada firma, para lograr un resultado arquitectónico sobresaliente. 

1. Liv 37, un edificio que lo tiene todo

Liv 37 es un desarrollo relativamente pequeño ubicado en Cali, compuesto por 10 apartaestudios de aproximadamente 37 metros cuadrados cada uno y un apartamento familiar de 125.

Diseñado por la firma antioqueña Toledo Estudio de Arquitectura y promovido por la también antioqueña CyG Gestión Inmobiliaria –esta última encargada de su gerencia y construcción–, el proyecto se implanta en medio del barrio Prados del Norte, que todavía mantiene un tejido de escala residencial, conformado principalmente por casas, parques, algún comercio pequeño y mucha vegetación. 

“Es un proyecto inmobiliario de pequeña escala, de los que desarrollan la ciudad predio a predio. Si bien este tipo de trabajos no tienen presión de grandes capitales y permiten cuidar más la arquitectura, afrontan un reto principal: hacer mucho con poco, teniendo muy presentes las limitaciones presupuestales”, explica su diseñador, el arquitecto Rodrigo Toledo. 

Su lugar de implantación es un lote esquinero, lo que da como resultado que la estructura se relacione en diagonal con un parque. Esta condición ofrece ventilación e iluminación naturales a todas las unidades.

Asimismo, para hacer frente a las condiciones climáticas y, al mismo tiempo, potenciar las relaciones entre los distintos habitantes del edificio, la arquitectura propone dos tipos de balcones. En los primeros niveles aparecen los profundos, que producen sombra y refrescan los apartamentos, mientras que en los pisos superiores son en voladizo y se alternan de tal manera que se genere una interacción visual entre vecinos. Así buscan “promover cierto sentido de comunidad en estos proyectos de vivienda turística, donde la población es flotante”.

La paleta de materiales es reducida prácticamente a dos: ladrillo de gran formato y superficies pintadas de negro que crean cortes horizontales continuos en la fachada y logran, con pocos elementos, la construcción de una imagen clara y contundente frente a la ciudad. 

2. Con olor a fruta: edificio Coco

Coco, por su parte, es un proyecto de Vivienda de Interés Social diseñado en Barranquilla por OAU, Oficina de Arquitectura y Urbanismo. Según explican los arquitectos barranquilleros Rodrigo Chaín y Andrés Oyaga, sus fundadores, forma parte de una serie desarrollada a través de la ciudad, que responde a la idea de dignificar el sector VIS.

Tanto en su materialidad como en su imagen, el edificio se basa en la identidad tropical del lugar, por ello su nombre proviene de una fruta, como otros ejecutados por la firma –Corozo o Papaya. 

“Se ubica junto al Batallón Paraíso, que en el futuro puede convertirse en un parque, y además está cerca al golf y al malecón”, explican los arquitectos. Teniendo una implantación privilegiada, inmerso en un tejido residencial consolidado y con una densidad baja, el lote ofreció la posibilidad de replantearse qué significa una buena Vivienda de Interés Social.

“Al final del día, es básicamente un precio máximo de venta. Su definición no tiene que ver con el diseño y su solución no necesita ser como se ve en esos grandes proyectos a lo largo y ancho del país. Quienes habitan estos desarrollos también merecen diseño de calidad y el hecho de tener un presupuesto restringido no debería ser una limitante para lograrlo”.

Entendiendo, entonces, que el reto era esencialmente económico, se liberaron de los lugares comunes. “Destilándolo a su esencia y haciendo que todos los elementos cuenten, se puede hacer una Vivienda de Interés Social mucho mejor de lo que hay en el mercado”. 

El diseño se estructura a través de un módulo muy estricto que permite estandarizar todas las piezas y que, además, define el ritmo del volumen. “Teniendo un presupuesto limitado, decidimos cortar los ladrillos en la mitad y ubicarlos perpendicularmente a la fachada.

Esto genera una serie de microsombras que refrescan el interior y hace que se entienda de manera general como un proyecto de ladrillo, usando mucho menos material”. Estos elementos verticales contrastan con el fondo de la fachada, terminada en un pañete color arena, con mayor durabilidad y menor costo de mantenimiento frente a un acabado pintado. 

El primer piso de Coco tiene un lobby y un salón comunal que plantean una relación franca con la calle, y algunas viviendas que disfrutan de sus terrazas en el antejardín. En el último nivel los servicios comunes incluyen el gimnasio, canchas y un espacio para mascotas.

3. La Palma, un edificio con un valor diferenciador

El edificio La Palma, entretanto, se construyó en el barrio Belén, en Medellín. “Es una zona estrato medio, donde la mayor parte de sus construcciones eran casas”, explica el arquitecto Juan David Botero, fundador de Planta Baja Estudio de Arquitectura y su diseñador. El sector poco a poco se densificó, pero como está en el cono de aproximación del aeropuerto, su altura, limitada, le otorga una escala muy amable hacia el peatón.

“El lote es esquinero y esas dos fachadas le permitieron una óptima luz y ventilación naturales en todos los inmuebles exteriores”. El edificio alberga 10 apartamentos, incluido un dúplex, con áreas que oscilan entre los 54 y los 110 metros cuadrados.

“Quisimos mantener el equilibrio en el presupuesto a partir de los acabados, porque nos fuimos por una estética completamente homogénea, en un solo material. La fachada se planteó en un ladrillo muy tradicional de Medellín, al que llamamos ‘bocadillo’. Los pisos en los interiores, balcones y terrazas se especificaron en gres. De esta manera, una vez el material era instalado quedaba al mismo tiempo terminado, sin requerir procesos adicionales”.

El ladrillo, dispuesto en celosía o de forma curva en respuesta a la esquina, entrega una diversidad estética llamativa a través del uso de un solo elemento. Por otra parte, sus balcones ofrecen miradas sesgadas hacia el exterior, resguardando la privacidad de sus habitantes mientras permite una relación controlada con el exterior.

El edificio fue inicialmente pensado para venta. Sin embargo, viendo el resultado, el cliente decidió mantener su propiedad y ofrecerlo a manera de renta. “Creo que entendió con este proyecto que el diseño tiene un valor diferenciador importante, y que un buen diseño no implica automáticamente un aumento en los costos”.

Con una mirada estratégicamente optimista frente al desarrollo de las ciudades, estos tres proyectos apuestan por dar valor al tejido urbano existente. A partir de intervenciones necesariamente austeras y a la vez rentables en términos económicos, y apelando a la claridad y sencillez en el diseño, ofrecen a su entorno construido y a sus habitantes una experiencia enriquecida del habitar.

Cinco puntos a destacar

1. La apuesta de valor en barrios residenciales con un tejido urbano y social consolidado, para densificarlos de manera responsable.

2. En estos proyectos se genera una relación directa y activa con la calle para construir un entorno urbano seguro.

3. Estos diseños, estratégicamente desarrollados, potencian la ventilación e iluminación natural de los espacios.

4. Los arquitectos entienden las restricciones presupuestales como un reto de diseño que no debe afectar la calidad de los espacios.

5. El uso honesto de materiales como el concreto, el pañete y el ladrillo, que se exhiben como acabados finales.