Hojas de palma y cañabrava, los materiales de esta aula de clase sostenible en Antioquia
Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor asistente de la Universidad Pontificia Bolivariana / febrero 24 - 2023

Esta pequeña aula en San Jerónimo, Antioquia, nace de un gran esfuerzo liderado por la fundación chileno-argentina Tagma. Enfocada en desarrollar proyectos en Latinoamérica que vinculen la educación y la sostenibilidad, la entidad tiene uno en particular que busca crear escuelas sostenibles.
El primer paso de esta travesía es adjudicar el diseño a un estudio local de arquitectos para luego construirlo durante un taller destinado a estudiantes de arquitectura y profesionales. En este último punto involucran a la comunidad beneficiada para promover la autoconstrucción. Tagma ha puesto en práctica esta iniciativa en Uruguay, Argentina, Chile y Colombia.

Para el diseño del proyecto en Colombia, la fundación contactó a la firma Plan B, liderada por los arquitectos Felipe Mesa y Federico Mesa. Su trabajo, durante las últimas dos décadas, ha abordado encargos de diferentes escalas. No obstante, gran parte de la experiencia del estudio antioqueño se enfoca en edificios educativos que, junto con la fundación Fraternidad, se han llevado a cabo para apoyar comunidades vulnerables en el país.
Gracias a una alianza entre Tagma y Fraternidad, el proceso de selección del lugar para la obra se hizo mediante un concurso en el que diversos municipios de Antioquia se postularon ofreciendo un lote. El ganador fue San Jerónimo, con la propuesta de un terreno que ya formaba parte de una institución educativa, lo que significó la oportunidad de construir no una escuela, sino un aula que complementara el plantel.

La estructura del aula
Los hermanos Mesa proponen una arquitectura en la que el sistema estructural lo resuelve todo. Su estructura portante, construida con troncos de madera inmunizada, se configura como una gran cubierta a dos aguas con amarres horizontales, en el mismo material.
El resultado es una sección en forma de A que sirve para dar estabilidad de manera sencilla, pero que además concibe una espacialidad unitaria. Una altura generosa que, debido a la pendiente, permite evacuar el agua de la lluvia rápidamente. Así, la estructura del proyecto trasciende su función de soporte para ser ella misma la arquitectura, una sola inteligencia que lo integra todo.
Por fuera, revistieron la estructura con hojas de palma en la parte alta y vidrios antirreflectivos en los laterales de la base. En los frentes dispusieron puertas de cañabrava y madera, que permiten abrir completamente el aula. Parte de los materiales fueron comprados gracias a la gestión de la fundación Tagma, y también consiguieron donaciones de materiales nuevos y reciclados.

En la parte superior aparecen dos plataformas con paneles solares que generan más de la energía necesaria para la operación del aula. Todo esto complementa los sistemas autosuficientes del proyecto. Los que incluyen tanques para la fitorremediación del agua –proceso de depuración del líquido–, luces led, recolección de aguas lluvias y, desde el punto de vista de sostenibilidad social, un trabajo importante con la propia comunidad. Los arquitectos propusieron, además, un plan de urbanismo que unifica este espacio con los otros edificios del colegio.
El proyecto arquitectónico de Plan B, fue construido por un grupo de profesionales, estudiantes y habitantes locales. Es una muestra de cómo la arquitectura autogestionada puede ser un instrumento de acción social y medioambiental en contextos en los que la presencia del Estado no llega. Se trata de una intervención que trabaja con lo que se tiene a la mano. Además, involucra a quienes la usan en todas sus etapas de desarrollo. La unión de los esfuerzos de muchos hace de este ejercicio una forma de generar un gran impacto con una intervención pequeña.
¡¡¡¡Genial!!!
Muy interesante!!
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