Un centro cultural en medio de glaciares, con salas de exposiciones y cine
Rodrigo Toledo / agosto 23 - 2023

El fiordo helado de Ilulissat, ubicado en la costa occidental de Groenlandia y declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, es un paraje ártico que, gracias a su fácil acceso, se ha convertido en un lugar ideal para la investigación sobre el cambio climático.

El Ilulissat Icefjord Centre, con 900 metros cuadrados de área, es un edificio de carácter cultural y pedagógico donde se combinan el arte y la ciencia, con el fin de promover la importancia de los casquetes glaciares.

El diseño del edificio, a cargo de la arquitecta danesa Dorte Mandrup, que dirige el estudio que lleva su nombre, se concibió como una curva construida que remata uno de los senderos existentes. La geometría variable de su sección produce una espacialidad interior que se contorsiona y se abre al mismo tiempo hacia el paisaje helado con fachadas acristaladas.

Este es un cobertizo donde el espacio abierto para exhibiciones se cuela entre piezas cerradas, también curvas, que contienen las dependencias administrativas, un laboratorio de hielo, una sala de cine y una recepción.
El diseño de Ilulissat Icefjord Centre
Su cubierta se inclina hasta llegar al suelo en sus dos extremos distantes, así los caminantes pueden subirse a ella para contemplar el fiordo desde una altura privilegiada. El edificio se habita en su interior y su exterior, una obra de arquitectura emparentada con las piezas de land art que hacía el artista Robert Smithson.

El sistema estructural consiste en una secuencia de pórticos de acero que, al variar su forma, definen la sección y la espacialidad. Tanto en el interior como en los revestimientos exteriores utilizaron la madera como único material, lo que refuerza el carácter escultórico del proyecto y ofrece un ambiente recogido en medio del frío.

La torsión del volumen evita que la nieve se acumule en la cubierta y las fachadas, mientras que su separación del suelo con palafitos de poca altura permite el paso de las aguas que se derriten, sin interferir en su recorrido.

Esta obra se inserta en medio de la geografía polar de su entorno, sin competir con los glaciares que la rodean. Renuncia a ser un hito para construirse, en cambio, como un pabellón modesto y acostado que crea un espacio para el encuentro social y con el paisaje por medio del aprendizaje, el arte y la contemplación.
Una arquitectura que se adhiere a los senderos que atraviesan el campo abierto y que invita a mirar y habitar el lugar. Geografía, arquitectura y movimiento son aquí la misma cosa.