La pandemia nos ha dejado varias lecciones sobre los espacios de trabajo
Camilo Garavito / marzo 29 - 2021
Este año terminarán de llegar las vacunas, se implementarán los procedimientos para aplicarlas a la población y comenzaremos a pasar la página de la pandemia del COVID-19. ¿Regresaremos ese día a nuestras oficinas a trabajar como lo hacíamos antes de
que apareciera el virus? Probablemente no. El año 2020 y seguramente gran parte de 2021 serán recordados porque dejaron grandes aprendizajes y retos, de cambios y transformaciones al interior de las organizaciones para responder a la nueva realidad derivada de la emergencia sanitaria. Ha mutado nuestra forma de vivir y de trabajar. Muchos de esos aprendizajes llegaron para quedarse.
La virtualidad
Entendimos que muchas de las reuniones podían reemplazarse por un correo electrónico, y que para las demás podíamos ahorrarnos los desplazamientos al conectarnos instantáneamente a través de un software de videoconferencia. La virtualidad nos ahorró viajes, tiempo y dinero, incluso mejoró la calidad de vida de algunos. El futuro vendrá cargado de más reuniones virtuales y de algunas físicas, pero estas últimas serán menos. Los espacios de trabajo deberán ajustarse a esta tendencia, que ya se implementaba tímidamente antes de la pandemia.
Según Natalia Heredia, arquitecta bogotana directora de la firma Interior 1 y cofundadora de la Asociación Colombiana de Arquitectos Interioristas –ACAI–, “el diseño de oficinas tendrá mayor diversidad de espacios enfocados en este tipo de interacciones: salas de juntas pequeñas, otras individuales o ‘cabinas telefónicas’, dotadas con la infraestructura tecnológica adecuada para hacer del contacto virtual lo más cercano y recurrente posible”. Esto se sumará a la mejora e implementación de los ambientes e infraestructura para trabajar desde casa. Las ventajas de la virtualidad, que tan drásticamente nos instauró la pandemia, seguirán presentes en el futuro.
Flexibilidad
Igualmente, los puestos de trabajo fijos y estáticos desaparecerán poco a poco y solo se mantendrán en casos indispensables. La norma serán las estaciones no fijas –hot desks– que puede usar cualquier miembro de la empresa. Esta forma de ver las oficinas permitirá trabajar con esquemas de horarios flexibles, facilitará la alternancia de los empleados y ayudará a minimizar el aforo dentro de los espacios. La maleabilidad en los diseños se traducirá en mayor área disponible por persona, que ayudará al distanciamiento social.
Cada vez se destinará menos área a los tradicionales escritorios y más a los ambientes de interacción, conversación y encuentro. Finalmente, lo que nos enseñó el COVID-19 es que estas acciones justifican la existencia de un espacio de oficina, porque lo demás lo podemos hacer desde casa.
Aire
Debido a la naturaleza del virus que nos acecha, entendimos la importancia de la circulación de aire y la ventilación. Los espacios cerrados y herméticos, apetecidos antiguamente gracias a que permitían un meticuloso control de la temperatura en su interior, quedaron en el pasado.
Está científicamente comprobado –desde mucho antes de la llegada de la pandemia– que las ventanas, la renovación del aire y el permanente contacto con el exterior generan ambientes sanos y saludables, en los cuales las personas son más felices y productivas. El fluir del aire, complementado con la luz natural y la presencia de la naturaleza, aumenta nuestro bienestar. Después de 2020 abrimos más las ventanas, apreciamos más las terrazas y disfrutamos más del espacio exterior como área de trabajo. Una ventaja para países como el nuestro, sin variaciones extremas de temperatura, en donde los climas amables nos invitan a vivir y trabajar de manera más abierta.
Asepsia
Si bien quedó claro que tomar la temperatura y limpiar los zapatos con alcohol a la entrada de los edificios son protocolos excesivos e inútiles para prevenir la transmisión del virus, también entendimos que minimizar el contacto con las superficies y facilitar su limpieza son estrategias efectivas y fundamentales a la hora de evitar su propagación. Las tecnologías sin contacto se implementarán cada vez más en accesos, ascensores, puertas y griferías, y en la misma línea, los materiales asépticos y con propiedades antimicrobianas se extenderán por pisos, paredes, escritorios y superficies de trabajo.
Aparecerán, tal vez, más lavamanos aquí y allí en las oficinas, con el fin de facilitar los procesos de higiene óptimos según nuestras nuevas costumbres. Todo para mantener las manos más limpias y libres del virus.
El futuro
Según un estudio realizado por Cushman & Wakefield a través de su Market Beat, la proyección a 2030 es que Bogotá tenga la segunda mayor proporción de metros cuadrados de oficinas Clase A –801.657 m2– en Latinoamérica, después de Buenos Aires, Argentina –828.777 m2–, y seguida por São Paulo, Brasil –428.548 m2–. Entre las características de este tipo de espacios está el tener una altura hasta de tres metros y el estar en edificios no antiguos.
A pesar de la pandemia el mercado sigue en desarrollo, lo cual es un panorama alentador y un voto de confianza para el futuro. Los ambientes corporativos regresarán a su actividad más pronto que tarde, transformados y reintentados. Algunas empresas requerirán incrementar sus áreas en respuesta a los nuevas dinámicas derivadas del distanciamiento social. Otras las reducirán para recaer con más fuerza sobre el teletrabajo. Todas interiorizarán los aprendizajes recibidos para implementarlos en su día a día y así poder abrazar la vida posterior al COVID-19. ■