La renovación de una encantadora casa madrileña de 1930
Texto y producción: Cristina Giménez / septiembre 7 - 2021
Esta casa en Madrid es un lugar pensado para compartir –tanto adultos como niños–. Es el hogar de un matrimonio formado por una paisajista parisina y un productor de vinos español, junto a sus tres hijos: dos chicos adolescentes y una niña. Ubicada en una colonia madrileña, la vivienda está inspirada en el modelo de ciudad-jardín de sir Ebenezer Howard (1850-1928), urbanista británico cuyo sistema consiste en una comunidad establecida en un entorno natural separado de la gran urbe, pero muy bien comunicado con esta por diversos medios –como el tren, por ejemplo–. Este hogar, pensado para los momentos familiares y con amigos, está distribuido en tres plantas muy bien definidas: la inferior, dedicada a la vida social, con el salón, el comedor y la cocina –además, tiene acceso directo al exterior–; la superior, el territorio de los niños, y por último el ático, que aunque lo idearon como un espacio reservado para los adultos, termina invadido por la familia en pleno.
Cuando los actuales dueños encontraron la casa, necesitaba una reforma. Lo primero que hicieron fue abrirla al exterior. La planta baja ahora se baña con la luz de un patio presidido por un frondoso jardín vertical diseñado por el botánico Patrick Blanc, con quien colabora la propietaria en distintos proyectos. En un muro de apenas 15 m2 conviven noventa especies de plantas gracias a un sistema constructivo brillante que recoge el agua y deja caer la que no necesita en un estanque lleno de percas –pez de agua dulce– que la purifican. Otro gran patio rodea el edificio y compone un frondoso oasis urbano.
Interior vintage
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En la decoración huyeron del típico mueble de diseño buscando la calidez y la sencillez. La cocina está abierta al salón y al comedor, pero con posibilidad de cerrarla con una puerta corredera que hace las veces de pizarra, con dibujos de los niños, fotos, notas, etc. El mobiliario francés vintage, herencia de familia, pone una nota sofisticada.
Destacan el escritorio y la silla del arquitecto, diseñador e ingeniero Jean Prouvé o las sillas Beaubourg en el comedor, concebidas en 1976 por los arquitectos Richard Rogers y Renzo Piano para el centro Georges Pompidou, un diseño apilable hecho de rejilla de acero cromado y almohadones de cuero. Recuerdos de infancia acompañan a estas últimas, la propietaria del apartamento las utilizaba en su adolescencia cuando iba a estudiar a la biblioteca del famoso centro de arte, años más tarde fueron adquiridas por su padre en una subasta.
Los pisos al igual que los armarios de la cocina se cubrieron con maderas recuperadas de antiguas barricas de madera de roble, homenaje a la profesión del padre de la familia.Hay que destacar que la reforma de esta vivienda se planificó para ser transformada con el tiempo. “Cuando tienes niños la vida cambia mucho en pocos años. Proyectar la casa teniendo esto en cuenta y pensando en ellos, te relaja mucho”. Esta filosofía es sobre todo evidente en la primera planta, donde la escalera desemboca en un distribuidor que da acceso a dos dormitorios: el de los chicos, que cuenta con un panel deslizante que permite dividir el amplio espacio en dos cuartos con sus mesas de trabajo y respectivas literas para alojar a los amigos de la pequeña tropa; y el de la niña, que cuenta con su propio baño integrado.
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La estética de los cuartos es deliberadamente neutra, con muebles de roble hechos a la medida y textiles de tonos naturales, aquí cada habitante personaliza su espacio a través de los objetos.Arriba, en el dormitorio principal, el techo del ático es el gran protagonista –condiciona y delimita el área útil–. De nuevo la propuesta presenta ambientes diáfanos y abiertos en los que se integran los lavamanos y una espléndida bañera exenta (totalmente independiente). Todos los espacios de esta casa son pequeñas escenografías cotidianas que invitan a vivir en compañía.