La Casa Barnard, una pirámide truncada
Fotografía: Leonardo Finotti. Texto: Gustavo Hiriart / mayo 26 - 2014

La arquitectura portuguesa se ha ganado un importante espacio dentro de la arquitectura mundial de la mano de arquitectos como Alvaro Siza o Eduardo Souto de Moura (este último premio Pritzker, el premio más importante entre los arquitectos) Estos proyectos se caracterizan por su calma y precisa expresión, una arquitectura de pocas palabras pero de efecto potente.
Ricardo Bak Gordon, arquitecto portugués con más de veinte años de experiencia, proyecta esta casa de fin de semana en el sur de Portugal en la región de Algarve, la que se caracteriza por sus suelos secos y rojizos, y su vegetación escasa, poblada en este caso principalmente de olivares.
El proyecto ocupa el extremo de una parcela sin vistas más allá de la naturaleza próxima; una plataforma cuadrada, con veinte metros de lado, da soporte a la vivienda, mientras que otra plataforma rectangular contiene la piscina y debajo el garaje. El blanco total de ambas intervenciones contrasta fuertemente con las rocas y la vegetación que conforman el paisaje circundante.
Desde fuera emerge el volumen de la Casa Barnard, una pirámide truncada, un prisma deformado en su parte superior, donde muro y techos aparecen como el mismo elemento. Una segunda mirada nos muestra una serie de espacios de sombra, donde el muro exterior cede y aparecen cuatro patios que perforan la caja. Estos patios son los encargados de regular la relación entre interior y exterior, se proponen como antesalas acondicionadas en contraposición al exterior; de hecho todas las aberturas de la vivienda se proyectan hacia estos espacios semiexteriores.
Si bien los cuatro patios rompen la caja homogénea, el arquitecto propone unos cerramientos livianos (acero y cañas) que reconstruyen el prisma, a la vez que dan sombra y protección.
Contrariamente a lo que se percibe desde fuera en el interior de la vivienda prima la diversidad, el espacio se desarma en colores y materiales distintos. El techo toma una expresividad propia separándose de los muros: una cascara interna de hormigón visto que cubre todos los espacios. El pavimento, por otro lado, está conformado por baldosas calcáreas, un plano suavemente amarillo, el que continúa también en los patios.
Finalmente, y la nota de color más notable, está puesta en los cerramientos internos, definidos por armarios pintados en fucsia que delimitan o dan continuidad, según el caso, a los espacios interiores. En la cocina vuelve a aparecer el blanco exterior, y el mismo armario que vemos en las demás habitaciones también se pinta de blanco, permitiendo el destaque de la gran luminaria de acero sobre la mesada.
Bak Gordon aprovecha cada oportunidad de proyecto para experimentar sobre la doble condición de modernidad y tradición, propia de la cultura contemporánea lusitana: lanza un desafío y propone una tregua. La casa aparece como un prisma ciego, sin embargo cuatro frescos patios acondicionan el exterior mediante pérgolas y permiten la conexión del interior con el paisaje; propone un techo a cuatro aguas, pero lo descentra, de manera de distorsionar el volumen resultante alejándose de toda alusión a la arquitectura tradicional con tejado; y en el interior combina materiales cálidos con colores fuertes que dan fluidez al espacio. La Casa Barnard es simple y compleja a la vez, es dura y amable, blanca y colorida, un fiel representante de la arquitectura portuguesa.