Arquitectura

El Museo de Arte de la Universidad Nacional se traslada

Fotografía: cortesía galería NC-arte Texto: Camilo Sánchez / 
septiembre 21 - 2017
El Museo de Arte de la Universidad Nacional se traslada
El artista bogotano Nicolás Consuegra presenta en la galería NC-arte su nueva instalación, donde traza una reflexión sobre las transformaciones arquitectónicas y cómo estas pueden articular un discurso artístico.

Dentro de las múltiples zonas del arte contemporáneo, el artista Nicolás Consuegra (Bogotá, 1976) se ha inclinado por explorar una donde la arquitectura, la escultura y la instalación convergen. Se trata de las denominadas obras de lugar específico, impulsadas inicialmente por creadores estadounidenses a finales de los años sesenta, con el objetivo de instalar y de desarrollar sus piezas directamente en el área de exposición. La idea era trasladar el proceso creativo de los talleres a otras locaciones como galerías y museos.

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La muestra El espacio del lugar, el lugar del espacio, instalada en la galería NC-arte del barrio La Macarena, en Bogotá, explora precisamente las presiones que se generan en ese diálogo migratorio. Para este trabajo, el artista incrustó una réplica a escala de la sala principal del Museo de Arte de la Universidad Nacional dentro de la galería bogotana. El resultado, en palabras de su autor, es una tensión constante de la cual se desprende un tercer espacio: “Que no es ni el uno ni el otro, es una amalgama de los dos. Entonces, para una persona que no conozca estos dos lugares, hallará pistas, verá que en ciertos momentos hay una cantidad de columnas de más, o que están muy cerca unas de otras, o que unas están pintadas de blanco y otras de concreto crudo”.

Se produce, así mismo, un vínculo entre un museo universitario público que data de los primeros años setenta y una galería privada abierta hace apenas siete años. ¿Por qué escogió estos dos espacios? La respuesta es clara. Se trata de las dos únicas instituciones en Colombia cuya línea curatorial está enfocada en comisionar a artistas que trabajan obras de lugar específico. Consuegra cuenta que este tipo de labor tiene una dimensión interesante, pues en un principio son piezas pensadas como manifiestos en contra de la mercantilización del arte. Basta con repasar algunas instalaciones del artista conceptual californiano Michael Asher, u otras grandes intervenciones pensadas para no ser vendidas, aunque el mercado del arte siempre ha hallado canales para su consumo a través, por ejemplo, de fotografías o de maquetas.

La pregunta central en torno a la cual trabajó el artista está lejos de arrojar una respuesta clara. ¿Es el lugar el que genera el espacio? O ¿es el espacio el que genera el lugar? Hay literatura suficiente de teóricos del arte, o filósofos, que abogan por una u otra solución. De cualquier forma, el artista, que vive entre la capital y Boston, en Estados Unidos, apunta que lo interesante del proceso ha sido ver cómo la arquitectura genera dinámicas impensadas: “La arquitectura no es un lenguaje neutral, cada uno de estos espacios trae unas condiciones y unas claves de comportamiento muy particulares. Eso produce unas sensaciones puntuales. El espacio está hablando, anteponiéndose, yuxtaponiéndose, y el visitante se halla en la mitad de esa fricción”.

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Y es que en el proceso de investigación para El espacio del lugar…, exposición curada por Claudia Segura, directora de NC-arte, Consuegra fue recogiendo coincidencias que sumaban capas de interés a su relato. Especialmente el peregrinaje por el cual ha pasado el museo universitario. Lo cuenta el artista: “Primero estuvo ubicado en un edificio de la Facultad de Filosofía, sobre la calle 26. Luego, a finales de 1960, sale del campus universitario y empieza a migrar por Bogotá. Pasa por el edificio Bavaria. Después por un local en la carrera 7 con calle 22, y también por el Planetario Distrital. Es interesante ver cómo hay una constante en la historia de esos espacios que eran habitados por otros de uso diferente. Tomemos otro ejemplo: el del Museo Nacional, que fue una antigua cárcel, el panóptico nacional. No es que haya sido un inmueble construido inicialmente para ser museo, pero hoy en día funciona como tal. Cabe plantearse la pregunta de ¿cómo sería ese espacio cuando había presos?”.

De hecho, la vieja casona donde hoy funciona NC-arte fue, entre otras cosas, un jardín infantil. ¿De dónde surge, entonces, el interés por la arquitectura?: “En mi trabajo hay un constante diálogo entre disciplinas. Esta me parece que es mi obra más dramática. Surge de un ejercicio muy meditativo. Y sin ser panfletario, ni mucho menos, creo que sí hay una propuesta de profundizar en momentos bien particulares de la arquitectura. Fíjese por ejemplo en el componente histórico. Hoy en día en la Candelaria, o en ciudades como Barichara o Cartagena, hay un proceso de mutación urbana muy importante, donde las fachadas de casas antiguas se dejan intactas como parte de la memoria, pero de puertas para adentro se destruye y se remodela casi todo. Creo que en ese sentido también se pueden evidenciar esas tensiones y reflexionar sobre ellas a través del arte”.

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