Oda al modernismo
FOTOGRAFÍA: mads mogensen PRODUCCIÓN: martina hunglinger / octubre 6 - 2016
A Craig Ellwood, conocido por sus propuestas minimalistas de acero y vidrio, y por fusionar la formalidad del estilo de Mies van der Rohe con la tendencia más relajada de los californianos, le comisionaron diseñar una casa para la familia Daphne, en vista de que la relación con Van der Rohe no había funcionado puesto que la señora Daphne lo consideró muy “obstinado”.
Aunque no se había graduado de arquitecto, este proyecto permitió que Ellwood mostrara su talento. Sus inicios en la arquitectura –calculando los costos de las obras– se reflejan en la manera como abordó la estructura de modo que pudiera usar vidrio y acero a cambio de ladrillos y cemento, y de esta forma crear un juego de luces y sombras, donde los protagonistas son los elementos: sol, aire y agua. Su filosofía consistía en que la arquitectura iba más allá del estilo o el simbolismo: se trataba de enriquecer la alegría y el drama de vivir, creando un impacto emocional, que inspirara y animara a la gente a la vez que era coherente en su estructura y materiales.
Esta casa no es meramente una expresión de la filosofía del arquitecto, sino una expresión de su tiempo y su lugar, optimizando el uso de la tecnología existente para crear una celebración armoniosa y hermosa de la arquitectura.
Construida en 1962, en esta casa de pabellones geométricos depurados, las columnas de soporte sencillas y dobles, el acero expuesto y el uso extensivo del vidrio hacen que se perciba ligera; además, tiene ecos de la casa Farnsworth, de Mies van der Rohe. Con una planta en forma de «U», cuenta con seis dormitorios y cuatro baños.
Está erigida sobre una capa de piedras negras mexicanas con agua que con sus reflejos crean un efecto como si la vivienda estuviera flotando, mientras que el interior tiene piso, paredes y techos blancos. La construcción está perfectamente alineada: las líneas del porche anterior la atraviesan de manera continua hasta la parte de atrás, mientras que las líneas de los pisos se encuentran en sintonía con las vigas y los marcos de las ventanas, la simplicidad de la paleta de color, donde predominan el blanco y el negro, intercalados con toques de madera oscura, aporta al rigor del diseño.
La vivienda pertenece en la actualidad a una familia asiática-americana: Christine Wu, que anteriormente trabajaba en la industria de la moda, pero ahora está dedicada a la gastronomía; su esposo, Toni, que es un abogado, y sus hijos, Coco y Gio. “Estábamos buscando una casa de estilo mediterráneo, pero no encontramos nada que nos gustara”, explica Wu. “Un día, de la agencia inmobiliaria nos dijeron que había una que no tenía nada que ver con lo que queríamos, pero que los niños podrían ir caminando a la escuela, lo que era un gran ventaja para nosotros”, añade. “No sabía nada de arquitectura moderna, no sabía quiénes eran Charles y Ray Eames o Craig Ellwood, puesto que nunca me ha gustado lo moderno, me considero muy tradicional. Pero en el momento que entré en la casa me enamoré de ella y del feng shui tan maravilloso que tiene”.
Las paredes de vidrio enmarcan y se conectan directamente con la naturaleza: parece no haber barreras entre el interior y el exterior, aun así, resguardan a sus habitantes. “Me siento una con la naturaleza, como si estuviera afuera acampando, pero protegida. Muy segura, pero en medio del bosque”. Su amor por la casa es evidente en el entusiasmo con el que describe los sentimientos de paz, serenidad, buena energía y la conexión entre tierra, naturaleza y vida moderna. “No tenemos cortinas, así que me siento durmiendo en el campo de golf hacia el que tenemos vista. Ni siquiera sientes las paredes, solo ves el verde al otro lado del vidrio. No quería cortinas, así que en la noche, cuando me desvisto, apago las luces”.
La pareja la ha restaurado parcialmente, conservando al máximo el diseño original. El interior necesitaba bastante remodelación: las redes eléctricas tuvieron que rehacerse, los tapetes se cambiaron por piso de terrazo y los muros de madera se pulieron. Como es una casa de gran importancia arquitectónica, todas estas modificaciones tuvieron que ser aprobadas por el Architectural Review Board y un historiador de la Universidad de Stanford. Ese proceso tomó más de un año.
Arquitectónicamente, la piscina se diseñó como punto central de la casa, pero para esta familia, el corazón está en la cocina. “Nos tomó casi cinco años encontrar repuestos y piezas para restaurar la antigua estufa eléctrica y el panel de radio e intercomunicador que tenía al lado; pasamos la nevera a la parte de atrás y la reemplazamos con estantes cubiertos de madera de nogal.»
Está amoblada con algunos elementos originales que se han combinado con clásicos del diseño de los sesenta y piezas contemporáneas únicas. Sin embargo, aclara la propietaria: “Mantuvimos todo lo que pudimos preservar, pero infortunadamente la mayoría de los muebles estaban en muy mal estado. Michael Deangelis, de Deangelis Interiors, en San Francisco, colaboró en la adecuación “especificando muebles sofisticados y acordes con el período de la casa, de metal y madera, que complementan las líneas depuradas de la vivienda y hacen eco de la visión arquitectónica y artística de Ellwood”.
Esta casa única, luminosa y de diseño impecable ha adquirido una nueva vida gracias a la familia Wu, que disfruta sus áreas amplias y generosas, la armonía interior que se funde con el verde del paisaje circundante, e incluso la barra de ballet en la piscina que Daphne instaló para sus hijas, y que Christine espera que algún día inspire a su hija a bailar.