La arquitectura contemporánea debe mirar al pasado para evolucionar
Catalina Obregón / octubre 18 - 2019
“No se trata de hacer una fachada llamativa. Arquitectura es crear un espacio, y este es el punto de partida de nuestro trabajo. El objetivo no pretende lograr un edificio icónico, sino ambientes donde la gente pueda convivir e interactuar. Es mirar desde otra perspectiva para encontrar la clave que le dará forma al proyecto”, afirma el arquitecto italiano Francesco Fresa, mientras disfruta un expreso en el restaurante del hotel donde se hospedó en el parque de la 93 en Bogotá. Vino con su socio en la firma Piuarch, el arquitecto venezolano Germán Fuenmayor, para dar una charla sobre la ciudad del futuro en un evento organizado por la embajada italiana.
Para entender su visión del futuro es importante hablar del pasado y del presente. En particular, de cómo su firma –con base en Milán, elegida en 2013 la mejor de su país por la Sociedad Italiana de Arquitectura– ha logrado trascender y posicionarse a partir de una filosofía honesta y sencilla: el contexto es todo. “La arquitectura que se relaciona con su entorno crea vínculos con el lugar donde se construye. Pueden ser referentes culturales, materiales locales, proporciones… Hoy vivimos en un mundo globalizado y es importante incluir estos factores en los proyectos”, explica en un inglés fluido con marcado acento italiano.
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Para él, se trata de respetar la cultura a la que pertenecemos y darles forma a las ciudades a través de la continuidad, con una arquitectura contemporánea pero que se relacione con los edificios y los espacios que la rodean. “No pensamos en el edificio como objeto. Primero miramos lo que hay alrededor. Necesitamos límites, barreras, referentes para empezar a crear”, reflexiona Fuenmayor. “Tendríamos dificultades al pensar en un proyecto en el desierto”, añade con humor Fresa, crítico de lo que algunos denominan arquitectura globalizada, y que él define como el “efecto Dubái”. Este se resume en construir el rascacielos más alto e impresionante, sin tener en cuenta el perfil de la ciudad donde se implanta o la idiosincrasia de la comunidad. Son proyectos donde –en algunos casos– predominan el ego y la pretensión sobre el aporte al urbanismo y el funcionamiento del lugar.
Juegos ópticos
Esta visión clara y contundente, materializada en sus propuestas, les ha conseguido algunos de los clientes más codiciados y diversos del mercado. Entre ellos, casas de moda como Gucci, Dolce &Gabbana, Fendi y Givenchy, o Gazprom, la empresa de gas rusa. Aunque no tienen un sello específico, en sus proyectos se percibe un hilo conductor que evidencia algunos de los métodos empleados en su proceso creativo.
Hace más de 22 años, cuando fundaron la firma Piuarch junto con Monica Tricario y Gino Garbellini –los otros dos socios–, sus primeros trabajos se relacionaron con el movimiento moderno de la arquitectura. “Tuvimos influencia de la obra del arquitecto Giuseppe Terragni (1904-1943), donde predominan el blanco y las formas racionales. Con el tiempo nos hemos soltado hasta llegar a un punto de libertad formal y conceptual”, explica Fuenmayor, mientras busca en uno de los libros que se han editado sobre su estudio, un ejemplo de esta evolución.
“Hoy miramos al mundo del arte en busca de inspiración y nuevos lenguajes. En especial el arte óptico y cinético. Por ejemplo, el manejo del color en la obra del venezolano Carlos Cruz-Diez (1923-2019) o la plasticidad de las estructuras de Getulio Alviani (1939-2018) –continúa Fuenmayor–. Nos parece interesante cuando la imagen del edificio cambia de acuerdo con la perspectiva desde donde se mire. A medida que la persona se mueve, las visuales se transforman, como una ilusión óptica”.
Para ilustrar este concepto se remiten al edificio de Gazprom, en San Petersburgo, Rusia. Este proyecto planteó un reto interesante, puesto que debían intervenir un lote en el centro de la ciudad –a pocos metros de la catedral– sin alterar la fachada existente. “Fue como trabajar en el centro de Venecia, la oficina de preservación de patrimonio debía autorizar
todo, así que tuvimos varias limitaciones”.
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La solución, un edificio “introvertido”, dejó la fachada intacta y aprovechó el área de 23.500 metros cuadrados para cumplir con el programa –oficinas, zonas de recreación, hotel y un restaurante–. En vez de hacer una edificación maciza, propusieron un sistema de cuatro patios internos. Cada uno sobresale por el color de sus fachadas, estructuradas a partir de paneles de vidrio verticales en tonos que van desde el dorado hasta el verde y del azul al rojo, instalados con diferentes orientaciones. “De afuera, esto genera un efecto caleidoscópico, el reflejo no es estático, se fractura y cambia de acuerdo con tu movimiento y la luz”. En este caso, explica Fresa, la obra del pintor Kazimir Malévich (1879-1935), basada en la fuerza del color y la geometría, les sirvió de referente. “Fue uno de los artistas rusos más innovadores de su tiempo”.
Forma y función
Han realizado varios proyectos para Dolce &Gabbana, uno de sus primeros clientes en el mundo de la moda. Quizá uno de los más interesantes sea el edificio de oficinas en Milán. El objetivo implicó lograr juegos visuales a través de la exhibición de las prendas y la estructura de la fachada, construida en su totalidad con placas de vidrio opalizado perpendiculares a los ventanales. Por eso, con el cambio de cada colección, se transforma.
Además de la propuesta estética, este proyecto tuvo un importante factor experimental y de investigación, que trabajaron en conjunto con el Politécnico de Milán. “En esta oportunidad quisimos que las placas de vidrio tuvieran un rol estructural, y no recurrir a los perfiles metálicos. Al final logramos un efecto muy simple, el edificio se percibe como una caja de luz. En un punto es completamente blanco y cuando te mueves se ve transparente”. Entre los proyectos recientes de la firma ha llamado la atención el Gucci Hub, el centro de operaciones de la casa de moda italiana, en una fábrica de aviones abandonada. “El reto era adaptar un campus con varias construcciones de los años veinte del siglo pasado, a un nuevo uso, con un aire contemporáneo, pero que respetara e incluyera la historia del lugar”.
En estas instalaciones funcionó la firma aeronáutica Caproni, desde 1915 hasta los años cincuenta, cuando se declaró en quiebra. Desde entonces los edificios y hangares, construidos con ladrillo a la vista, quedaron abandonados. “Era un área en los suburbios de Milán, estaba desaprovechada y no había dinero para convertirla en museo o galería. Cuando Gucci la adquirió empezamos a estudiar el lugar y entendimos que lo que había sido un espacio para el diseño y la innovación, continuaría siéndolo”, explica Fresa, quien junto con sus socios optó por conservar y obtener el mayor beneficio de las instalaciones existentes.
“En contraste con esto, decidimos que las construcciones nuevas, como la torre de seis pisos, fueran completamente modernas y algo radicales. Siempre teniendo en cuenta el diálogo con el contexto, el respeto por los materiales y las proporciones. Así logramos un balance entre pasado y presente, que funciona muy bien en esta propuesta”.
Ciudad del futuro
Son varias las reflexiones que estos arquitectos han hecho sobre el futuro de la arquitectura y cómo se configurarán y funcionarán los centros urbanos dentro de unos años. “No se trata de imaginarse escenarios hipertecnológicos y de ciencia ficción futurista, tipo Blade Runner. Para vislumbrar las ciudades que les dejaremos a nuestros hijos, y asegurarnos que sean sostenibles, viables y habitables, hay que mirar al pasado”.
Como referente están las ciudades italianas, donde abundan las plazas, los parques y los cafés con mesas afuera, que aportan calidad a los espacios urbanos. “Vivimos cada vez más aislados, conversamos por WhatsApp, en vez de ir al cine vemos Netflix, ya no vamos al mercado o a los centros comerciales, todo se puede pedir online. Por esto, debemos crear lugares para interactuar, para compartir”. Para Fresa es importante desacelerar, y sin negar los avances de la tecnología, entender que esta herramienta puede ser útil a la hora de encontrar una respuesta a determinada problemática, pero no es la respuesta. Considera necesario buscar un equilibrio, donde la solución no sea hiperpoblar las ciudades al punto de que se vuelvan invivibles. “Hay que pensar en los espacios donde vive la gente. Tu ciudad ideal es donde eres feliz, donde hay lugares para compartir en familia, accesible y democrática en el uso de los espacios”.
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No obstante, enfatiza que este es un ejercicio de suposición. “No creemos tener la respuesta de cómo será la ciudad del futuro, solo tenemos una aproximación a la pregunta y una enorme duda –dice con una sonrisa antes de concluir–: pero estamos seguros de que la arquitectura contemporánea está mirando al pasado para evolucionar”.