Poli Mallarino y Beatrice Dávila de Santo Domingo
Texto y Fotografías: Mónica Barreneche Olivares. / febrero 8 - 2018

La puerta de gran formato de madera tallada de la calle 10 con carrera 8, en el centro de Bogotá, esconde una pieza clave de la restauración arquitectónica de la ciudad. Las tres casas que albergan la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo tienen su historia. Es un proyecto en restauración permanente, de ritmo pausado y de trabajo en equipo.
Hace un poco más de veintidós años, las diseñadoras Beatrice Dávila de Santo Domingo y Poli Mallarino –socias y fundadoras de Deimos Arte– vieron la necesidad de crear un espacio académico para los oficios, tradición que parecía destinada a desaparecer. Pronto, con el patrocinio del empresario Julio Mario Santo Domingo, la iniciativa tomó vuelo y funcionó temporalmente en el claustro de Las Aguas con el apoyo de Cecilia Duque, entonces directora de Artesanías de Colombia. Un año después, la escuela ya requería sus propias instalaciones, un lugar que reflejara su espíritu y esencia. Fue entonces cuando la escuela se hizo a su nueva sede.
En esta casa colonial de intervención republicana, que colinda con el Palacio de Nariño, entra a formar parte del equipo el arquitecto Luis Restrepo, con una restauración austera, tratando de aprovechar al máximo elementos existentes en la edificación. Desde entonces, los tres –Dávila de Santo Domingo, Mallarino y Restrepo– se han encargado de tejer este gran proyecto de restauración patrimonial y adaptarlo a la vida contemporánea.
A medida que la escuela crece, también lo hacen sus instalaciones. La fundación Santo Domingo adquirió dos casas más, que colindan con la que era la sede principal, al occidente de la Plaza de Bolívar. “Por lo menos dos de las casas se habrían derrumbado en poco tiempo si no se hubieran restaurado”, afirma Restrepo. En la actualidad, las instalaciones de la escuela reflejan el espíritu de rescatar los oficios artesanales, detalles en los acabados arquitectónicos, así como en las piezas de mobiliario diseñadas por Deimos Arte, se hacen visibles ante los ojos curiosos de quienes la visitan.
Elementos como el yeso de los cielorrasos y la buena carpintería de la primera casa, la distribución y tipología colonial de la segunda, y el zaguán central de la tercera, resaltan la identidad icónica de cada una y las entrelazan en una comunicación visual e histórica. “La restauración de un edificio debería ser un ejercicio en el que se rescate lo bueno de cada período”, concluye Restrepo.