Referente obligatorio
Texto: Camilo Garavito Fotografía: Mike Schwartz, cortesía Richard Meier & Partners Architects Foto retrato: Silja Magg, cortesía Richard Meier & Partners Architects / marzo 9 - 2018
Richard Meier, arquitecto ganador del Premio Pritzker de Arquitectura en 1984, es un hombre de hablar pausado. Con un acento típico neoyorquino y la tranquilidad que le brindan sus 83 años y el haber construido una de las más importantes trayectorias de arquitecto vivo alguno, atiende amablemente nuestra llamada para conversar sobre la Casa Smith, a propósito del 50 aniversario de su construcción. “Era un arquitecto bastante joven y desconocido”, recuerda sobre el momento en que recibió el encargo. “La verdad, no sé cómo llegaron los Smith a mí, pues no los conocía de antemano ni teníamos amigos en común. Tal vez buscaban alguien joven que no fuera demasiado costoso”.
Fred Smith trabajaba en la editorial McGraw Hill y contactó a varias publicaciones para que le recomendaran un arquitecto joven y talentoso, que tuviera el tiempo y las ganas para dedicarle su atención completa a este diseño. Escogieron a Meier de una lista de siete candidatos, y su elección terminó por ser uno de los grandes aciertos en la historia de la arquitectura.
“En aquel momento trabajaba desde una habitación en un apartamento de dos alcobas. Acababa de salir de la oficina de Marcel Breuer (estuvo allí tres años) y apenas empezaba mi ejercicio independiente. Llegaron los Smith con un diseño preliminar, una casa de un piso estilo rancho americano, que se explayaba en el lote”. Al visitar el espacio y maravillarse con su entorno –tiene vista hacia Long Island Sound desde la costa de Connecticut– y luego de analizar la composición del terreno en que se construiría el proyecto, Meier decidió replantearlo completamente. “El suelo estaba hecho de pura roca. Una estructura extensa de un solo piso habría hecho de la cimentación algo terriblemente costoso”, afirma con contundencia. Su diseño se convirtió en una vivienda compacta de carácter vertical, cuya huella exige una cimentación más reducida.
Su separación programática, clara y racional, expone sin tapujos su concepción modernista. Los espacios privados –cocina, habitaciones y baños– se ubicaron hacia el acceso, distribuidos de manera compacta y cerrada, permitiendo la entrada de luz a través de aperturas pequeñas y controladas mientras ocultan el interior de la casa al visitante que llega. Los más públicos, pensados para el encuentro y la socialización, están en la parte trasera, con una vista privilegiada al mar.
Tres niveles, que alternan espacios, circulaciones y dobles alturas, se entrelazan abrazados por el vidrio y el metal que los une completamente con su entorno natural. La dramática visual sobre el agua se enmarca y se intensifica a través de esta piel de vidrio. La luz cambia y se transforma con el transcurso del día, reflejándose de maneras fluctuantes sobre las superficies del interior. En la Casa Smith, como en las demás obras producidas en su extensa carrera, todo aquello que es sólido es blanco. “Es el color más maravilloso porque en su interior se pueden observar todos los tonos del arcoíris. Nunca es totalmente blanco; siempre se ve transformado por la luz y por aquello que es cambiante…, el cielo, las nubes, el sol y la luna”.
La posición de la chimenea, también sólida y blanca, enfatiza la íntima relación entre interior y exterior de la vivienda, se despega de la fachada y se ubica en un intersticio entre ambos, mitad adentro, mitad afuera, borrando los límites entre lo construido y sus alrededores. Con este mismo fin, los antepechos de los balcones interiores se dilatan del vidrio y crean tensión entre lo macizo y lo transparente. La escultórica escalera exterior refuerza esta dualidad al traer las vivencias de lo edificado hacia el exterior y adoptar su entorno natural como parte del espacio habitable. “Recibió muchísima publicidad”, comenta el arquitecto al preguntarle qué tan determinante fue este proyecto para su carrera. “Fue una casa inusual en su momento, con una geometría limpia, abierta y transparente. Tuvo bastante éxito tanto en Estados Unidos como en Europa, y ciertamente un impacto importante en mi quehacer”.
Han pasado 50 años desde su construcción, sus dueños originales dieron paso a su hijo y la vivienda continúa en pie, perfectamente mantenida. Sigue despertando la imaginación de arquitectos y artistas, y se trata de una referencia obligada después de cinco décadas, según Meier por múltiples razones: “La calidad de la luz y de su espacialidad, la separación entre lo público y lo privado…, se trata de un proyecto muy contemporáneo. Es una casa bien diseñada y construida, y hasta el día de hoy, muy bien vivida y mantenida”. Al preguntarle si es su proyecto más importante, duda en su respuesta. Nos habla del Getty Center en Los Ángeles, de la Casa Douglas y del Ateneo, entre otros. Nos remite a su más reciente diseño residencial en Oxfordshire, Reino Unido. Y, sin embargo, nos cuenta: “Siempre mantengo la maqueta de la Casa Smith a mi lado, visible en mi oficina”.