Un refugio moderno y de ensueño en Guatapé
fotografía: sergio gómez. producción: juan ricardo mejía - mario vélez. Texto: rodrigo toledo. / noviembre 21 - 2016
Cuando pensamos en una casa, en la idea de lo que ella significa, suelen venir a la mente imágenes conocidas de arquitecturas universales, homogéneas a muchas culturas y latitudes. La casita que dibujamos cuando somos niños, esa que tiene techo a dos aguas, ventanas cuadradas y chimenea, aquella que se posa siempre sobre un prado con árboles bajo el sol y que no se puede concebir sin la familia que la ocupa, corresponde a la idea que los seres humanos tenemos sobre el morar.
La arquitectura de lo doméstico no es patrimonio exclusivo de los arquitectos, sino un saber que pertenece a la especie humana. Todos entendemos cómo es un hogar y todos sabemos también, por instinto, cómo vivir en él. Pero nosotros no somos sus únicos habitantes; el lugar donde se construye también se aloja en su interior y se cruza con nuestra vida.
Esta residencia, ubicada en el municipio de Guatapé, en Antioquia, se concibe a partir de la geografía que ocupa. Su arquitectura surge del entorno y permite, al mismo tiempo, que este la penetre. Diseñada por Cristina Vélez, arquitecta y docente de la Universidad Nacional de Colombia, en colaboración con Lina Ortiz, la vivienda se emplaza en uno de los bordes del embalse El Peñol. La potente presencia del agua y la forma del lote definen la geometría lineal de la planta, describiendo un arco pétreo y facetado que, a manera de palco, captura el paisaje circundante de montañas verdes que aparecen y desaparecen sobre el gran lago.
Un borde panorámico construido, permeable al cielo, la tierra y el agua. Dos grandes terrazas en voladizo extienden la zona social de la casa, emergiendo del volumen como pétalos de concreto que levitan sobre el vacío, desdibujando la orilla.
El acceso aparece como un jardín abierto contenido por la propia contorsión del volumen enchapado en piedra buenaventura negra. Adentro, un corredor articula los espacios de la casa, acompañado de vegetación interior que recibe luz cenital filtrada por la estructura metálica de una pérgola.
Una cocina abierta, definida como un mueble que incorpora el comedor, se integra al salón y al estudio conectados a las grandes terrazas en el centro de la vivienda. El garaje y la zona de servicios se agrupan en un extremo de la construcción, mientras cuatro alcobas se disponen en el lado opuesto, culminando en la habitación principal que mira la célebre piedra El Peñol.
Un semisótano alberga un salón de entretenimiento que se asoma a la represa por debajo de una de las terrazas en voladizo.
A finales de la década de 1930, Le Corbusier, el gran maestro de la arquitectura moderna, hace un dibujo de su proyecto para el Ministerio de Educación y Salud en Río de Janeiro.
En el boceto aparece un hombre sentado en una silla mirando un paisaje montañoso a través de una estructura completamente acristalada. Podría decirse que este bosquejo sintetiza y contiene algunos de los valores de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX: la relación entre construcción y paisaje, fachadas flotantes completamente transparentes que iluminan y ventilan el espacio interior, pero sobre todo aquí el proyecto arquitectónico se muestra como el dominio humano sobre un mundo indómito; como el lugar que construimos para vivir en el límite entre lo seguro y lo peligroso.
El diseño de Cristina Vélez recupera estos valores modernos. Genera una relación con el contexto a través de una propuesta que coloniza el borde inhóspito del agua y se construye con materiales que amplifican la conexión con el exterior.
La casa reinterpreta la tradición moderna de la arquitectura, pero es también, de alguna manera, la que todos dibujábamos cuando éramos niños. Incrustada en praderas bajo el sol, cobijo de la vida familiar en medio de la vegetación, esta vez flotando sobre el agua.
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Es posible tener acceso a los planos así sea parcial
Hermoso diseño, magnífico referente.