Remodelar es impregnar en la vivienda aquello que nos hace especiales y así convertirla en un hogar
/ septiembre 24 - 2021
Con frecuencia usamos las palabras vivienda y casa de manera indistinta, como sinónimos. Sin embargo, estos términos hacen referencia a dos manifestaciones del hábitat que, aunque similares en su conformación arquitectónica, tienen un origen histórico diferente. No son lo mismo.
La vivienda nace propiamente con la revolución industrial de mediados del siglo XIX. En ese momento, la gran migración de población del campo a las ciudades europeas para trabajar en las fábricas trajo la necesidad de construir casas de forma masiva para aquella nueva clase obrera. Es la producción industrializada –en masa y en serie– de inmuebles. La define su estandarización y no su especificidad. Posteriormente, durante el siglo XX, los maestros de la arquitectura moderna encontraron en ella un campo para la experimentación y la reflexión social y urbana.
Por el contrario, podría decirse que la casa está relacionada con la villa burguesa, es una construcción singular que no se hace de manera repetitiva. Tanto la una como la otra se ocupan del habitar doméstico, pero mientras la vivienda es genérica, la casa surge desde la especificidad de la vida y preferencias de sus habitantes.
Actualmente, la vivienda no la produce el sector de la industria, sino el inmobiliario. Son las compañías constructoras las que levantan bloques de apartamentos. La vivienda obrera que apareció en la década de 1850 se ha convertido hoy en el modelo típico de desarrollo de nuestras ciudades y, por consiguiente, en una forma estandarizada de habitar. Aquí la remodelación es una actividad necesaria, pues nos permite transformar esos espacios uniformes para que los hábitos particulares tengan cabida.
Reformar es adaptar lo que nos ofrece la vivienda para transformarla en nuestra casa. Abrir una cocina para vincularla con la zona social, convertir una habitación en un lugar de trabajo o cambiar la apariencia de un baño son acciones que no solo actualizan un espacio, hacen que este se adapte a nosotros y no al contrario. Remodelar es mucho más que perseguir tendencias. Para Candelaria Posada, arquitecta antioqueña que junto con María José Arango dirige en Medellín el estudio Trópico Arquitectura, reformar es un ejercicio interesante porque permite traducir la vida y los gustos de alguien en elementos espaciales y materiales para configurar una estética determinada, es colonizar y apropiarse de un espacio que está previamente conformado, pues podemos sacarlo de la generalidad. Afirma que más allá de estar a la moda, es una manera de construir nuestra casa y sentirnos reflejados en ella.
Otra consideración importante a la hora de remodelar es la forma como estas transformaciones pueden valorizar una propiedad. Esto supone un ejercicio interesante, en especial con apartamentos usados donde la diferencia entre el precio de compra y de venta, luego de reformar, puede suponer un buen negocio. Felipe Aguirre es un arquitecto con veinte años de experiencia en proyectos de renovación en Bogotá y Medellín. “Remodelar es generar una diferencia con lo que existe comúnmente en el mercado. Además, al hacerlo personalizamos el espacio y esto siempre va a dar valor, primero porque invertimos en nosotros mismos, en nuestro lugar, y porque el valor que trae un buen trabajo se ve reflejado en el precio del inmueble”.
Cuando reformamos estamos vertiéndonos en el lugar que habitamos, le damos forma a la medida de nuestros gustos y costumbres. Ya sea que cambiemos el color de una pared o que modifiquemos por completo el estado original de la propiedad, al hacerlo levantamos la voz en contra de la tipificación de la vida urbana, y reconocemos en los hábitos individuales el potencial para una arquitectura doméstica diversa. Remodelar es impregnar en la vivienda aquello que nos hace especiales y así convertirla en un hogar. ■