En vez de demoler esta granja la renovaron y ahora es un hogar de ensueño
Rodrigo Toledo / octubre 11 - 2019
Los edificios de nave abierta, como bodegas industriales, galpones agrícolas e incluso iglesias, suelen admitir usos diferentes a los que se les asigna inicialmente. Es habitual que una antigua fábrica se transforme en museo o que un granero se convierta en una discoteca.
Estas arquitecturas, al tener su estructura portante en el perímetro y al garantizar espacios amplios, libres de divisiones e iluminados –ya sea mediante ventanas o claraboyas en la cubierta–, son altamente flexibles y permiten reutilizarlas cuando su vida útil culmina.
Cuando esta granja en Drangar, al norte de Islandia, fue adquirida por sus nuevos dueños, el estado de abandono y deterioro de las construcciones era evidente.
Algunos de los edificios estaban colapsados y otros requerían grandes obras de recuperación arquitectónica y estructural. Antes que demoler para reconstruir, Studio Granda, firma local de arquitectos, reconoció el valor de lo que había para trabajar sobre ello.
Por eso, la iniciativa propone un reciclaje que da relevancia a las estructuras en desuso.
El espacio interior se acondiciona para recibir una serie de habitaciones y espacios comunitarios. Los materiales originales se conservan y quedan superpuestos a las maderas, baldosines y muros de color nuevos.
El resultado es una especie de collage que narra los diferentes momentos del proyecto, desde su vida utilitaria para la agricultura hasta el ser un
hotel en medio del paisaje.
La volumetría horizontal con cubiertas a dos aguas se mantiene, mientras un nuevo puente conecta los alojamientos con la topografía inmediata, una pasarela aérea que une la tierra con el edificio.
En un contexto internacional en el que la arquitectura interior y de reformas suele poner en evidencia lo intervenido, este proyecto apuesta por ocultar al máximo las acciones de los arquitectos. Pareciera que no se hizo mucho y en eso, precisamente, radica la potencia de esta obra.