Esta es la restauración de una casa colonial en Cartagena del siglo XVII
María Juanita Becerra / agosto 13 - 2019
Sin duda, esta obra reivindica una de las materias que continúan pendientes en nuestro país: la restauración del Patrimonio Arquitectónico. Así como en el Viejo Continente se ha sabido conservar el legado de otras épocas –por ejemplo, los íconos de la arquitectura moderna de Le Corbusier y Mies van der Rohe, y las obras de estilo modernista de Antoni Gaudí y Josep Puig i Cadafalch–, en Colombia urge que se rescaten los valores presentes en la arquitectura colonial, debido no solo a su historia, sino a la singularidad de sus elementos.
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La ciudad de Cartagena nos ofrece varios ejemplos, entre los cuales destaca esta vivienda del siglo XVII, cuyo proceso de recuperación tardó alrededor de tres años en completarse puesto que la construcción original se encontraba deteriorada por completo: “Adquirimos esta casa prácticamente en ruinas. Aunque sus cualidades arquitectónicas se mantenían intactas, tuvimos que hacer un esfuerzo descomunal para lograr que los espacios llegaran a ser habitables”, comenta su dueño.
Para ello era indispensable contratar un arquitecto con experiencia en el campo de la restauración, alguien que guiara cada decisión, consciente de la importancia de conservar las características originales de la casa. Nada fácil, teniendo en cuenta que este proyecto empezó hace más de tres décadas, cuando la arquitectura colonial era poco o nada valorada.
Fue entonces cuando Rogelio Salmona, quien ya gozaba de un enorme reconocimiento a escala nacional, le recomendó a uno de los dueños trabajar de la mano con Alfonso Cleves Lombardy, arquitecto con gran trayectoria en ese aspecto. La labor de Cleves se basaba en adaptar una edificación con más de 200 años de construida a las necesidades de sus nuevos habitantes. Una de ellas consistía en diseñar cuatro apartamentos independientes, respetando los trazos coloniales que representan la identidad de la vivienda.
“Al día de hoy, estos cuatro apartamentos, cada uno de 300 metros cuadrados, mantienen intactas las cualidades constructivas del periodo colonial. Sin duda, esto se debe al acertado trabajo que realizó el arquitecto”.
A lo largo y ancho de sus más de 1.200 metros cuadrados se conserva la mayoría de los elementos originales, como los arcos que dan paso a las escaleras y al patio central, y las molduras de las cerchas y de algunas paredes exteriores. La configuración espacial también se mantuvo, pero se reforzó la totalidad de la estructura, dadas las condiciones de habitabilidad y del programa arquitectónico. Se trata, pues, de exaltar la arquitectura colonial a través de un vocabulario de formas que le son propias. Muestras de lo anterior son la altura libre –superior a tres metros– que crea una percepción visual de amplitud y luminosidad, y la paleta de colores vivos –como el naranja y el violeta– que tiñe la superficie arcillosa de los muros de adobe.
El resultado: ambientes acogedores que se diferencian de las propuestas actuales, caracterizadas por la ausencia de color y ornamentos –a los ojos de muchos, inútiles–, gracias a su calidez y, en especial, a su carácter doméstico. “Para nosotros, tanto el sentido de lo local como de lo doméstico son esenciales. Por eso escogimos restaurar esta casa”.
Por otra parte, cabe señalar una variación en el planteamiento anterior que, en términos prácticos, supone un cambio transcendental: uno de los patios interiores se convirtió en una piscina a cielo abierto, donde es posible disfrutar del sol y la brisa caribeños. En cuanto al mobiliario, destaca el hecho de que uno de los propietarios sea de origen suizo, por lo que la esencia europea se manifiesta tanto en los muebles como en los objetos decorativos. El barroco italiano junto a la mezcla de colores intensos crean una atmósfera poética en la que el juego de luces y sombras se realza.
“El gusto por el arte italiano proviene de nuestros viajes a Venecia. De ahí se desprende esa influencia, la cual se conjuga con ingredientes locales”. En pocas palabras, reminiscencias coloniales, colorido del trópico y visos de arte europeo confluyen en este proyecto de restauración arquitectónica, que transforma un ambiente doméstico de varios siglos atrás en un espacio realmente idílico.
Este es el primer restaurante sostenible del mundo.