Un dúplex de 280 m² en un edificio en Bogotá de finales de la década de 1990
Fuente: El Buen Ojo / junio 28 - 2021
“Este proyecto fue un ejercicio constructivo que arrojó muchas sorpresas”, comentan las arquitectas manizaleñas Jimena Londoño y Laura Escobar, de Jotaele Arquitectura, quienes fueron invitadas por Casa Uribe Mejía a acompañar el proceso de remodelación e interiorismo de este dúplex de 280 metros cuadrados, en un edificio en Bogotá que data de finales de la década de 1990. Al momento de dibujar lo que sería el nuevo apartamento, la idea de una pandemia que nos obligara a permanecer en casa no cruzaba por la mente de sus propietarios ni del arquitecto Álvaro Uribe, de Casas Uribe Mejía, a cargo del diseño arquitectónico.
Sin embargo, sin previo aviso se impuso la cuarentena y para el tándem de diseño colaborativo entre Uribe y Jotaele no había marcha atrás. “Encontramos pequeños detalles escondidos dentro del esqueleto original del edificio, que nos brindaron la oportunidad de generar espacios inesperados como, por ejemplo, las dobles alturas de 3,70 metros en la entrada, comedor, baños y una de las habitaciones”, narran Londoño y Escobar. También aparecieron tragaluces inutilizados que hoy bañan de luz ciertos rincones.
Además, “al estar ubicado en el último piso, pudimos transformar la cubierta a la medida de las necesidades reales de sus habitantes”. Hoy, el segundo nivel dispone de una terraza cubierta con cocina integrada, sala, un gran comedor de diez puestos con una generosa tapa de madera, baño auxiliar, biblioteca y oficina. Así, toda la dinámica de uso convencional que les habían dado a los espacios cambió para dar paso a una nueva forma de vivir y de aprovechar el lugar. La entrada es por la primera planta, y una vez se cuelgan los abrigos, un gran espacio abierto descubre el hall de alcobas, un comedor circular de seis puestos, la cocina, una sala, un booth junto a un ventanal y una escalera escultórica que conecta el área social de la terraza del segundo piso con el resto del apartamento.
Este primer encuentro que vive el espectador con el espacio ofrece una mezcla entre cálidos y fríos, en gran medida por el uso de piedra Travertino sin veta en el piso, el recubrimiento metálico de las bajantes que simulan columnas y el revestimiento de madera flor morado de los muros de la cocina, así como de las alacenas –que ocultan el almacenamiento de este ambiente–. Una mención especial tiene la extensa barra, tipo bar, que nace del rincón de la cocina y que, tras una puerta en espejo humo, esconde el patio de ropas.
La cocina es el eje de este hogar, por ello “quisimos desafiar la manera tradicional de vivirla. Romper con el paradigma de que para tener privacidad se debe confinar un espacio dentro de cuatro paredes”, comentan las arquitectas. Además de eliminar muros y de redibujar la funcionalidad de este ambiente tan activo, “debíamos resolverlo inteligentemente. La elección del extractor en forma de campana, de la marca Falmec, tuvo un papel esencial para completar el concepto total del interiorismo de un apartamento que se vive más como una casa de lugares íntimos y áreas compartidas”.