Una casa construida en las montañas a las afueras de Cali que se mimetiza con la naturaleza
María Alexandra Cabrera / agosto 12 - 2021
Anita Calero tomó el proyecto en sus manos. Ella, reconocida fotógrafa con residencia en Nueva York, buscaba ese rincón en su tierra natal donde pudiera descansar, desconectarse de la rutina y estar rodeada de naturaleza.
En una montaña, a solo diez minutos de Cali, encontró el lugar ideal para construir una casa de dos niveles, con techos altos y una clara influencia oriental. La entrada principal conduce al segundo nivel, donde están una cocina amplia y abierta, la sala comedor, la habitación principal y el deck; en el primer piso, el cuarto y baño de huéspedes, y un estudio.
Sin tener ninguna referencia en la cabeza, Calero escogió madera achapo para la fachada, grandes baldosas de cemento para el piso y una pintura negra para intemperie que, según explica, ayuda a esconder la casa en la naturaleza, a darle intimidad, cierto ritmo y sobrio colorido al lugar. Quiso que en el área interna, que tiene 130 metros cuadrados y cinco metros de altura, todo quedara cerca. Por eso diseñó múltiples puertas que permiten el acceso a la vivienda desde la cocina, las habitaciones, la sala o el deck.
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Las ventanas van desde el techo hasta el piso, con unas delicadas cortinas de madera, para enfatizar la entrada de luz y hacer casi invisible esa línea que divide el interior del exterior. De esa manera logró resaltar la conexión con la naturaleza. “Nunca me guío por los parámetros que normalmente la gente tiene en la cabeza a la hora de hacer una casa, mi estilo es muy personal. Hago lo que le atrae a mi ojo”,dice Calero, quien decidió llamar a su hogar Casa Pucha en honor a una perra criolla que la acompaña desde hace varios años.
Gran parte de la vida social se desarrolla en un deck hecho con madera abarco, el cual es una extensión más de la casa y está enmarcado por sencillas barandas de metal pintadas de negro. El espacio, decorado con muebles de los años cuarenta y una mesa española de aluminio y teca, es donde Anita suele desayunar o recibir visitas para disfrutar la agradable brisa de la tarde caleña. Para el piso de toda la casa usó tabletas de gran formato de cemento con marmolina y piedra negra de río, las cuales aportan frescura y profundidad al lugar. “Mientras menos divisiones tengan las baldosas, mejor recorrido tiene el ojo y más amplitud gana el lugar”, asegura Calero. La cocina también es abierta y se integra con la zona social. El espacio juega, como el resto de la vivienda, con muebles de madera pintados de negro que aportan elegancia y se relacionan armónicamente con el estilo de la propiedad.
La propuesta decorativa es un reflejo del espíritu libre y arriesgado de Calero, quien se inclinó por muebles de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, que tienen líneas sencillas y orgánicas, y por objetos de distintas épocas y estilos. Algunos son heredados y otros fueron comprados en anticuarios y mercados de las pulgas de varias ciudades.
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En la casa hay un interesante diálogo entre objetos de diferentes culturas: tapetes nepaleses, lámparas alemanas e italianas de carácter industrial, muebles suecos y daneses, jarrones chinos, lámparas rusas y cuadros de los siglos XIX y XX. También destacan piezas clásicas del diseño, como la mesa del comedor y las sillas, de George Nakashima, y algunos más modernos, como la lámpara-jaula de la sala, del francés Mathieu Challières, y el filtro de agua Ovo. Esta casa logró su cometido: convertirse en un hogar cálido y tranquilo donde su dueña puede disfrutar de las ventajas de vivir rodeada de objetos con historia y del generoso resguardo de la naturaleza.