3 apartamentos bogotanos en los que el arte es protagonista de la decoración
Revista AXXIS / julio 15 - 2021
Con precisión italiana
En esta vivienda, ubicada en Bogotá, un generoso corredor de acceso totalmente panelado orienta la mirada a la zona social. No obstante, gracias a un impecable trabajo de carpintería italiana pasan desapercibidos los sistemas de almacenamiento que esconde, incluso hay lugar para un clóset. “Como es un apartamento abierto requiere orden, por eso tenemos muchos espacios para guardar”, explica el propietario, quien tiene afinidad con los temas de diseño, puesto que su empresa Schaller representa varias firmas de lujo internacionales. El interiorismo, diseñado por la arquitecta española Sandra de Nutte, está basado en superficies limpias donde el mobiliario y los acabados –como la madera con pintura de poliuretano mate en los muebles, el mármol de baños y cocina, y el microcemento en las paredes– son protagonistas.
Con un generoso espacio a su disposición, en la zona social ubicaron un juego de sala que acomoda a quince personas, de la firma italiana Minotti, y el comedor Diamond, de diez puestos, diseñado por la reconocida arquitecta española Patricia Urquiola para Molteni y ganador de un premio Red Dot a Lo Mejor de Lo Mejor en 2005. Contigua a la zona social, la cocina de la firma Dada se presenta como un espacio limpio donde cada objeto tiene su lugar y cada cajón está perfectamente iluminado. Su larga barra de mármol italiano es ideal para reunirse con amigos a tomar unos tragos.
Las dos habitaciones, que en su distribución resultan gemelas, son espacios tranquilos y cálidos donde los sistemas de almacenamiento panelados permiten que todo se perciba limpio y en orden. A su vez, los baños de mármol con piso radiante están pensados para la relajación. En todos los ambientes es evidente el cuidado extremo al detalle del diseño italiano y la intención de disfrutar este hogar junto a familiares y amigos.
Dos arquitectos, una casa
Cuando todo parece encajar, y nada es perfecto ni tampoco sobra, es cuando surge la armonía. Así es este apartamento, situado en el norte de Bogotá, en un edificio moderno diseñado por el arquitecto español Rafael Obregón, en 1963, y remodelado por sus dueños actuales, quienes a los diez años de vivir en él decidieron transformarlo por completo.
Tras la remodelación, algunos espacios se ampliaron y otros se redujeron. Solo se mantuvo la terraza, debido a sus 200 metros cuadrados de extensión, y el parquet de madera de guayacán que, a pesar del tiempo y del progreso técnico, sigue siendo un clásico de una calidad y belleza excepcionales. En cuanto a la zona social, apostaron por un espacio abierto y luminoso donde sala y comedor se integran mediante un muro bajo, cuya masa se recorta a la altura de la chimenea para conectar visualmente los dos ambientes, y su ubicación responde a la necesidad de aumentar el área de la sala acortando la del comedor.
Paralelamente, se reformó el techo del área social a fin de instalar los rieles con bombillos que acentúan –entre otras cosas– numerosas obras de arte. Pero eso no es todo: una de las cualidades más importantes de este cielorraso es su acabado en hojilla de plata, la cual lo ilumina con un acabado artesanal, y le aporta profundidad y brillo al espacio. En cuanto al mobiliario, el arquitecto Juan Carlos Rojas se encargó de diseñar algunos muebles, como la mesa del comedor y el sofá de la sala. Los propietarios querían una casa a su medida, con obras de arte y objetos acordes con su visión de la vida, y, en efecto, la tienen.
El arte como protagonista
Tan pronto el propietario encontró este apartamento, resolvió intervenirlo para hacerlo a la medida, con una arquitectura neutra, sutil –pero elegante–, que no compitiera con las piezas de su colección de arte. El punto de partida es el hall de entrada, un espacio que recibe al visitante tan pronto se abren las puertas del ascensor. Enchapado en granito negro, con dilataciones iluminadas con luz cálida, crea un ambiente dramático para la escultura que alberga, y que marca la pauta de lo que está por venir. Se trata de un bronce del artista ruso Ossip Zadkine, famoso por sus figuras humanas inspiradas en el cubismo.
La planta baja reúne las áreas sociales. El ascensor, ubicado en el centro del apartamento, genera un punto fijo en torno al cual giran los diferentes ambientes, y además en los tres niveles crea unidad visual, al convertirse en un gran volumen vertical enchapado en madera. Escala, proporción y luz confluyen en dicha planta baja para crear un espacio de características únicas: el salón principal. Con una altura de ocho metros y un ventanal de la misma dimensión, este es el corazón de la casa. Pocos elementos lo componen, porque inevitablemente la mirada se va hacia el gran lienzo de Fernando Botero sobre la chimenea, que dialoga con la pintura de Alejandro Obregón sobre la escalera.
En el segundo piso, un hall distribuye a una habitación auxiliar y a la alcoba principal. Como antesala a esta última, y para que el ingreso fuera más interesante, el arquitecto Guillermo Arias propuso hacer un muro de madera calado –la continuación del cielorraso del hall de entrada–, que marca una pausa antes de llegar al dormitorio.
El tercer nivel, y última escala del recorrido, es un lugar versátil donde se presenta la posibilidad de trabajar o socializar con un grupo más íntimo. Está conformado por una gran “U”, que abraza la biblioteca abierta diseñada sobre la caja del ascensor, y rodeada por terrazas y una impresionante vista sobre la ciudad y los cerros. Tiene una pequeña zona de cocina y bar, una sala de televisión y un escritorio.Así, propietario y arquitecto coinciden en que lograron lo que querían. El primero, un hogar para las obras que colecciona hace más de treinta años, y el segundo, una propuesta minimalista, pero con un encanto que se revela poco a poco, y que está en los detalles.