El nuevo estilo clásico de la vivienda bogotana
Fotografía: Iván Ortiz Producción: Diana Tovar Texto: Ramón Andrés Nivia / junio 21 - 2017

Como si de un cuadro de gran formato de la ciudad se tratara, el ventanal en la zona social de este apartamento ubicado al norte de Bogotá es el gran protagonista. “Le vimos mucho potencial a la vista –de 180 grados–, montaña por un lado y ciudad por el otro”, explica la propietaria. Además, el que estuviera en un conjunto cerrado pensado para familias fue otro factor determinante. “Es un concepto que en esta ciudad tiende a desaparecer. Al tener varias torres; los niños pueden salir al parque y a las zonas comunes sin inconvenientes”. La remodelación tardó cuatro meses y medio, proceso que la propietaria realizó con el arquitecto bogotano Enrique Brando, de la firma Bold Arquitectura y responsable del diseño, gerencia y administración de la obra. “Ha sido nuestro arquitecto por muchos años; aparte, es amigo y conoce nuestra estética. Creo que en términos de diseño necesitas alguien que te entienda muy bien, que haya ido a tus casas, que sepa qué te gusta”.
Tras analizar el potencial de los 320 metros cuadrados, decidieron reformar todo el apartamento. La zona social dividida pasó a ser completamente abierta para aprovechar al máximo la vista sobre la ciudad. Los baños fueron reubicados, levantaron los techos para ganar altura, cambiaron los pisos por un laminado de origen alemán muy resistente, crearon la red de iluminación y, además, de tener cuatro habitaciones pasaron a dos. Uno de los pocos elementos que no movieron fue una columna estructural en la sala, “pero la recubrimos con el tipo de cuerda que utilizan en los barcos –lo cual le da textura– y la iluminamos. En las noches parece una obra de arte”. La amplia cocina panelada, sin objetos a la vista y con un mesón de ocho metros de largo, es protagonista. Para enmarcar este espacio bajaron un poco el cielorraso. Además, este movimiento era necesario para instalar la campana profesional, pues por su generoso tamaño requería un ducto especial. “Sin ese extractor no podíamos tener la cocina de las dimensiones que queríamos, uno más pequeño se perdía”. Sobresale el trabajo de carpintería de la obra, como el muro recubierto por listones de madera que recibe al visitante tan pronto se abre el ascensor y que, además, esconde las escaleras de acceso a la vivienda. “Toda la carpintería fue hecha en Colombia, a diferencia de los enchapes, que los importamos de EE. UU.”, explica el arquitecto.
“Si yo pudiera resumir la propuesta de decoración, diría que es la bitácora de nuestra vida de viajes”, explica la propietaria, que hasta hace poco residía con su familia en el exterior. En todos los espacios hay elementos que le recuerdan un país visitado, un momento vivido. Objetos de China e Indonesia se mezclan con otros heredados, como la máquina de escribir de José Eustasio Rivera –escritor colombiano reconocido por su obra La vorágine–, la cual era propiedad de su mamá, quien es anticuaria y de quien adquirió el gusto por el interiorismo.
Los grises cubren las paredes en casi todos los ambientes, creando una atmósfera que se podría considerar vintage, menos en el baño social, donde la propietaria decidió tomar un riesgo y poner un papel de colgadura de tonos rojos y blancos. “Nada en esta casa es de corte moderno. Creo que es un estilo similar a lo que se ve en los Hamptons, EE. UU. No se siente como el clásico apartamento bogotano”. Aparte de buscar crear un ambiente acogedor, de hogar, la dueña quería que fuera fácil de mantener. “Tengo una hija pequeña y un bulldog, por eso no quería un museo. Además, estamos muy jóvenes, así que es una casa muy movida”. Por esta razón, el ambiente protagonista lo constituye la zona social, compuesta por una amplia cocina abierta que invita a las personas a ser parte de las preparaciones durante una reunión, complementada por dos salas, una de ellas con un televisor para que su esposo se siente con sus amigos a ver fútbol, y la terraza, que enmarca la generosa vista sobre la ciudad. Este último espacio está en proceso de ser remodelado, “vamos a poner un BBQ rústico y en el otro extremo una cama-columpio”.
En la intimidad, el cuarto de su pequeña hija es un ambiente que transmite tranquilidad y calidez sin tener que recurrir al clásico rosado. Este amplio espacio de tonos grises –aquí antes quedaban dos habitaciones– tiene dos baños, dos clósets y un rincón de lectura que es imposible pasar desapercibido…, separado por delicadas cortinas, tiene un papel de colgadura que le da textura y crea un ambiente de fábula, “fue hecho a mano en un sitio en Londres. Les entregas el patrón y los colores, y ellos lo crean”. Así, tras un arduo proceso de remodelación e interiorismo –donde cada elemento tiene un significado, una razón de ser–, este apartamento se transformó en un lugar donde las paredes escasean, pero la calidez de hogar se siente en cada paso.