Estética de riesgo, espacio de un galerista
Fotografías: Iván Ortíz. Producción: Ana María Zuluaga. Texto: María Alexandra Cabrera. / junio 4 - 2014
La puerta se abre y un mundo particular se despliega ante los ojos: obras de arte, un espejo de marco clásico sin colgar, dos repisas para dejar los zapatos, un ascensor privado decorado con decenas de fotografías familiares y un particular piso, logrado con tabletas de cemento pintadas a mano, que aporta tridimensionalidad y calidez al espacio. El arquitecto Daniel Jaramillo y la artista y diseñadora Lina Leal se encargaron de darle una imagen renovada a un apartamento de 400 metros cuadrados, ubicado en un edificio de los años setenta en Bogotá.
El lugar, que ya contaba con una remodelación, lucía un aspecto minimalista, con paredes blancas y piso y acabados color miel. El arquitecto Daniel Jaramillo buscaba darle carácter sin que compitiera con el marcado estilo déco de la construcción. “Queríamos que el apartamento se complementara con un edificio antiguo, así que quitamos rasgos actuales, como el piso laminado color miel, e instalamos madera laminada gris mate que resalta las obras de arte –dice–. Además, buscamos tonos que aportaran un semblante mínimal al espacio y que se relacionaran con los muebles”.
La escalera, antiguamente de madera y mármol negro, se convirtió en otro de los rasgos importantes del lugar. Jaramillo y Leal la concibieron dilatada de concreto a la vista que le diera un aspecto moderno y urbano al espacio. La baranda de vidrio complementa el singular diseño destacando la visual entre el primero y el segundo nivel, y estableciendo un armónico diálogo entre el concreto, la madera gris y las diversas obras de arte.
En el segundo piso, uno de los espacios preferidos de la familia para ver películas, leer o hacer ejercicio, decenas de cruces, que generan una especie de muro con un interesante remate visual, funcionan como una original biblioteca que Leal diseñó inspirada en una imagen que encontró en una revista. En esta área también se destaca el particular techo inclinado. “Rescatamos la volumetría de la cubierta y forramos las vigas, que eran metálicas y de madera, con un dry wall para reducir el espacio, darle un aspecto más moderno y enfatizar la doble altura”, cuenta Jaramillo.
Obras en su lugar
Pensando en las variadas obras de arte de los propietarios, Jaramillo y Leal minimizaron los muros al dejarlos blancos y optaron por acentos neutros, como los grises y el blanco tabaco, para resaltar el color de los diferentes muebles. “Los tonos cafés tienden a oscurecer mucho los espacios, por eso dejamos toda la carpintería blanca, la cual le ha dado amplitud y luminosidad a las distintas áreas”, asevera Leal. Los guardaescobas, también pintados de blanco, se concibieron del tamaño más pequeño posible para que las obras de arte no perdieran altura visualmente. Así mismo, la iluminación se reubicó pensando en las mismas.
El diseño de los muebles y la decoración corrieron por cuenta de Leal, quien, con la ayuda de Ana María Uribe, buscó darles color y calidez a las distintas zonas por medio de objetos únicos, que se arriesgaran desde el diseño sin desligarse de la estética y el buen gusto. “El lugar era muy frío y plano a pesar del volumen que tenía –afirma Leal–. El objetivo de los dueños consistía en tener un apartamento con vida, así que no me regí tanto en si era moderno o no lo que hacía, sino en lo que me ofrecía cada espacio”. Con creatividad y en un tiempo récord de tres meses, el apartamento se transformó en un lugar con un singular carácter visual. Un espacio donde no hay cabida para la monotonía.