Gamas de visos cafés, blancos, grises y negros en interiorismo
fotografía: andrés valbuena producción: diana tovar Texto: ramón andrés nivia / noviembre 23 - 2016
Un plano en blanco fue el lienzo que tuvo la diseñadora de interiores Natalia Márquez para realizar este apartamento. “El proyecto consistía en que los dueños compraban sobre planos y podían distribuirlo como quisieran. Solo estaban fijos los ductos de ventilación de la cocina, los ascensores, unas columnas y los muros estructurales colindantes. Podíamos hacer lo que quisiéramos”.
Para los propietarios lo más importante era tener una división clara entre las áreas privadas y las comunes, además de dar mayor protagonismo a los cuartos y a la cocina. Por eso este último espacio tiene, aparte de un gran comedor de 12 puestos –adecuado con tomacorrientes en su estructura y con sillas de la firma Restoration Hardware–, un salón de estar con un sofá de cuero, televisión, bar y terraza con un BBQ de gas. No es extraño, porque se trata de uno de los lugares favoritos para compartir.
El poder intervenirlo desde los planos, con la ayuda del arquitecto Felipe Hernández, le permitió a la diseñadora lograr un alto nivel en los detalles. En este apartamento no queda un solo cable a la vista, cada elemento tiene su lugar exacto. “Sabía dónde iba a estar todo antes de construirlo. Por ejemplo, tenemos tomacorrientes donde están las lámparas de piso para evitar usar elementos que contaminan visualmente como las extensiones”.
Uno de los puntos que dictó la pauta en cuanto al interiorismo fue el piso estructurado belga, usado en toda la vivienda –incluso en los baños–. Sus colores neutros, cada pieza tiene visos cafés, blancos, grises y negros, permitieron utilizar una paleta de corte contemporáneo. Según Márquez, estos tonos no limitan al momento de componer los diversos ambientes.
Así mismo, su ubicación privilegiada en el norte de Bogotá, colindante por un lado con un parque y por el otro con los cerros y unos pocos edificios, genera que el verde ingrese a la vivienda gracias a los grandes ventanales de piso a techo. Y con la naturaleza llega abundante luz. A las 5:40 p. m. no es necesario encender las luces en los ambientes que dan hacia el exterior.
Entre lo privado y lo común
Tan pronto se abre el ascensor, el visitante se encuentra con una imponente puerta negra cuyo estilo recuerda a las de las bóvedas de seguridad. Al empujarla, dos esculturas del artista Hugo Zapata, iluminadas con focos indirectos, son las encargadas de dar la bienvenida. Y tras ellas, un muro de madera del mismo color con el poro abierto. Si la persona gira a la izquierda es conducido a la zona de las habitaciones, si lo hace a la derecha, al área social. Al tomar la primera opción, otra puerta negra corta el paso. Resulta inevitable quedarse observando y palpando la tela repujada con la que está forrada. Es el último elemento que separa el corredor de las alcobas.
Esta parte del apartamento está compuesta por dos dormitorios. El primero es el de la hija de los propietarios. Un espacio generoso que incluye una zona de estar con biblioteca, televisor y un sofá en “L”. A diferencia de otros ambientes donde predomina el blanco, aquí un azul suave es el protagonista.
Entre el mobiliario sobresale la mesa de centro verde menta, “era el guacal de un cuadro de Eduardo Ramírez Villamizar. Lo pinté, le puse unas bisagras –allí guardan juegos de mesa– y unas llantas muy pequeñas”. La cama, en un nivel distinto, invita al descanso y a la lectura gracias a las diversas luces que puso en la cabecera la diseñadora. Al entrar al baño, un gran espejo de camerino llama la atención, “la dueña siempre quiso uno de pequeña, así que se lo dimos a su hija”. La ducha, con una pared enchapada con mosaicos color plata y un ventanal de piso a techo, cierra el lugar.
Al fondo, el cuarto principal remata este sector. A su ingreso, un pequeño estudio permite que una persona se entregue a la lectura mientras la otra ve cómodamente televisión, ya sea desde la cama, con cabecera de ladrillo, o desde el estar. Gracias a la generosa área, las dos actividades pueden ocurrir cómodamente. Aquí, aparte de la vista a los cerros capitalinos, impacta el amplio espacio dedicado al baño, al tocador y al walk-in closet. Los tres comparten una distribución y un interiorismo meticuloso. Cada elemento tiene su lugar específico. Nada es dejado al azar.
Ya en el corredor que entrega a la zona social, el visitante pasa por un estudio que fue concebido para funcionar como cuarto para visitas con el simple movimiento de un sofá cama. Este espacio, con baño completo, no está junto a las otras habitaciones, por una sencilla razón: la privacidad.
Luego dos salas estructuran la zona social junto al gran ventanal. Aquí el mobiliario está compuesto por piezas heredadas, algunas adquiridas en anticuarios y otras diseñadas por firmas actuales como Mitchell Gold + Bob Williams. Pero todas con una historia o un significado, como la mesa de centro hecha de hueso y creada hace unos cuarenta años por el padre de la dueña.
Un muro de madera negra con el poro abierto, que contiene una chimenea de gas con estructura de concreto, separa la sala del comedor. Sin embargo, esta estructura no fue diseñada con este fin, su verdadero objetivo es exhibir una obra de Eduardo Ramírez Villamizar.
En el comedor, una biblioteca con espacio para cava de vinos es la encargada de arropar este ambiente. Según la diseñadora, siempre busca en sus proyectos incluir bibliotecas en lugares diversos, pues son elementos que dan calidez de hogar. Y para que la columna estructural se amalgamara con la propuesta, la cubrió con un papel tapiz de libros.
Tras el comedor, la cocina. El centro vital de este hogar, en el que ocurren los encuentros con la familia y los amigos, donde se comprueba que más allá de tener un hogar con un extremo cuidado en la planeación y en los detalles, los propietarios querían un lugar para compartir sin restricciones.
Save