Decoración

La sorprendente renovación de una casa de los años cincuenta en Bogotá

Fotografía: Mateo Pérez. Producción: Mariana Osorio. Texto: Marta Lucía Moreno / 
mayo 24 - 2014
La sorprendente renovación de una casa de los años cincuenta en Bogotá
Una casa diseñada por un importante arquitecto italiano recobró su espíritu de casa de familia gracias a la remodelación de Miguel Soto, que conservó el espíritu del diseño original y le aportó más área y luz a los espacios.

Hace más de cincuenta años, cuando el arquitecto Bruno Violi diseñó este conjunto cerrado en el norte de Bogotá, el concepto apenas se empezaba a esbozar en la ciudad y, de cualquier forma, hacerlo en este sector donde más bien podría construirse una enorme casa, parecía una idea descabellada.

La alcoba principal se puede integrar con un estar de televisión si se abren dos grandes puertas corredizas de cedro.

Sin embargo, Violi tenía sus razones para proponer este proyecto. La propietaria del lote, su cliente, quería hacer cuatro casas para dejarles a cada uno de sus hijos. Ella era la madre del entonces socio del italiano, el también arquitecto Pablo Lanzetta, quien se encargó de la construcción. La sociedad entre Violi –por ese entonces cerca de cumplir los 50 años– y Lanzetta –quien tendría la mitad– no duró mucho por la diferencia de edades.

La columna central entre	funciones de piso y la sala y el comedor es	mesa de granito negro, un gesto típico de la	donde los propietarios arquitectura de la década	colocaron unos libros de 1950.

El italiano, que ya era un reconocido arquitecto en el país, había llegado a Colombia en 1939, huyendo de la guerra europea. Con otros extranjeros –el alemán Leopoldo Rother quien con Erich Lange diseñó la Ciudad Universitaria de Bogotá y varios de sus edificios– compusieron los cimientos de la arquitectura moderna en Colombia, plasmada en una serie de hitos para el país. Violi, además, fue profesor de la recién nacida Facultad de Arquitectura de la Nacional y como tal influyó en la formación de la primera generación importante de arquitectos colombianos.

En la cocina, de La Petitte, la remodelación buscó reordenar los espacios para ampliarla y quitar los gabinetes superiores porque los dueños no los querían.

La casa pasó de mano en mano por la familia hasta que uno de los herederos de Pablo Lanzetta se la vendió a los actuales propietarios. Ellos habían buscado durante tres años una vivienda que les permitiera recuperar todas aquellas ventajas de vivir y criar a un hijo en una casa. No querían alejarse de la ciudad, pero encontrar algo dentro de su presupuesto no había sido fácil. Hasta que apareció esta tras una fachada que la esconde a la calle, por lo que ingresar en ella es toda una sorpresa.

Comedor auxiliar para cocina.

Lo fue también para los dueños, que no se esperaban encontrar un conjunto cerrado en este lugar de Bogotá. Y aunque la arquitectura cincuentera bogotana de Violi los cohibió un poco –ventanas pequeñas, espacios cerrados–, el concepto del arquitecto Miguel Soto fue definitivo para que se decidieran: “cómprenla ya”, les dijo.

La escalera de cedro es la original y es uno de los elementos arquitectónicos de gran protagonismo.

El potencial de la casa era evidente, pero necesitaba una remodelación. No solo para modernizar sus instalaciones eléctricas e hidráulicas, sino para acondicionar una arquitectura concebida medio siglo atrás a las necesidades de una pareja de jóvenes publicistas.

Hall de entrada.

Imprimirle un aire contemporáneo a esta arquitectura implicaba liberar espacios. Aunque el arquitecto Soto respetó el diseño original de Violi, en la segunda planta amplió el hall de alcobas; de cuatro alcobas se hicieron tres, de dos baños se pasó a tres. Además, el orden de las habitaciones también cambió pues al poner la habitación principal al occidente –antes estaba en la parte occidental de la casa– se podía lograr un buen vestier y un buen baño. Esta, con un par de puertas corredizas de cedro, se abrió a un estar de televisión para sacarla de la alcoba. Además de modernizar los baños y sus materiales, se agrandaron las ventanas para bañar con más luz los espacios.

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Además, hubo otra intervención significativa: en lo que era el garaje –que se había convertido en un depósito oscuro porque ya no se usaba para guardar los carros– se hizo un estudio. Para lograrlo se tuvo que excavar el jardín con el fin de iluminar el área. De esta forma, el patio interior quedó en dos niveles y la luminosidad de la primera planta, el concepto de los grandes ventanales, se amplió al resto de la casa.

Una buena parte de los muebles de esta casa han sido comprados por Internet.

Por último, en el uso de materiales que sugirió Soto los propietarios encontraron opciones prácticas y de bajo costo que les permitieron costear la remodelación: como acabado de los muros se usó textura de arena –incluso en la cocina, que no se enchapó– porque permite un fácil mantenimiento; para el piso del comedor –en el mismo nivel de la cocina y 90 centímetros por encima de la sala– se empleó granito negro porque va con el espíritu de la época en que se diseñó la casa; madera de zapán en los pisos de la sala y de la segunda planta, y cristanac en los baños. La carpintería original de cedro se restauró. La arquitecta residente de esta obra fue Jeaneth Rivera.

El comedor, compuesto por la mesa Tulip y las sillas Eames, hace honor a esta época. El toque contemporáneo lo da la mezcla de este ícono del diseño y la silla dieciochesca con tapizado moderno.

 

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