Decoración vintage de un apartamento bogotano: inspiración para la temporada
Fotografía: Mónica Barreneche Producción: Ángela Jaramillo Texto: Soraya Yamhure / noviembre 13 - 2015
Hace 15 años, el propietario de este apartamento –dedicado a la fotografía, a la música y a pinchar discos– empezó haciendo editoriales de moda con una influencia del arte pop manifestada en colores brillantes y en pieles lisas, “todo muy cosmético”, indica. Con el paso del tiempo ha tratado de evitar el exceso del retoque digital en sus imágenes, a fin de presentar resultados “más viscerales y puros”, que se reflejan dentro de su espacio en la presencia de materiales nobles y sin terminados, pero de un buen envejecer.
Antes de mudarse al apartamento tumbó los muros divisorios para aprovechar la amplitud de los espacios y disfrutarlos todos al mismo tiempo. En el primer nivel quería que la cocina se convirtiera en el eje visual de la zona social, pues una de sus pasiones es la gastronomía. Cambió el mármol negro que había en el piso –y que oscurecía los ambientes– por listones de madera de granadillo, cemento esmaltado y granito fundido. Y remodeló los baños y la escalera.
Esta última era un volumen de mampostería que recortaba la vista a la terraza, por eso fue demolida, junto con sus muros de soporte, y reemplazada con una estructura liviana desarrollada en tres tramos sobre una viga central, obra del arquitecto Óscar Beltrán y su equipo de la firma KdF.
“Nos aproximamos a su trabajo como referente y punto de partida. La vivienda es el espacio de la identidad, donde todas las facetas de una persona se expresan sin tapujos”, explica Beltrán, quien enfatiza que la estructura a la vista de la escalera, sus componentes sin cubierta y las características del acero como elemento estético determinan una arquitectura industrial que se impone en la comunicación entre el primer y el segundo piso.
Arriba, el techo tenía una cubierta a dos aguas con una estructura de madera que eliminaron para aumentar la altura, efecto que hace los espacios más amplios, objetivo principal de la remodelación, cuyo hilo conductor consistió en desaparecer todos los recovecos y enchapes que acortaban la vista. Ampliaron las ventanas para aprovechar la luz natural en la habitación y en el baño principal, donde hay una bañera que, según cuenta el propietario, es el espacio que más llama la atención del segundo piso y el que más disfruta en sus ratos de descanso.
Abajo, “la cocina es la mitad del apartamento”, señala, asegurando que no quería un mesón que la dividiera de la sala. Es, entonces, un área conjunta con ausencia de comedor, donde sobresale un mueble flotado de granito fundido, incrustado con varillas en el muro, tal vez la característica más llamativa del lugar. En la parte superior tiene la estufa y el lavaplatos, y como fachada, un collage de puertas y gavetas, algunas de madera restaurada y otras hechas a la medida, que estuvieron a cargo de la diseñadora industrial Mariana Vieira, que aportó un toque femenino al espacio.
El mobiliario, en su totalidad, fue adquirido en anticuarios. Presenta un estilo que reúne elementos característicos del siglo pasado, tales como piezas elaboradas en vidrio y metal que evocan la época de Ley Seca en los Estados Unidos –transcurrida entre 1920 y 1933–, cómodas de 1960 y lavamanos de 1950 que se reúnen en un apartamento construido en 1974 y remodelado por una persona que, a pesar de tumbar la mayor cantidad de muros posible, llegó a él atraído por su estructura original.
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