Para el arquitecto colombiano Carlos Castañeda, fundador de la firma 2C Design, ubicada en Miami, diseñar una vivienda es un reto que conlleva gran responsabilidad. Lo compara con el trabajo de un sastre, donde todo debe ser a la medida. Por eso debe conocer el cliente a profundidad: ¿Cómo es su personalidad? ¿Qué le gusta? ¿Cuál es su ocupación? ¿Tiene familia, mascotas? ¿Trabaja desde su casa?
En este caso, el propietario es un empresario joven, soltero, apasionado por la tecnología, que vive con su perra, una golden retriever llamada Cosa, y en ocasiones trabaja en las mañanas desde su casa. Lleva una agitada vida social y en sus tiempos libres aprovecha para disfrutar una de sus grandes aficiones: navegar. Para Castañeda, era importante que sus gustos y su estilo de vida se reflejaran en el diseño, a través de una arquitectura depurada, amplia y elegante.
El punto de partida fue una caja de concreto limpia, una vivienda dúplex con aire industrial ubicada en el edificio Park Loft, diseñado por la firma estadounidense Bermello, Ajamil and Partners y construido en el año 2005, en el barrio de Wynwood, cerca del Design District de Miami, en un sexto piso que, realmente, es duodécimo, pues la enumeración se da por los apartamentos –todos de dos plantas–y no por los niveles.
Con unas pocas condicionantes fijas que no podían intervenirse, como bajantes y servicios, el trabajo del arquitecto se centró en resolver tres problemas fundamentales: lograr un espacio abierto, amplio y luminoso, pero donde cada área estuviera bien definida; una separación contundente entre la zona habitacional y la social, y mantener el concepto de loft.
Para solucionar los problemas acústicos inherentes a una construcción de concreto con alturas y áreas tan amplias, y además dividir el espacio, Castañeda diseñó un elemento que se convirtió en una de las características más llamativas del lugar, un muro estructural de roble rojo que da la impresión de ser un gran barco encallado en medio de la vivienda, inspirado en la arquitectura náutica y construido a mano, pieza por pieza, como un enorme rompecabezas, por el carpintero bogotano Camilo Prada, dueño de la empresa Weston Woodworks.
Aquí la iluminación es utilizada para darle mayor relevancia a este elemento que delimita la zona social de las alcobas y que, además, difiere del concreto. Igualmente, este apartamento tenía un aspecto industrial que el propietario quería mantener. La altura, la proporción, el concreto a la vista, el piso gris de porcelanato italiano y los grandes ductos a la vista refuerzan este concepto, que contrasta con la madera, que aporta calidez, por eso se utilizó en el muro, el piso de la cocina, el hall de la escalera y el segundo piso.
Los 370 metros cuadrados de la vivienda están organizados por un sistema de flujos claro. Sobresale la estructura colgante del segundo piso, que conecta la alcoba principal y la oficina, y que funciona como un puente de mando, pues desde ese punto se observan el hall de acceso, el comedor y la sala. En la oficina –amueblada con un escritorio que el dueño heredó de su abuelo, y una hamaca colombiana–, la sensación de transparencia se mantiene con las barandas de vidrio, por ello el espacio parece flotar sobre el primer piso. El resultado del ejercicio es una arquitectura coherente, limpia e innovadora, donde el trabajo del arquitecto y el carácter de su propietario van de la mano.