Apartamento bogotano cargado de Art Déco, antigüedades asiáticas y objetos de estilo rococó
Fotografía: Iván Ortíz. Producción: Ana María Zuluaga. Texto: Amira Abultaif / junio 5 - 2014
Muchos rehúyen las confusiones por considerarlas agobiantes y aturdidoras, pero a veces estas resultan divertidas y muy sugestivas. Así lo piensa Jimena Londoño, una manizalita dedicada a la arquitectura interior y al diseño, que se confiesa “espejera” febril. “Me encantan los reflejos que otorgan los espejos y a través de ellos me gusta confundir un poco la espacialidad de un lugar”, explica.
Los espejos tienen una capacidad arquitectónica básica: enriquecer la iluminación y acrecentar la amplitud. Pero más allá de su funcionalidad poseen una cualidad excepcional: generar en el espectador múltiples ángulos y planos de mirada que le permitan percatarse de detalles inadvertidos, además de involucrarlo en una atmósfera muy particular, quizás íntima.
En su intención de configurar espacios que reflejen el espíritu de sus habitantes, Londoño y el equipo de su taller, JL Arquitectura, llevaron a cabo una remodelación drástica en este apartamento asentado sobre los cerros orientales de Bogotá. Sus propietarios, una pareja joven y empresaria, querían un espacio amplio y semiabierto que funcionara como sitio de trabajo alterno, vivienda de recepción de amigos y familiares, y hogar para su primer hijo. Por ello, decidieron migrar de un apartamento arrendado y más pequeño a este inmueble propio de 230 m2 y completamente remodelado.
Su nueva morada, que goza de una panorámica privilegiada de la capital hacia el oeste y una vegetación nativa propia de la montaña hacia el este, mantuvo las áreas y la distribución del apartamento original. No obstante, se modificaron los pisos, la perfilería, los enchapes de los baños, la carpintería general, la iluminación, la grifería y la espacialidad de ciertas zonas.
Entre las obras implementadas se destaca el piso flotado de la sala, el comedor, los pasillos y las habitaciones. Está compuesto de esterillas de bambú macizo, de Decorcerámica, cuya apariencia fina, sutil y brevemente ondulada se conjuga con el look pulcro y sedoso de la carpintería de puertas, clósets, bibliotecas y gavetas, hecha de MDF lacado con pintura de poliuretano blanco, todo ejecutado por Mako Labotatorio. Aunque la iluminación está conformada por balas halógenas convencionales, en el corredor de acceso y la cocina hay cintas de led dispuestas debajo de los muebles que proyectan una luz indirecta y cálida.
Los dueños asumieron la decoración guiados por su intuición y gusto personal, y fue así como acogieron piezas de distintas procedencias para constituir un espacio alejado del modelo minimalista. “El apartamento está lleno de objetos encontrados en los viajes y las vivencias de sus propietarios en el exterior. Ellos realmente se atreven a tener cosas por simple gusto, sin temor a equivocarse”, sostiene Londoño.
A lo largo de cinco meses, arquitecta y propietaria se sintonizaron casi instintivamente en la definición de estilos y búsqueda de materiales y accesorios. Fue un trabajo rico en ideas y osadías. “Ella aportó más de la mitad de las ideas y yo fui su gestora”, asegura Londoño, quien confiesa que en más de una ocasión se enfrentó a solicitudes desafiantes, como la de forrar un par de paredes de madera, instalar láminas de zinc a manera de enchape, acoplar el hall de alcobas como “una zona absolutamente blanca que evocara el mundo fantasioso de Alicia en el país de las maravillas” o combinar en una misma zona mármol de Carrara o calacatta con azulejos pintados a mano por artesanos antioqueños.
Ese empeño mutuo trajo como resultado una estética ecléctica en la que prima la identidad de los dueños de casa y su predilección por el Art Déco, las antigüedades asiáticas y el estilo rococó. Pero aún más importante fue su impulso de arriesgarse a hacer cambios, muchas veces sin renders ni pruebas. A fin de cuentas, solo del riesgo pueden surgir los grandes proyectos.