Reconstrucción total de un apartamento bogotano de la década de los ochenta
fotografía: IVÁN ORTIZ Textos: ramón andrés nivia Producción: áNGELA JARAMILLO / febrero 24 - 2016

Dos años tardó la propietaria para encontrar en Bogotá, una ciudad donde poco a poco los espacios verdes son más escasos, justo lo que estaba buscando. Las especificaciones eran puntuales: quería una terraza o un jardín y mucha naturaleza alrededor. Además, necesitaba tres garajes, algo difícil de conseguir en esta época.
Al llegar a este apartamento, ubicado cerca de los cerros orientales, vio el potencial del espacio de 250 metros cuadrados, a pesar de sus treinta años de antigüedad y de su distribución –todas las zonas estaban divididas por muros–. Para lograr su objetivo, debían reconstruir todo. “Lo único que quedó del apartamento original fue el mesón del baño social. Lo demás se derribó. Los sistemas, como el de agua y el eléctrico, son nuevos”. En este proceso contó con la ayuda del arquitecto Juan Rodríguez, de Escalar, y de las diseñadoras de interiores María Andrea Vernaza y Andrea Álvarez.
Junto al equipo diseñó la nueva distribución del apartamento. En este punto se planteó que era fundamental que los ambientes miraran hacia la terraza, especialmente en su dormitorio –por eso lo implantaron en el área que antes ocupaban dos habitaciones–. Sin embargo, la terraza, aunque tenía gran potencial para disfrutar de la naturaleza, estaba totalmente abandonada. “Era un ambiente muerto, desolado, habitado solo por cuatro perros que la anterior propietaria rescató de la calle, y que se llevó para EE. UU.”, explica María Andrea Vernaza.
Sorprende la transformación de esta zona, al igual que la del apartamento en general. Así como el poco tiempo de ejecución: tres meses. Lo que antes era una terraza desaprovechada, ahora consta de dos partes de gran importancia para la vida en este hogar. Una, el jardín zen de generosas proporciones situado frente a la ventana de la habitación principal, por eso la dueña tiene una vista privilegiada a diversas plantas y a un espejo de agua, elementos que invitan a relajarse. La otra, la zona con BBQ, plancha teppanyaki, un cómodo sofá para la lectura y un comedor auxiliar, espacio donde la familia pasa horas departiendo sin importar el clima. Esto es posible gracias a la pérgola de estructura metálica y lámina acrílica traslúcida, material que permite el paso de luz, pero da privacidad al no ser transparente –la vivienda está ubicada en un primer piso–.
Cálido interior
La cocina podría describirse como una sutil transición entre el exterior y el interior. Su piso, que recuerda las casas de las abuelas, mantiene el lenguaje cromático del resto del apartamento. “No queríamos que la cocina fuera fría, blanca, por eso tiene el tono taupé presente en los demás espacios, de tal manera que si se abre la puerta corredera y se integra a la zona social, el contraste no es fuerte”, explica Vernaza.
Su amplia zona social está compuesta por la sala, el comedor y el estudio, que posee una pequeña terraza. Tres ámbitos que a pesar de tener el mismo lenguaje son independientes. Aquí las divisiones no están hechas con muros, sino con elementos como una mesa rústica o una biblioteca blanca que deja ver a través de ella. El trabajo de la madera, que recubre ciertos muros, es sobresaliente y, además, permite tener ocultos elementos como un espacio de almacenaje, un bar, el sistema de calefacción, de televisión y de sonido. Abrirlos es toda una sorpresa.
El amplio corredor hacia los tres dormitorios es reflejo de la propuesta de iluminación. “Trabajamos mucho en el tema. La idea era que no estuviera en todo el centro del techo, para evitar que pareciera un hospital, por eso la tiramos hacia un costado, a fin de iluminar de manera puntual las obras de arte”, comenta la decoradora. Este movimiento, que podría parecer simple, crea un efecto dramático que baña con luz suave los muros.
Tras un arduo trabajo de jardinería, realizado incluso en los muros comunes del edificio, lograron que las tres habitaciones tuvieran una vista hacia la naturaleza que, por momentos, hace creer al espectador que está en el campo. Cada habitación tiene detalles de decoración que reflejan la personalidad de quien la habita. La de la dueña mezcla piezas de diseñador con elementos antiguos que muestran en su exterior el paso de los años, porque para ella, este es un apartamento para vivirlo, para que las personas sientan calor de hogar, pues no se trata de un espacio pensado para un catálogo.