Cambios sutiles, una exploración en anticuarios y una terraza cerrada fueron las claves de esta sencilla remodelación.
La remodelación de este apartamento tiene dos partes:
el trabajo de acabados del primer piso y el rediseño total de la terraza. Los propietarios, una joven pareja que trabaja en el medio audiovisual, sintieron la necesidad de renovar este apartamento de gran altura y amplitud, para que se adaptara mejor a su estilo de vida.

“Ella había vivido en este lugar desde los dos años. Cuando nos casamos, buscamos un sitio, pero decidimos pasarnos aquí y remodelarlo con nuestros ahorros”, cuenta él. Y añade: “queríamos cambiar la terraza porque hubo un momento en que los edificios se interpusieron ante nuestra vista y el ruido se hizo insoportable”. Por esa razón, explica, tenían que transformar ese espacio abierto para convertirlo en una especie de refugio.

Para el arquitecto Édgar Morales, de la firma Meteoro Studio Arquitectos, “el apartamento tiene una doble altura interesante, una excelente distribución y una buena conexión con la parte de arriba”. Por ello, el mayor reto de este encargo fue la creación de la terraza.

Primera parte
En el piso de abajo, destinado a la zona social, se trató en palabras del arquitecto “de un trabajo de maquillaje: simplemente se pintó todo, se enchapó la chimenea, se pusieron lámparas y se cambió el mobiliario”. Ese maquillaje, en el que predominan los muros blancos, tiene un hábil manejo del color. El elemento más destacado es un pórtico que antes tenía una textura de concreto abuardado y que fue pulido y pintado de azul claro, con lo que se convirtió en uno de los puntos visuales más atractivos del espacio.
Un muro con pintura negra especial para ser usado como tablero de tiza es otro de los puntos focales interesantes, así como la chimenea enchapada en cristanac. “La idea fue usar una gama de pequeños toques de color que contrastaban con la madera y el blanco de las paredes: por eso, el pórtico es azul clarito, pero también hay rojo en una columna ubicada detrás del muro negro; o un tono verdoso del cristanac”, explica Morales.
En esa composición se destaca un espejo cubierto en laminilla
de oro y encargado al anticuario La Monalisa, puesto sobre el piso y apoyado en el muro de ladrillo de demolición, el mismo de la terraza. Seleccionado exclusivamente para este espacio, marca el camino de una importante apuesta, tener un contraste entre elementos modernos y antiguos, como es el caso de los muebles rústicos del comedor con su moderna mesa de polietileno.
En la organización de los espacios la disposición del piano fue determinante, lo mismo que la de los muebles conseguidos en anticuarios y otros elementos heredados. “Tratamos de encontrarles a objetos como la escultura heredada de la mamá de ella o el piano un lugar que destacara su importancia”.
Segunda Parte
El
arquitecto insiste en que la parte que más trabajo le significó fue la de arriba. Y con razón: se trataba de una terraza
con un mínimo antepecho y sin techo, por lo que se veía la construcción de un edificio cercano con su indeseable ruido.
“La idea, ante el panorama agreste de una construcción cercana, fue crear un volumen en el que se continuara desarrollando la agradable vida interior que garantizaba el resto de la casa. Para ellos era muy importante que fuera algo así como un refugio”, explica el arquitecto.

Era, además, un espacio dividido en dos por puertas y ventanas, con diferente textura de piso, pintura y estilo. Entonces se unificó derribando las divisiones y levantando los muros exteriores con ladrillo de demolición “para darle un aire clásico al espacio, una connotación de verdadera terraza, aunque mezclada con los toques modernos del cristanac en nichos como el de la nevera”. Además se diseñó el piso, se dispuso una terraza plegable que se abre con una manija y se reorganizó la zona de asados. En busca de un refugio