Una casa bogotana con una arquitectura interior nutrida de libros de arquitectura, arte y diseño
fotografía: mónica barreneche Texto: amira abultaif / diciembre 30 - 2014
Cuando los caprichos enriquecen la mente y el alma dejan de ser artilugios para convertirse en nobles causas, y eso es lo que sucede con los libros en esta casa, donde su protagonismo no deriva de tenerlos, sino de vivirlos.
De ahí que este apartamento, asentado sobre los cerros orientales de Bogotá, haya sido remodelado con la premisa de crear un espacio que albergara una colección de varias centenas de libros, revistas, folletos y otro tipo de documentos escritos sobre múltiples temas, principalmente arquitectura, diseño, historia y arte.
Originalmente, esta era un área de 260 metros cuadrados dividida en subáreas. Sin embargo, sus nuevos propietarios quisieron aprovechar esas dimensiones dándole más fluidez y amplitud, al configurar una zona social que integrara la sala, el comedor y el estudio dentro de un gran marco literario.
El dueño de casa trajo su antigua biblioteca y la acondicionó –al margen de extenderla con más parales y estantes– en el contorno del gran salón, frente a las ventanas de piso a techo que miran hacia el poniente.
Pero como su colección era aún mayor –y con la proyección de seguir creciendo–, diseñó un mueble de gran formato para la sala y una estantería adicional para el estudio, un espacio de gran preponderancia para él que, como remate del salón, sintetiza algunas de las actividades más humanas, universales y placenteras: estudiar, leer, trabajar, descansar, crear, soñar.
El valor estético que yace muros adentro es el de unir, a juicio de los propietarios, lo más representativo del pasado con lo mejor del presente, pues aquí mezclan piezas de corte clásico con otras de línea moderna. “Se hizo un balance entre elementos clásicos, que son herencias familiares, y otros contemporáneos, que son íconos del diseño y la arquitectura”, señala la arquitecta Paula Galarza, quien lideró este proyecto.
“Y como realmente nos gusta hacer exploraciones de color, decidimos adoptar el tapete central de la sala, elaborado por Olga de Amaral, como la pauta cromática para configurar el ambiente”, añade.
En ese sentido, la apuesta está dada en tonos fríos –con especial énfasis en el violeta profundo– que combinados logran, no obstante, generar una serena calidez. Adicionalmente, decidieron que la carpintería general fuera blanca para que se fundiera entre los espacios y se leyera un contenido completo, y optaron por tonos neutros en el piso –de sapán esmaltado– y ciertos muebles básicos –algunos son de color wengué y otros tienen un acabado de white wash–.
Y así, color, arquitectura y diseño interior se conjugaron para dotar de sentido a lo que verdaderamente es este espacio: una biblioteca con casa.