Una cabaña isleña llena de diseño en San Andrés
fotografía: mónica barreneche Texto: soraya yambure / julio 7 - 2015
Dicen que vivo con los vampiros porque no hay mucha luz en mi casa. Si no existiera la electricidad, estaría muy contenta con velas”, explica Anita Calero, propietaria de una vivienda en un conjunto residencial que construyó el arquitecto caleño Gerardo de Francisco. Anita Calero Arboleda no usa el televisor. Tiene uno que solo enciende cuando alguien visita su casa y quiere ver una película. El aparato electrónico está cerca de una cama hecha con madera sintética, del diseñador norteamericano James Wood, que limita con un tapete de la firma sueca Ikea que evoca el famoso juego Twister, creado por Charles Foley y Neil Rabens en 1966.
Siete caparazones de tortugas, que le regalaron en 1985, decoran la pared del segundo piso de esta casa. Una puerta es la única división que existe –además de las entradas de los baños– y cierra la habitación principal, en la que el color café está presente por medio de un edredón hecho en algodón que cuelga verticalmente como si fuera el espaldar de la cama doble, custodiada por la cabeza de un venado de cartón.
“Soy animalista ciento por ciento”, enfatiza Calero, inclinada por las formas orgánicas, las líneas simples y enemiga de las plantas de plástico y los flamencos artificiales. En 2004, la fotógrafa le compró a un estadounidense esta vivienda de dos niveles con pisos de madera y baños enchapados en baldosas rosadas y verdes, los cuales eliminó para vestirlos con pino teñido de café.
Su compra incluyó sillas de bambú y un espejo enmarcado por el mismo material, que pintó de blanco para darle una sensación de frescura y neutralizar el ritmo del color de la casa, la cual alquila en el primer nivel y habita en el superior.
Cuando recibió su nueva propiedad encontró en el garaje una red para pescar en bote, con estructura de acero inoxidable que resiste la humedad del clima, y la hizo parte de la decoración de su hogar, en el que se encuentran piezas de mercados de pulgas de París, anticuarios de Nueva York y almacenes de Cartagena.
En el baño de su habitación, una estrella de mar, que cuelga de una piola anclada a la pared, manifiesta el espíritu caribeño de la propiedad con influencias del diseño escandinavo, presente en la lencería, junto a espejos catalanes que acompañan lavamanos de piedra hechos en Filipinas y comprados en San Andrés. Viajera y cocinera por gusto, Calero señala que aunque no ha aplicado feng shui en su casa, cada persona que entra a su espacio manifiesta una impresión de paz transmitida por la vista, sentido que la dueña tiene más desarrollado.
Su reconocido gusto, manifestado en el apartamento neoyorquino que amuebló en el barrio Chelsea y que Christie’s subastó a mediados de 2013, desborda en esta oportunidad una elegancia acorde con la naturaleza playera de la isla colombiana.