Una remodelación estratégica
Fotografía: Iván Ortiz. Producción: Diana Tovar. Texto: Claudia Aguilera / octubre 28 - 2014
Este apartamento de 240 metros cuadrados es un universo propio y parece un lugar de otra época. En realidad podría ser una cápsula del tiempo en la que estratégicamente se guardaron y se conservan objetos, obras de arte, piezas de colección. Sus áreas son bien definidas y, opuesto a lo que podría considerarse una tendencia actual, no es minimalista, no integra espacios y por el contrario, cuenta con muros y paredes que determinan las zonas. Su ingreso es en medio de bibliotecas, lo que genera la sensación de entrar en una librería. Esto marca una diferencia con otros apartamentos y en la medida que uno lo recorre, se hace evidente el gusto de sus dueños en cada rincón. Arriesgados, modernos, clásicos, contemporáneos, coleccionistas.
Todo al mismo tiempo. Por eso a la hora de definir el diseño, el arquitecto Jaime Mojica entendió que debía hacer una vivienda personalizada. Con un carácter muy claro, que sirviera de telón de fondo para destacar las piezas de anticuario, las obras de arte y los objetos de decoración que con los años y los viajes ha conseguido esta joven pareja que no tiene miedo a los contrastes ni a combinar colores, materiales o texturas.
Por su proximidad a la montaña y el frío que ello trae, cambiaron la ventanería del apartamento e instalaron calefacción de muro. El piso de toda la vivienda es de madera maciza, de color miel, para no robarle el lugar destacado a los estampados y matices de los objetos, los acabados o el mobiliario. Además de las tres habitaciones, un estar de alcobas puede convertirse en otra. La sala y el comedor, corazón de la casa y área social por excelencia, regalan una generosa vista sobre la ciudad y una de las puertas de salida de la cocina al comedor se clausuró para convertir ese espacio en un estudio más reservado y que solo usa la familia.
Los propietarios del apartamento, que bien podría ser un inmueble de los años cincuenta, comparten un gusto muy especial por la música y por ello ubicaron en la sala un mueble en el que guardan gran parte de su colección de vinilos. Las lámparas, todas distintas, son protagonistas de la decoración y para generar un look de los años veinte y treinta usaron en los baños baldosín de cemento de Pompeya, fábrica ubicada en Barranquilla, especializada en reproducir losas al estilo colonial republicano.
Uno de los retos consistía en que la arquitectura no compitiera con la decoración. Por esa razón, el arquitecto eliminó las cornisas de yeso y simplificó las líneas de los muros. En el proceso de remodelación se reciclaron ideas. De esta manera, por ejemplo, la carpintería blanca evoca tiempos pasados, aunque cuenta con materiales y pinturas actuales. El resultado de esta suma de épocas y reutilización de piezas, muy bien conservadas por anticuarios y coleccionistas, es una vivienda cálida y ecléctica con un aire caribeño innegable, difícil de imaginar en el clima bogotano, pero que se siente a través de los objetos y los colores.