Decoración

Vivir rodeado de arte, hogar de coleccionista

Fotografía: Iván Ortíz. Producción: Ana María Zuluaga. Texto: Diego Guerrero. / 
junio 4 - 2014
Vivir rodeado de arte, hogar de coleccionista
Este apartamento familiar fue diseñado no solo para habitar, sino también para elevar la pasión que los dueños sienten por el arte. Allí, los materiales simples enriquecen la arquitectura.

Convertir un espacio en obra negra, sin paredes internas, en un lugar para la familia y el arte fue el reto de la diseñadora Gina Ríos y del arquitecto Sergio Spinel.

Su solución pasó por decidir el uso de materiales simples, sencillos, que no compitieran con las obras, pero que también dieran calidez de hogar, pues al fin y al cabo, “no es un museo, sino una casa para la familia”, dice la diseñadora y agrega: “Prefiero los materiales puros. El concreto a la vista, nada de papel de colgadura. Así, mediante el aspecto de los materiales se enriquece la arquitectura”.

De esta manera, el concreto a la vista, la madera, las paredes blancas y el vidrio no compiten con, por ejemplo, un gran cuadro de Vik Muñiz que casi preside la sala, ni con una de las famosas cortinas de Óscar Muñoz, que cuelga al frente de él, junto a un par de pantallas no más grandes que la mano con un video (Santa Lucía), de Alejandro Restrepo.

A la vivienda, ubicada en un edificio en el norte de Bogotá, le entra la luz por tres costados. El ascensor llega directamente al segundo nivel de los tres que tiene, si se cuenta la terraza de 284 metros cuadrados. Los otros dos niveles suman 584 metros cuadrados.

Al entrar, lo primero que se ve en una pared de concreto es el letrero en neón, una obra de arte que dice “Cien años de soledad” en letras blancas y, debajo, en rojo y entre corchetes, también de neón: “no tanto”. Lo segundo que se advierte es la luz que entra por amplios ventanales y rebota en el piso de madera sapán puesta como espina de pescado y se esparce hasta los techos de 2,80 m de alto.

En la sala, el piso deja de ser espina de pescado y los maderos se juntan paralelos, lo que marca el espacio y limita por uno de sus lados con la amplia vidriera del balcón que da al poniente, con una chimenea de gas vaciada en concreto y con las escaleras, que los diseñadores consideran un eje importante. Sus escalones de madera suben en una espiral suave y poseen barandas de vidrio, no tienen contrahuellas, pero sí una suave iluminación inferior.

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Junto a la sala, en un costado, hay un pequeño recibo, con una mesa de centro baja y cuadrada totalmente sólida y sintética, sobre la que descansa una obra en madera de Teresa Sánchez que la cruza en diagonal. El blanco y el negro en los muebles de diseño, entre dos sillas Philippe Starck blancas y un sofá negro de bordes redondeados de Patricia Urquiola, contrasta con una silla roja, justo frente a una gran puma en negro y rojo de Miguel Ángel Rojas, que conforman un lugar más íntimo en una esquina de lo que realmente es un gran salón cuyos muebles, también de diseño (entre ellas una silla de Le Corbusier), pueden cambiarse según el gusto.

Algo de luz y calor

Un piso más abajo el ambiente cambia. Si bien sigue siendo amplio, se hace evidente la presencia de la madera en los armarios y los vestier, y tapetes. “A algunas personas no les gustan mucho los tapetes, por las alergias y el polvo, pero dan mucha calidez. Entonces, en este caso pusimos tapetes no de pared, a pared, sino dejando un espacio para la circulación”, explica Gina.

Los espacios resultan más íntimos por su tamaño, pero conservan algo del resto del apartamento: las obras de arte dominan en las paredes y en cuanto a la iluminación, todos los espacios tienen led incrustados en los techos y todas las obras tienen mínimo dos luces indirectas que las iluminan para evitar sombras. Muchas de ellas son iluminadas desde la parte inferior.

Un aspecto importante son los baños, cada uno tiene un color, dependiendo de la habitación a la que sirven: negro para la principal, anaranjado para las de los adolescentes o un rojo juguetón para los más chicos.

La cocina es un espacio totalmente iluminado, desde el techo por un tragaluz, y las ventanas laterales. Un mesón central de madera de punta (perfecto para cortar, pues se cierra luego de la incisión) y la amplitud del lugar permiten el trabajo de casi media docena de personas sobre un piso gobeto, manchado, que da la apariencia de trajín, pero es fácil de limpiar.

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Una vista para disfrutar

En la terraza hay total visión de buena parte de la ciudad, un área para que los niños jueguen y un pequeño gimnasio cerrado. En realidad es un espacio acondicionado para que toda la familia haga algo de ejercicio y juegue. Hay, claro, algunas obras de arte que resisten la intemperie, como unas hormigas de Rafael Gomezbarros.

Los detalles, que marcan diferencias, están por varias partes: los vestidores de madera con espacios medidos para las necesidades (zapatos, camisas, suéteres…); espejos, casi todos hasta el techo, y bibliotecas que se desplazan sobre rieles ayudan a consultar los libros. El sonido y el video son también claves, y proceden, de un servidor central. Un detalle adicional: los parlantes de la sala están igualmente empotrados en el techo. Vivir rodeado de arte, hogar de coleccionista.

//revistaaxis.com.co

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