Decoración

Y se hizo la luz

Fotografía: Iván Ortiz. Producción: Ana María Zuluaga. Texto: María Alexandra Cabrera / 
mayo 21 - 2014
Y se hizo la luz
Con poco presupuesto se remodeló un apartamento de 210 m2 en Bogotá. El espacio se transformó en un lugar con zonas estratégicamente integradas.

Basado en la premisa de que cada apartamento tiene su secreto, el arquitecto Gregorio Sokoloff supo que su principal aliada en la remodelación sería la luz. El lugar,  originalmente con pesadas cortinas, rejas y un piso pintado de café, se abrió sobre una cascada con la que colinda para poder disfrutar de la maravillosa vista y permitir, por fin, la entrada de luz al espacio.

Para lograrlo se tumbaron muros, divisiones, se instalaron vidrios completos, madera sapán en los pisos y se retiró materia para integrar todos los nichos con la luz del lugar. Dos clósets de linos, ubicados en el salón principal, se removieron para aprovechar el área de la cocina, una de las zonas preferidas de los dueños. “Se cambió la entrada de la cocina, se le robó un espacio a la sala y se abrió la cocina sobre esta. El edificio se construyó en 1975, así que la idea era guardar el espíritu de la arquitectura de los años setenta y usar materiales naturales”, explica Sokoloff.

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Para integrar la sala con el salón y el corredor con la sala, se optó por bajar el espaldar de los sofás y por crear un mueble de doble crujía que cumple dos funciones: por un lado es un estudio con computador y por el otro una funcional biblioteca. “Queríamos que fuera muy bajo el espaldar de los sofás para no perder la vista y que todo pudiera apreciarse correctamente”, sostienen los dueños. La carpintería de color café, que estaba en buen estado, también se trabajó. Para no pelarla y maltratarla con el proceso, Sokoloff decidió pintarla de blanco, un color que aportó más luminosidad al lugar. “En una remodelación cambiar la carpintería puede ser lo más costoso, por eso hay que tratar de conservarla”, señala el arquitecto.

La chimenea, que era más pequeña y tenía vigas encima, se transformó a petición de los propietarios en una estructura compacta con un particular sistema de ventilación que permite la entrada de aire frío por debajo y salida de aire caliente por arriba. “No hay nada más rico que el olor a leña y que el sonido del fuego explotando –afirman los dueños–. Por eso no quisimos una chimenea de gas”.

Los propietarios, quienes se consideran fans de anticuarios y mercados de las pulgas, consiguieron varios de los objetos que decoran el apartamento en este tipo de lugares. Así sucedió con el kilim antiguo del comedor, la batea en la que ponen la leña, el bar  de vidrio ubicado en la sala, una silla antigua de peluquería y las mesas de noche de la habitación principal.

Por su parte, el arquitecto asevera que con poco presupuestos se pueden hacer muy buenas cosas. “Cada lugar tiene su secreto escondido, por eso hay que tratar de sacarles la buena espina a los espacios y eso no siempre es fácil descubrirlo”.

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//revistaaxxis.com.co

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